DESCONOCIDO
- ¿Cuánto dinero quieres para irte del pueblo? -preguntó sin rodeos clavando esos ojos violetas en los míos.
Reí por lo bajo y esbocé una sonrisa de superioridad. Aleister me quería fuera, pero eso era casi imposible, él y su familia intervenían en mi trabajo y me daban mucha más mala fama. Había algo que realmente deseaba, era lo único que podría hacerme cambiar de opinión.
-El dinero es lo de menos, tú sabes que quiero, es eso o nada. No pueden estar matando al pueblo que me sirve como fachada, yo llegué aquí primero y por el respeto que le tuve a tu padre y a la madre de Tobías no los he matado-respondí mientras movía en círculos mi whisky en las rocas.
Él estaba con una expresión seria sentado frente a mí, sus ojos de vez en cuando viajaban por el despacho.
-Sabes que ella no está en juego, jamás la poseerás. No la conoces, es mucho más peligrosa de lo que crees-aclaró firme.
-La quiero a ella. Desde que me enteré que pertenecía a la familia de los Moritz supe que era digna de ser mía, esa asesina es a la que quiero-aseguré mientras fulminaba al chico de ojos violeta con la mirada.
Él estaba sentando frente a mí y en mi despacho hacía eco la voz demandante del chico. Cuando quería algo hacía lo que sea por lograrlo, nada era imposible en mi vida y yo tenía el sartén por el mango.
-No es solo una asesina, hay mucho más en ella. Mucha más oscuridad de la que has apreciado en toda tu miserable vida, es la única mujer en nuestra generación, créeme que ella no es un objeto y de serlo sería el más peligroso. Si la tienes no solo posees a una chica asesina. Posees a la oscuridad misma, su mente es una genialidad y su sed de sangre por ahora es controlable-explicó el chico cansado de repetírmelo una y otra vez.
Entre más me contaba de la chica más me interesaba, era exótica y sobre todo única.
-Es ella o nada. No pienso renunciar al pueblo-zanjé antes de pedirle que se retirara de mi casa.
Salí del despacho y por la puerta de la entrada avisté a Jacob con la cámara en sus manos. El tipo alto y calvo lleno de tatuajes se acercó a mí.
-Aquí está, son las que pude tomar de la chica, me la encontré matando a un cuervo-mencionó Jacob mientras me entregaba la cámara.
Se retiró de la sala. Me senté en una de los cuatro sillones cafés y encendí la pequeña cámara.
En las fotos salía la chica, con esos ojos peculiares reluciendo a la luz del sol, en sus manos tenía una daga que me pareció muy familiar, creí vérsela alguna vez a Aleister. Esa chica era lo que quería, algo que de verdad deseaba a toda costa.
En sus manos yacía el cuervo empapado en sangre y una sonrisa retorcida estaba plasmada en sus carnosos labios, de verdad que lo estaba disfrutando.
Su cabello negro brillaba y ella estaba en el bosque.
REGINA MORITZ
- ¿Qué te pareció Julian? -pregunté mirando de reojo a Vania mientras caminábamos hacia la mansión de los Moritz.
-Es lindo, directo y sarcástico. Me agrado y hasta ahora es mi Moritz favorito-contestó mientras sus ojos se iluminaban levemente.
Vania ya había caído en el hechizo Moritz. Esos chicos tenían algo único, cada uno era diferente a su manera. Todos eran encantadores, incluso mi hermano Kyle. Los ojos de todos eran hipnotizadores. Todos demasiado diferentes y sobre todo exóticos, parecían esculpidos por los mismísimos dioses del Olimpo.
- ¿Y yo que? -pregunté con exageración.
-Claro que tú siempre serás mi favorita, pero hablo de los chicos-aclaró siguiendo el paso.
Después de unos minutos entramos a la gran casa.
Todo estaba sumido en un completo y sepulcral silencio, la casa como de costumbre estaba reluciente.
-Iré a buscar arriba, tú busca aquí y en el jardín-indiqué mientras me dirigía a las grandes escaleras.
En la sala no había nadie y algunos de los cuartos estaban cerrados.
- ¿Alguien está por aquí? -vociferé mientras caminaba por el pasillo.
Al poner la mano en la manija de la puerta del cuarto de Aleister, la misma se abrió fuertemente por lo que casi me caigo de boca hacia el suelo, pero entonces el chico de ojos violetas me tomó de un brazo y me levantó rápidamente.
- ¿Por qué siempre haces cosas cómo está? -pregunté con enfado incorporándome.
Él como de costumbre se veía divertido. Esos ojos azulados grisáceos en donde el violeta reinaba se iluminaron, su cabello café oscuro estaba desordenado y llevaba una gabardina negra lo que le daba un toque elegante.
-Es divertido-se limitó a responder mientras pasaba su lengua por detrás de sus dientes inferiores. Cerró la puerta y le puso seguro, después se acercó a mí con un paso firme y decidido, acorralándome en una esquina del gran cuarto-. ¿Me quieres?
Deje de retroceder. La relación entre yo y Aleister era un tanto conflictiva, los dos queríamos ser superiores, pero teníamos claro que solo había un lugar.
-No. No te quiero Aleister. No siento nada por ti ni por nadie. No te aflijas. No quiere decir que no me importes, es algo sencillo y sin ciencia alguna, como, por ejemplo, te importa el oxígeno porque sin el estarías muerto, pero no lo quieres-respondí firme clavando mis ojos en los suyos.
Soltó una suave y pequeña carcajada, él jamás se sentiría mal por algo que yo o alguien más le dijera, jamás perdería la compostura.
-Yo no me aflijo cariño. Puedo asegurar que te es difícil aceptar todo lo qué pasa en esa cabecita, jamás llegarás a mostrar debilidad ante nadie, yo más que nadie lo sé. No intentes hacerme sentir mal, sabes demasiado bien que la guerra entre tú y yo terminaría muy mal, porque o los dos vivos o los dos muertos, te lo dije una vez y te lo vuelvo a repetir, no pienso caer en los encantos de la reina.
La satisfacción se hizo presente en mí. Era tan narcisista y egocéntrico, eso me agradaba, porque era como yo, pero con mucha más exageración.
Editado: 28.07.2021