Todos se encontraban frente a mi observándome con asombro, me sentía como un bicho raro, pero al fin había descubierto parte del secreto que escondían esas cartas.
Observé a mi alrededor, la casa era inmensa, todo en colores blanco y negro, todo combinaba y contrastaba, un candelabro estaba arriba de mí, las piedras que colgaban parecían gotas de lluvia suspendidas en el aire.
Un chico era rubio, piel blanca y tersa, y lo que más impresionaban eran sus ojos, los dos iris eran de una tonalidad azul, pero muy oscuro, eran unos ojos completamente profundos. Otro chico era castaño claro y su piel al igual que todos era blanca y su iris era negra, algo casi imposible de diferenciar de la pupila. El ultimo chico era pelinegro, de piel blanca y tersa igual que los demás, pero al igual que todos sus ojos eran lo más extraño, era una heterocromía parcial, en donde la mayoría de su iris era azul y en ciertos puntos se mezclaba con el verde.
La peculiaridad venia de familia, pero al verlos me comencé a dar cuenta de algo muy importante, mis padres no tenían familia cercana, ellos nunca me hablaron de estos chicos y todos ellos no compartían mi apellido, necesitaba explicaciones, que se resolvieran mis dudas, pero me sentía débil, no había probado bocado en todo el día.
-No creo poder hacerlo, me siento débil, no he comido en todo el día-musité con la intención de que solo Aleister escuchara.
-Te preparare algo de comer, pero tienes que ganar la cacería-dijo mientras se volteaba para encarar a los 4 chicos-. Le daré comida, ustedes metan a la jaula a Teodorus y preparen el cuarto de armas.
Todos asintieron y salieron de la gigantesca sala. Las decoraciones eran escasas solo resaltaban unos cuantos cuadros antiguos en donde se podía ver un pueblo muy pintoresco.
Aleister me hizo un ademan para que lo acompañara y me encamino por un pasillo pintado de gris con algunos teselados de triángulos. Llegamos hasta la gran cocina; para haber sido una casa en donde solo vivían hombres debía decir que estaba muy limpia.
Había una barra, un gran comedor y un gran ventanal frente al mismo, todo era demasiado elegante.
- ¿Qué se te antoja? -preguntó Aleister.
-Cereal-contesté mientras mi mirada se cruzaba con el cuadro de una mujer joven, su pelo era de un color castaño oscuro, sus ojos eran cafés casi negros, su piel era blanca y lo que llamó mi atención fue la cadenita con el dije que decoraba su cuello.
Era mi cadenita. El mismo color plateado y esa piedra que parecía un diamante junto a la pequeña corona. Algo me decía que ella era mi madre.
- ¿Cómo se llaman los chicos? -pregunté mientras me sentaba en una silla del comedor.
Aleister por su parte estaba abriendo el refrigerador y sacando la leche.
-Tu mellizo se llama Kyle, el rubio de ojos azulados es Philipp, el pelinegro con heterocromía parcial es Julian y por último el castaño claro de ojos negros es Tobías-respondió mientras dejaba un plato hondo, una cuchara, la leche y el cereal frente a mí.
Me serví e intenté comer lo más rápido posible. Algo por fin me había atemorizado, tenía miedo de morir, por más que quisiera hacerme la fuerte no quería matar a nadie. Los chicos eran extraños.
-Enviaste las cartas porque así tendrías una oportunidad de ser rey ¿Cierto? -pregunté sería mientras movía con lentitud la cuchara dentro del plato.
Dudo en responder, hubo un largo e intenso silencio hasta que se dignó a contestar-No pienso mentirte. En un principio ese era mi plan, manipularía a Kyle para que nos trajera a vivir a Tepoca, yo te enviaría las cartas, convencería a tu mellizo de hacer la cacería, te capturaría, le revelaría a los demás quién eres y al hacer la cacería yo mataría a la presa, así el cargo de rey sería mío y así tu ganarías tu propia muerte. Pero hay algo en ti que me dice que eres capaz de mucho más. Que tienes la fuerza para acabar con todos, así que ya no logré seguir con el plan, en cambio jugué con tu mente, el conejo lo maté yo, Kyle te había asfixiado el día de la fiesta, pero lo convencí de que aún no te matara, evité que cayeras en la tumba de Logan. Así que sí, yo te iba a utilizar, pero ahora tendrás que ganar. Ahora tendrás que matar.
Al terminar, Aleister me encamino por toda la casa hasta llegar a una puerta muy alta de color café rojizo y un panel con números. Él abrió la puerta insertando un código, la luz pálida del cuarto saturó un poco mi vista. Lo que había dentro me impresionó, tres paredes estaban repletas de armas, desde pistolas, rifles, cuchillos, dagas, navajas, espadas, ballestas e incluso arcos. No pude evitar sonreír al ver todo, las repisas estaban colocadas en toda la pared, detrás de cada repisa había luces led blancas lo que hacía que todo resaltara.
En medio del cuarto había una vitrina llena de balas de diferentes calibres y flechas, de verdad que todo era completamente impresionante.
Todos los chicos estaban allí, me miraban detenidamente.
-Hermanita, tendrás que elegir un arma, solo que no se permiten armas de largo alcance, ya sabes, para hacer más divertido el asunto-anunció Kyle mientras esbozaba una sonrisa torcida.
Aleister me empujó, comencé a caminar y a repasar todas las armas en el cuarto, sabía utilizar el arco a la perfección, pero no podía usarlo en la cacería, tenía poca práctica con la daga, así que al llegar a las repisas en donde las mismas se encontraban iba a tomar una cuando algo a un lado brilló un poco, desvíe mi vista y ahí se encontraba una espada. Su empuñadura era plateada y al principio de la hoja se formaba un arco en donde en el centro había una piedra brillante de color azul marino. La hoja era larga y extremadamente brillante. No sabía utilizarla, sin embargo, la misma llamó mi atención, así que sin dudarlo tomé la empuñadura y la saqué de la repisa.
-Vaya, una peculiar elección-comentó Phillipp detrás de mí.
Editado: 28.07.2021