El oscuro secreto tras las cartas

CAPITULO 7

 

Había pasado una semana con moradin acosándome o como él lo diría protegiéndome, la verdad es que ciertamente me había gustado su compañía porque así no estaba sola y me había distraído, tanto que se me había olvidado por completo tomarme mis vitaminas.

Últimamente había estado más al pendiente de mí y en todo momento me advertía sobre salir afuera sola, yo ya comenzaba a dudar de la veracidad del asunto, la semana transcurrió con normalidad y no hubo ningún altercado que atentara contra mi vida.

Miré el reloj que estaba en la pared frente a mi cama, en la cual estaba recostada, ya eran las 10:34 de la noche, tenía calor a pesar de que era noviembre y el clima era fresco, estaba aburrida y no tenía ni una pizca de sueño. Así que tomé mi celular, me puse mis zapatos y salí de casa con sumo cuidado, a pesar de las advertencias de moradin, necesitaba pensar, ¿Qué quiere de mí? ¿Quién quiere matarme?

Una semana y no había podido sacarle información, aún no sabía quién demonios quería matarme y eso ciertamente me estresaba y confundía, porque no sabía en realidad si lo que decía moradin era totalmente cierto.

Bajé por la costa baja y abrí la reja lentamente provocando el menor sonido posible, fue difícil sostener el celular y abrir la reja al mismo tiempo ya que estaba aluzando con la linterna del dispositivo, la cual no ayudaba mucho, la oscuridad era intensa e inmensa.

Cerré la reja y al voltearme observé una silueta, lo que me hizo soltar un gran grito de miedo, enseguida tapé mi boca intentando parar el grito, mi corazón en cuestión de milisegundos se aceleró, pegaba una y otra vez contra mi pecho.

Alucé a la silueta y era el idiota de moradin.

- ¿Por qué siempre te apareces así? -vociferé molesta.

Él me dio esa sonrisa burlona de siempre.

-Me gusta lo misterioso-respondió mirándome detenidamente.

La luz de mi celular no era tan fuerte así que decidí aluzar su rostro. Sus ojos eran su mayor atractivo, no podía negar que su cuerpo también lo era, pero te podías perder en esos ojos tan exóticos, ese azul grisáceo en donde reinaba el violeta, podía llegar a ser una debilidad.
Su porte siempre era imponente, todo para él era sarcasmo, divertido y pocas cosas eran serias, a veces solía preguntarme muchas cosas sobre su vida, ¿Qué hace mientras no me acosa? ¿Dónde vive? ¿Tiene familia? ¿Cuál es su nombre? Entre otras muchas preguntas que abrumaban mi mente muy seguido. Moradin aún era un completo misterio, no sabía absolutamente nada de él, nunca hablaba de nada, siempre se trataba de mí.

-Ya veo, si vas a estar haciendo esto seguido supongo que merezco saber por lo menos conocer tu nombre-hablé en confianza.

Esa sonrisa que curvaba sus labios se agrandó y él negó. Su rostro era impresionante, me refiero a que era muy exótico, sus pestañas eran largas, sus cejas gruesas, pero no en exageración, su altura era perfecta, supongo que media alrededor de 1.80 o 1.85, su rostro era blanco, pero no un blanco pálido como muchos se lo imaginarían si solo lo llegaras a describir, era un color blanco en toda la extensión de la palabra, sus ojos eran tan exóticos, ese color violeta que yo diría que era casi imposible de encontrarlo en cualquier persona, su cuerpo fornido, pero no en exageración, era algo completamente surreal, la palabra perfecta sería inefable.

-No lo entenderás ¿Cierto? Me gusta lo misterioso y por ahora estoy bien manteniendo mi genuino nombre en secreto-aclaró serio, pero sin que esa sonrisa desapareciera de sus labios.

Suspiré rindiéndome y encogiéndome de hombros-. De acuerdo como quieras.

Me senté en un escalón donde se extendían unas escaleras por una parte detrás de mi casa, las cuales llegaban a una plataforma de cemento. Él también se sentó a mi lado.
Apague la linterna de mi celular y deje que la luna con su tenue luz iluminara el lugar. Mi alrededor era tranquilizante, los gigantescos sabinos moviendo sus ramas y hojas gracias al leve viento fresco que corría, la tenue luz de la luna iluminando, las estrellas en el oscuro cielo y el silencio relajante.

-Es divertido-comentó el castaño, casi pelinegro.

Volteé a verlo confundida, él apoyaba los brazos sobres sus rodillas.

- ¿Qué cosa? -pregunté curiosa mientras fijaba mi vista en su rostro, él por su parte miraba hacia enfrente, a los grandes sabinos.

Ese aire misterioso, esa oscuridad que había en su interior despertaba mi curiosidad, porque todo esto comenzó de la manera más rara posible y sin querer a pesar de no saber mucho de él, me agradaba su presencia.

-Jugar contigo y no me malinterpretes no es que las cartas hayan sido mentirá, sino que estar atemorizándote y manipulándote es bastante entretenido. Relajante para mí-respondió sereno.

¿Manipulándome de qué manera? Nunca en mi vida lo había visto, dudaba demasiado que fuera del pueblo.

- ¿Tú crees que me estás manipulando? -pregunté mientras mis labios se curvaban en una sonrisa incrédula.

-Así es.

-Que seguro eres de ti mismo, pero ten en cuenta qué tal vez la que te manipula soy yo.

Todo un narcisista, era divertido hacerlo enojar y de hecho tenía planeado tomarlo desprevenido, ya que siempre decía que era aburrido el estar vigilándome, que todo era predecible, así que se me ocurrió hacer algo inesperado.
Me levanté repentinamente y comencé a bajar los escalones de tres en tres.

- ¡Espera, te puedes caer y no estoy vigilándote para verte morir! -gritó mientras me seguía.

Al terminar de bajar las escaleras corrí hacia la gran reja y la abrí con mucho cuidado, moradin venía detrás de mi siguiendo mis pasos.
Me acerqué al pequeño y nada profundo arroyo que cruzaba casi todas las mañanas para ir al colegio, brinqué en cada una de las piedras y al final me terminé salpicando.

-Eres una completa terca, ¡Detente carajo! -vociferó enojado.



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En el texto hay: asesinato, psicopata, psicopatia y secretos

Editado: 28.07.2021

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