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-Tenemos que salir. Avisaron que vienen camionetas hacia la casa, creo que es Samael-avisó Julian mientras corría a la cocina por las llaves de las camionetas.
-Si no nos vamos les aseguro que nos matará. Ayer estuvo dispuesto a dejar morir a sus hombres por un estúpido juego-habló Aleister abriendo el maletín de mi arco encima de la mesa en medio de la sala.
Tomé mi arco y el carcaj. Los 5 chicos y yo nos subimos a las camionetas rápidamente.
-Necesito matarlo-murmuró entre dientes Kyle.
-Créeme que no eres el único-aseguré volteando hacia atrás-. Maldición, ahí vienen, acelera Aleister.
Fue una rápida y loca persecución, debíamos llevarlos a un lugar en donde nosotros tuviéramos ventaja. Eran dos camionetas parecidas a las nuestras.
-Le llamaré a Julian, debemos ir al bosque ahí tendremos ventaja-. Saqué mi celular y marque el número de Julian.
- ¿Qué pasa? Los cabrones nos vienen pisando los talones-informó el pelinegro un tanto preocupado.
-Lo sé, necesito que nos dirijamos al bosque, dejaremos las camionetas en el lugar que inicia e iremos a pie, conocemos el bosque y ellos no-hablé antes de colgar.
- ¿Por qué no disparan? Deberían de estarlo haciendo-opinó a Kyle confundido y tenía toda la razón.
-Les diría qué tal vez no disparan para no alborotar a la policía, pero eso ya pasó así que no sé qué planean-hablé volteando repetidas veces hacia atrás.
Aleister estacionó abruptamente la camioneta en el inicio del bosque y Julian hizo lo mismo.
Corrimos para adentrarnos lo más rápido posible, al gran bosque.
Volteé hacia el cielo y fruncí el ceño-. ¿Ese es Teodorus?
-Sí, está aquí para nosotros-respondió Aleister pasando por mi lado.
-Escóndanse en cualquier árbol, yo intentaré tirarles-ordené antes de concertarme y mirar al frente.
Ahí venían seis hombres con chalecos anti balas, rifles y también llevaban dagas.
- ¡Sería muy pesimistas de mi parte decirles que la muerte nos está respirando en la nuca! -grité antes de tomar una flecha, acomodarla en mi arco y disparar.
Le di a un chico en la frente. Fue un tiro perfecto y preciso. El hombre cayó hacia atrás muriendo instantáneamente. Pero no me esperaba que usaran sus armas de fuego. Dispararon un par de vez, comencé a correr y me escondí en el primer árbol en mi camino.
- ¡Regina Moritz, sal con las manos en alto, si sales prometo que los demás vivirán! -anunció en voz alta una voz masculina.
Lo dudé, sopesé y analicé. Tal vez si salía no terminaría muerta y ellos tampoco.
Suspiré antes de tirar mi arco y salir con las manos en alto.
- ¡Acércate! -vociferó el tipo que encabezaba al grupo.
Mis pasos eran lentos y llenos de suspicacia, no sabía lo que iba a pasar conmigo, pero ellos estarían bien.
- ¡Perdónenme, no siempre ustedes tienen que ser los salvadores, soy la reina y debo dar la cara por ustedes! -exclamé mientras seguía dando pasos cautelosos y mi labio inferior temblaba.
- ¡¿Por qué carajo?! ¡Cariño lo que estás haciendo es innecesario! -gritó Aleister preocupado y pude percibir cierto enojo en su voz.
Los cuatro hombres estaban a un metro del tipo que habló. Cuando quedé frente a él en un movimiento rápido tomándolo completamente desprevenido saqué mi daga y la encajé en su estómago. Al sacarla, la hoja estaba manchada de sangre, un torrente de ese líquido de tono carmesí salió del estómago del chico y antes de que pudiera hacer algo más se abalanzó.
Tomé su cuerpo como escudo y los cuatro hombres dispararon, en cuanto vi una posible salida corrí como nunca lo había hecho.
Busqué con mi vista el arco con una serpiente tallada en la madera. Inhalé y exhalé unas cuantas veces antes de asomar un poco mi cuerpo y disparé nuevamente mi arco.
Mi respiración era un desastre. Mi corazón estaba demasiado acelerado, tanto que lo sentía en la garganta y oídos. Mis sentidos se encontraban alerta.
Había matado a tres hombres y pensaba ir por el siguiente cuando de pronto vi una daga con suma precisión pasar por un lado de mí y quedar encajada en la frente de otro de los hombres. Volteé hacia atrás, quien la había tirado era Aleister.
- ¿Acaso creías que te dejaría sola? Escúchalo bien, eso jamás pasará porque los Moritz estamos para protegerte, así debamos morir por ello-aclaró el chico de ojos violetas, mi jodida debilidad.
Le sonreí, fijé mi vista en los tipos que faltaban, solo eran dos y nosotros seis, ciertamente llevábamos las de ganar.
- ¡Haré algo que les conviene y escúchenlo muy bien porque no pienso repetirlo! ¡Tienen tres segundos para escapar antes que sean comida para pájaros! -grité recargando mi espalda detrás de un gran árbol.
Ellos sabían que les convenía correr, éramos más y sabían que podíamos acabar con ellos en cuestión de minutos.
- ¡Querida familia bienvenidos de nuevo al juego! -anuncié y los cinco chicos no dudaron en comenzar a correr.
Me les uní y logré ver como Kyle se abalanzó sobre uno y lo degolló instantáneamente. Philipp, Tobías y Julian se encargaron del chico más bajito encajando al mismo tiempo sus dagas en el torso de chico.
El último era el más rápido, Aleister estaba cerca de él. Era ahora o nunca así que grité su nombre y tiré mi daga hacia él. La misma voló en el aire y casi pude apreciarla en cámara lenta cuando Aleister tomó la empuñadura y la encajó en la espalda del hombre. El mismo cayó hacia enfrente y ahí comenzó a desangrarse.
-Jamás dejarás de sorprendernos Regina-habló con satisfacción Philipp.
Salimos del bosque, yo iba primero que los chicos, al ver todavía a Teodorus volando levante mi brazo y el pájaro entendió la orden. Voló hacia mí y aterrizó en mi brazo.
Ahí al inicio del gran bosque estábamos los Moritz, unos psicópatas asesinos, algo verdaderamente oscuro y sobre todo fuerte. Una sonrisa retorcida se formó en nuestros labios. Nos sentíamos orgullosos de eso porque ya no había marcha atrás, la bomba había detonado para cada uno de nosotros y con el tiempo había empeorado, pero no nos generaba ningún conflicto ya que el matar nos daba vida.
Editado: 28.07.2021