Desperté temprano a pesar de que no hubo clases, me quite el pijama y comencé a elegir lo que me pondría ese día. Al terminar de cambiarme salí de mi habitación, entré en la cocina y mi madre no estaba, antes de abrir la puerta del refrigerador me di cuenta que había una nota de ella.
Volveré más tarde.
Saqué el galón de leche del refrigerador y el cereal de chocolate de la alacena, me serví y al terminar de desayunar lavé los trastes que ensucié.
Saqué mi celular del pantalón, un skinny jean azul, que llevaba puesto y le mandé un mensaje a Vania.
Nos tenemos que ver en los corrales,
necesito contarte qué pasó ayer.
Ya voy para los corrales,
te aviso cuando esté allí.
Me dirigí a mi habitación y saqué todos mis libros de mi mochila color lavanda, solo me di a la tarea de meter mi carcaj con 20 flechas contadas.
Ya estoy aquí, apúrate.
Salí disparada de la casa, bajé corriendo la costa baja y para cuando me di cuenta había tirado mi pulsera, volteé hacia atrás y ahí estaba, así que me devolví, me agaché y la tomé.
Abrí la reja, enseguida la cerré y comencé a ponerme la pulsera mientras caminaba.
Era roja y de tela, tenía poco tiempo con ella.
-A qué no te imaginas cómo es el desconocido-aseguré mientras seguía intentando ponerme la pulsera, mi vista seguía puesta en mi mano.
-Pues te equivocas porque sí lo sé-respondió enseguida muy segura de sí misma.
En ese momento levanté mi vista y rodé los ojos en un acto de absoluto fastidio.
-No puede ser, eres tan odioso, deja de aparecerte así-comenté enojada.
Al chico pareció divertirle todo y no me respondió, se volteó directamente a Vania.
-Si aquí la chica histérica me deja presentarme, yo soy el desconocido-habló con sarcasmo mientras extendía una mano mientras agregaba-, ahórrate tu presentación que ya te conozco.
Vania apretó su mano con cierta suspicacia para después preguntar- ¿Ese es tu nombre?
Antes de que él desconocido pudiera responder yo me le adelante-No, ese no es su nombre solo que se quiere hacer el misterioso.
El chico formó una línea con sus labios, su piel era tersa, sus pestañas largas y esos ojos violetas eran lo que más resaltaban.
- ¿Acaso sabes lo que es la privacidad? -preguntó acercándose a mí.
Al igual que el día de ayer llevaba una chaqueta y un pantalón.
-Claro que lo sé, aquí parece que la privacidad no forma parte de tu conocimiento, porque tú eres el acosador-respondí acusándolo con la frente en alto.
Todo parecía hacerle gracia, todo era sarcasmo, algo divertido o simplemente enseriarse.
-Llámame como quieras-respondió con cierta indiferencia.
-Siendo así, la verdad es que si estoy en una situación de vida o muerte llamarte desconocido no me apetece, mucho menos acosador, aunque lo seas, así que moradin me parece perfecto-respondí con diversión.
Frunció levemente su ceño y preguntó con cierta curiosidad resplandeciente en sus ojos- ¿Qué diminutivo es ese?
-No es un diminutivo, más bien es otra forma de decirte morado, ya sabes por tus ojos-respondí encogiéndome de hombros.
-Eres muy mala dando apodos-comentó Vania.
-No tendría que inventarme ningún apodo sí moradin me hubiera dado su nombre, que por cierto aún está a tiempo de hacerlo-comenté como indirecta subiendo el tono de mi voz al final.
-No sigas insistiendo, no pienso decirte mi nombre por ahora-zanjó serio.
-Ni que fuera la gran cosa-seguí insistiendo mientras alzaba los brazos ironizando la situación.
-Créeme que sí lo es, te aseguro que con escucharlo se te caerán las bragas-habló con la tanta suficiencia que dejaba ver su semblante.
Retrocedí algunos pasos alejándome para después intentar bajar esos humos de suficiencia que se cargaba-No te sientas la gran cosa, nos ahorraríamos todo esto-dije señalando a todo para proseguir-, si me dices quién quiere matarme.
-Si te lo digo no me lo creerías, eres tan desesperante-se quejó, ciertamente sentí que ya había colmado su paciencia.
-Y eso que no has pasado un día entero con ella-comentó Vania a modo de burla.
Me volteé en su dirección y le saqué el dedo de en medio.
- ¿Nos podrías dar privacidad? -le pedí a moradin mientras apretaba los dientes.
-No-respondió serio para despues agregar-, por lo menos deseo escuchar todo, estarte vigilando es muy aburrido, todo es muy predecible en ti, tal como esas bragas negras que traes puestas.
La sangre se me subió a las mejillas enrojeciéndolas enseguida y calentando mi rostro, lo mire incrédula y a él pareció satisfacerle mi reacción, por su parte Vania frunció el ceño.
- ¿Qué demonios viste? -pregunté enojada.
-Nada que no haya visto antes, pero tranquila solo me permití ver cuando las elegiste-respondió sereno y quitándole importancia.
-Si vuelves a hacer eso, te juro que te mato-sentencié aun enfurecida señalándolo con un dedo.
-De eso no tengo duda-respondió satisfecho.
Después de un espeso silencio y miradas incómodas moradin volvió a hablar- ¿Qué tal si probamos qué tan buena eres con el arco? -propuso pasándome mi arco.
Fruncí el ceño ya que no sabía cómo demonios lo había encontrado y además no lo había visto en sus manos, fue como un truco de magia; tomé con suspicacia mi arco.
Él caminó buscando algo con la mirada, se agachó y tomó una lata de refresco vacía, se dirigió hacia el sabino que utilizaba como objetivo.
Al ver lo que quería hacer pregunté- ¿Qué demonios estás haciendo? -. Se colocó frente al sabino, me miró fijamente y se colocó la lata en la cabeza-. Sabes, me estás dando la oportunidad perfecta para matarte.
En sus labios apareció una pequeña sonrisa torcida, para después animarme en un tono serio de voz-Lo sé, así que sí lo quieres hacer hazlo. Adelante. Vamos. Mátame.
Editado: 28.07.2021