El oso

Capítulo 1

La verdad que tengo poca experiencias con las mujeres, a pesar de ya haber pasado los treinta años hace un par de abriles. Tuve mi novia de la adolescencia y luego relaciones sin demasiada importancia. Es más, ya había perdido las esperanzas hasta que la conocía a Mariel. Nunca olvidaré ese día. Yo estaba ensimismado en mi pc haciendo un trabajo que  me había pedido el gerente, quien me había dicho que lo necesitaba urgente, lo quería para antes de ayer como él me dijo. Estaba concentrado y a la vez perturbado porque la red del trabajo estaba demasiado lenta. En eso escucho la voz de mi jefe que me llama, pero la escuchaba lo lejos de lo abstraído que estaba con mi tarea.

  • Bernárdez…¡¡¡Bernárdez!!!! – gritó para sacarme de mi encantamiento informático –
  • ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Bernárdez!!!!!!!!!!!!! – esta vez fue un alarido y, al fin, pude escucharlo.
  • Sí, Menossi, perdón…es que el gerente me pidió un trabajo urgente, y…
  • Si, se perfectamente el trabajo que le pidió nuestro señor gerente. Pero disculpe que robe un poco de su atención para presentarle a nuestra nueva compañera; Mariel Pafundi…

Hasta ese momento, a pesar de haberle contestado a Menossi, no había sacado mis ojos de la pantalla de la computadora. Una vez que miré a Menossi y luego a la nueva compañera, me enamoré, simplemente fue un amor a primera vista. Mariel era realmente hermosa. Su cara era perfecta. Sus ojos verdes y rasgados, su nariz pequeña y respingada, sus labios gruesos y una piel blanca y nívea. Llevaba su pelo castaño atado en una coleta perfectamente  armada. Era de una estatura media y, aunque chiquita de abajo y con caderas escasas, tenía unos pechos enormes, realmente enormes, pero yo solo miraba su rostro angelical, sus ojos  verdes como el mar, cuando es verde, claro.

  • Hola…como estás Mariel. Yo soy, como bien dijo el jefe, Bernárdez. Mi nombre es Isidoro, prefiero que me llames Isidoro.

Mariel me miró mientras nos dábamos la mano, en ese momento su expresión cambió. Ya no era la niña angélical que me había parecido en un principio.

  • Señor Bernárdez, mantengamos la distancia. Lo de llamarlo por su nombre de pila déjelo para sus noviecitas. Yo acá vengo a trabajar. Llámeme Pafundi, a secas.
  • Pafundi – musité por los nervios que me causaban su belleza, y por la firmeza y seriedad de sus palabras –
  • Así es. Pafundi.

Luego, Menossi, siguió presentándole a Mariela a todo el personal. Yo no pude seguir con mi tarea, había quedado atravesado por la belleza y la atracción que había provocado en mi Mariel, o Pafundi o como quieran llamarla. Quedé mirando mi pantalla, pensé que habían pasado unos pocos minutos, pero algo me decía que había pasado más tiempo. Comencé a escuchar gritos que no sabía bien de donde provenían, yo seguía colgado, hasta que alguien tocó, con fuerza, mi hombro derecho.

  • Bernárdez, lo llama el señor gerente. ¿Usted es sordo o está en la luna? – bramó Menossi con ímpetu en una especie de acting mal hecho

En la luna…claro que estaba en la luna, y con Mariel. Ya me había hecho una película completa, con hijos, viviendo en una casita en la sierra, con perros y gatos…si, estaba en la luna.

  • No…estaba concentrado… ¡Sí! Eso…estaba muy concentrado en el informe que me pidió el señor gerente.
  • Imaginó que ya lo habrá terminado. El gerente ya tiene que ir a la reunión de directorio…
  • Eh…todavía no…deme dos minutos...
  • ¿Dos minutos? Usted es un lento, Bernárdez. Vaya ya mismo a la gerencia.

Me levanté y fui rápidamente a la gerencia. Me anuncié con la secretaria y me dijo que entrada de inmediato. Toqué la puerta y el gerente me dijo que entrara.

  • Mi querido Bernárdez, necesito el informe. ¿imagino que ya lo tiene?
  • Eh…estaba en eso…
  • ¿Estaba en eso?
  • Si…

Justo cuando estaba por decirle al gerente que ni siquiera lo había comenzado, se abrió la puerta. Era Mariel.

  • Disculpe señor gerente. Acá traigo unas hojas que imprimió el señor Bernárdez, creo que son para usted.

Mariel le acercó las hojas al gerente y luego se retiró de la oficina. El gerente comenzó a mirar el informe mientras asentía con su cabeza. Hasta que terminó de revisar todo.

  • Buen trabajo, Bernárdez. Usted debería venderse un poco mejor, no sea tan miedoso.
  • Lo intentaré.

Salí de la oficina  y me dirigí a la posición de Mariel. Ella estaba mirando la pc pero se notaba que no estaba trabajando, estaba boludeando en internet.

  • Ma…Mariel…gracias – le dije con mi añejada timidez –
  • De nada, Bernárdez.
  • ¿Por qué lo hiciste?
  • Somos compañeros. Entre nosotros no nos vamos a cagar.
  • No. Pero la gente acá es diferente. No hacen esas cosas. Yo si lo hago y por eso me tienen de punto. Pero eso a mí no me importa, yo soy así. Me gusta ser un tipo recto.
  • Se le nota. Por eso lo ayudé. Usted fue el único que no me miró las tetas…

En ese momento me sonrojé. Yo si le había mirado las tetas y no podía creer como ella no se había dado cuenta.

 

  • Bueno…es que…la gente no es solo lo que se ve, no es solo el exterior. Vos no sos solo un buen par de tetas.
  • Ya lo sé, por eso se lo agradezco. Aparte acá seguro están todos los boludos casados y me van a tirar los perros, van a intentar a engañar a las mujeres conmigo. Pero yo no entro en esa, no me gusta, no  lo hago. Hay miles de hombres, mire si voy a andar con uno casado y compañero de laburo. Es too much.
  • Si...
  • Usted es soltero. Se le nota de acá a la China.
  • Si…soy soltero. Podés tutearme…si querés…
  • Bueno, voy a seguir laburando un poco. Después la seguirnos, Isidoro.

Al escuchar mi nombre salir de sus labios, mi corazón galopó de tal manera que parecía que iba a salirse de mi pecho y se iba a estrellar contra una de las paredes de esa oficina gris y fría.



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En el texto hay: amor, amistad, amor de familia

Editado: 27.07.2023

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