El oso

Capítulo 38

Isidoro no podía creer lo que estaba ocurriendo, miró su mano tomada a la de Jorge, apretó de nuevo su mano y, casi al unísono, sintió la respuesta de Jorge. Sin dudas, Jorge había vuelto. La miró a tía Rosa y con la mirada señaló esas manos entrelazadas. Tía Rosa vio el movimiento de esas manos y creyó que solo era el apretón de Isidoro.

– ¿Qué pasa? ¡Le estás apretando muy fuerte, lo vas a lastimar! Parecés un chico, Jorgito.

Isidoro soltó la mano de Jorge, agarró la mano de tía Rosa y la conminó a que tome la mano de Jorge, este apretó la mano de tía Rosa, quien comenzó a llorar nuevamente, pero estaba vez mucho más intensamente.

– ¡Está reaccionando! ¡Jorgito está reaccionando!

Isidoro salió rápidamente de la habitación para avisarle los médicos, debido a la hora solo encontró a una enfermera que le dijo que ya les avisaría a los médicos. Cuando entró, la vio a tía Rosa que seguí tomada de la mano de Jorge, observó ambas manos rojas de tanto apretarse mutuamente, con la otra mano, tía Rosa, acariciaba el cabello de Jorge. Por fin entró un enfermero a la habitación para ver que pasaba con Jorge.

– Hola, me presento, soy Oscar, el nuevo enfermero de Jorgito. Vamos a ver qué es lo que ocurre, en un momento va a venir el médico de guardia, si me permiten voy a revisar al paciente.

Oscar tenía todo el estereotipo del gay afeminado. Gracioso, simpático y de carácter fuerte. Era muy gracioso ver sus caras, sus movimientos ampulosos y exagerados, y sobre todo su atrevimiento sin límites.

– Bueno, vamos a ver sus signos vitales. Bueno, bueno, pero que guapo que es mi nuevo paciente, que pestañas largas tiene. En cuanto se recupere lo voy a invitar a tomar un café.

Entonces Oscar le tomó el pulso, la temperatura corporal y, por último, el ritmo cardíaco. Una vez que terminó, caminó unos pasos para atrás y sonrió con ganas.

– ¡Pero está mejor que yo! ¡Está hecho un toro este hombre!

– ¡Cuánto me alegro! – le contesté con alegría.

– Ahora va a venir el médico, cualquier cosa que necesites, corazón, me llamás. Podés decirme Oscarcito.

Se retiró de la habitación y recién ahí me di cuenta de que en todo momento la ignoró a tía Rosa que estaba con cara de pocos amigos.

– ¡Qué mal educado! Yo no existo para este tipo, ni me miró. Bueno, eso ya no importa, vamos a esperar al médico.

– Buen, tía, bancátela, no le gustaste.

– Andá, te comía con los ojos y a Jorge también. Los va a agarrar a los dos y ahí no voy estar para defenderlos…

Se quedaron un rato en silencio mirando a Jorge, tía Rosa le tomó la mano fuerte y Jorge respondió, se lo veía más flaco pero su cara había cambiado, se notaba que estaba en este mundo. Por fin llegó en médico de guardia.

– Buenas tardes, ¿Uds. son familiares del paciente?

– Bueno, no de sangre, yo soy su mejor amigo y ella es mi tía Rosa, que es como su tía también.

– Ok. Bueno, según lo que me manifestó en enfermero, el paciente ha reaccionado, ha movido la mano y están estables sus signos vitales. Yo diría que está por despertarse de un momento a otro, igualmente hay que hacerle una seria de estudios para ver como está, y si es necesario estimularlo un poco para que despierte del todo.

Justo cuando se estaban retirando el médico les pegó un grito.

– ¡Esperen! Está despertando, abrió los ojos.

Isidoro y tía Rosa volvieron sobre sus pasos y ahí lo vieron a Jorge con sus ojos abiertos, perdido pero despierto. El médico comenzó a revisarle los ojos con una linternita, se notaba que era molesto para Jorge.

– Pero se encuentra perfectamente. Y está con fuerza, mirá como me agarra la mano.

Jorge había agarrado al médico de una de sus muñecas para desviar el haz de luz de la linterna.

– Es un milagro, es un milagro. Jorgito, mi amor. Bienvenido.

Jorge la mirá a los ojos y luego al escote, su mirada se detuvo ahí y sonrió. Jorge había vuelto.

– Hermano, volviste – le dijo Isidoro mientras le tomaba la mano y le acariciaba la cabeza.

Jorge lo miró a Isidoro y le puso mala cara, se lo sacó de encima y se alejó lo poco que pudo recostado en esa cama.

– Doctor, balbuceó Jorge.

– Habló, habló – repetía una y otra vez tía Rosa entre lágrimas.

El médico acudió al llamado de Jorge y se le acercó, Jorge lo agarró de las solapas como pidiendo ayuda.

– Doctor ¿Quiénes son estas personas?

El doctor se lo quedó mirando un buen rato y nos hizo un gesto para que salgamos de la habitación. El doctor se quedó solo con Jorge mientras esperamos afuera.

– Tranquilizate, Isidoro. Esta es otra broma de Jorge, vos viste como es.

– Pensé lo mismo, tía, pero su mirada me descolocó, tenía cara de malo. Malo justo él que es lo más bueno que hay.

– Vas a ver que es una joda de él, si lo conoceré.

Después de un rato que pareció un siglo, el médico salió de la habitación con cara de pocos amigos.

– ¿Qué pasa doctor? ¿Por qué esa cara? ¿Tiene algo grave?

– Tranquila, señora, tranquila. Lo peor del golpe ya pasó. Ahora está con amnesia, es muy común en pacientes que tienen este tipo de accidentes.

– Pero… va a recuperar la memoria en algún momento… - pregunto, preocupado, Isidoro

– Claro que sí, hay que esperar. Hay gente que la recupera más rápido que otra, puede tardar una semana, un mes o incluso un año.

– ¿Un año? – retrucó Isidoro.

– Si, un año. Bueno me voy a ver a otros pacientes, nos vemos.

Isidoro se quedó sin palabras mientras tía Rosa se quedó muda y pensativa.

– Quedate tranquilo, Isi. ¡Un año! Los médicos siempre te exageran todo para que tus expectativas bajen, pero un año ni loco. Vamos a esperar y vamos a ayudarlo a que recupere la memoria lo más pronto posible. Lo bueno es que está bien, volvió.

– Sí, volvió sin ser él…



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En el texto hay: amor, amistad, amor de familia

Editado: 27.07.2023

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