Isidoro ya estaba jugado, en realidad estaba podrido de la situación. Al escuchar a Copitelli decirle que tenía al oso original, con la cámara en su interior, no se le movió un músculo.
- Tengo ese oso de mierda con la cámara, ese oso de mierda que le regalaste a Mariel - siguió Copitelli con su monólogo lleno de bronca.
Isidoro solo lo miraba hasta que lo interrumpió.
- Copitelli, me chupa un huevo que tengas el oso.
Copitelli lo miró fijo y no lo reconoció. El Isidoro, siempre amable, no estaba ahí, no estaba frente a sus ojos. Y eso a Copitelli le gustaba, quería un contrincante combativo, un tipo que le de pelea.
- No solo tengo el oso, vos sabés que conozco gente. Yo te podría pegar un tiro y se acabó el asunto, pero ni en pedo me cagaría la vida por un tipo como vos. Conozco gente en la policía, en inteligencia y en la política. Gente muy pesada, Isi. Así que no te hagas el vivo, me entero que te acercás una vez más a Mariel y te hago meter preso. Y una vez en la cárcel, te hago matar. Así como lo escuchás, así de simple. Tengo al oso, tengo el cuerpo del delito. No te olvides.
Al fin Copitelli terminó de hablar con su tono amenazante, tomó de un sorbo la poca cerveza que le quedaba en el vaso, se metió la mano en el bolsillo, sacó unos billetes y los apoyó en la mesa para pagar la cuenta. Se paró y saludó a Isidoro secamente, cuando estaba cerca de la puerta de salida sintió que lo tomaban del brazo, era Isidoro.
- Esperá, Copitelli. Vos terminaste pero yo no. No pienso acercarme a Mariel, pero no por temor ni a vos ni a tu amenaza ni a la gente de mierda que conocés, no me voy a acercar a ella porque hoy me echó, me echó como un perro de su casa. Me miró con odio, con desprecio y yo también me di cuenta que la despreció. Y la desprecio por estar con un tipo como vos, no tenés una a favor. Tenés facha... sí, mucha facha, pero sos una mierda: borracho, falopero, mafioso, infiel. La cagás a ella hasta con el gordo Fernández. Yo con una mina infeliz que se banca todo eso de un tipo, no quiero estar ni como amigo. No te preocupes, no tendrán nunca más noticias mías.
Copitelli se soltó del brazo de Isidoro y se quedaron mirada contra mirada por un segundo que pareció un siglo. Isidoro ya reflejaba tranquilidad, era como que se había quitado un gran peso de encima, a su cara había vuelto su rictus amable de costumbre. Copitelli reflejaba todo lo contrario: odio, resentimiento y hasta un poco de envidia. Envidiaba a ese hombre que tenía todo para perder pero lo afrontaba con una dignidad que él, Copitelli, no conocía, ni nunca la había tenido.
Se fue del lugar.
Isidoro se quedó un rato, en realidad hizo tiempo esperando que Copitelli se alejara un poco. Cuando al fin salió, caminó unas cuantas cuadras, en un momento se detuvo porque le había sonado el teléfono, era un mensaje de whatsapp.
- ¿Cómo andás, Isi? Perdido total por lo que veo. Cuando quieras hablamos.
Era Johana. Isidoro se quedó pensando un momento, pasaron por su cabeza miles de imágenes, miles de pensamientos. No estaba dispuesto a sacar un clavo con otro, pero Johana le gustaba y le gustaba mucho. Las veces que había estado con ella habían tenido mucha piel, encima era realmente una mujer hermosa y era buena piba. En su cabeza también estaba Mariel pero era más un malestar que un buen recuerdo. Quería olvidarla. Debía olvidarla. Ya nada quedaba entre ellos. Se decidió y le envío un mensaje a Johana. Ella le respondió rápidamente. Él la llamó y mientras caminaba hablaron, hablaron y hablaron. Ambos desnudaron sus almas como nunca lo habían hecho, ella le dijo que se había enamorado en cuanto lo vio y que, cuando hicieron el amor, había sentido lo que nunca había experimentado en toda su vida. Él le dijo casi lo mismo y no le mentía. Era lo que en eso momento le pasaba, la cerveza, el odio a Mariel, la soledad y el deseo por Johana se había mezclado y el producto fue esa confesión que no tenía un ápice de mentira. Se hizo tarde. Isi llegó a su casa y la llamó nuevamente, esta vez hablaron poco tiempo, Isidoro la invitó a cenar y Johana aceptó sin dudarlo.
A ella le costó conciliar el sueño y a él también.
Isidoro se quedó desvelado. Pensaba en su cena con Johana, la esperanza del amor había vuelto a su vida. Sabía que la víspera, siempre, es mejor que la cita. Prefirió levantarse un rato e ir al patio e intentar pensar en otra cosa. Johana le había mandado otro mensaje que decía 《Te amo》. Isidoro sonrió y recordó todas las complicaciones que había tenido por amar a Mariel, y de repente se le presentaba otra oportunidad con Johana. ¿La amaba? Realmente no lo sabía. Le atraía mucho. ¿Sentía lo mismo que había sentido por Mariel? Tampoco lo sabía, pero no lo sabía porque había olvidado lo que había sentido por Mariel. Quería ser lo más honesto con ella y, sobre todo, con él. Volvió a su habitación, apoyó su cabeza en la almohada y se durmió a los pocos minutos. Estaba seguro que lo esperaba un gran día.