El oso

Capítulo 4

La verdad no esperaba esa respuesta. Parece como que no me hubiera bastado ver el accionar de Mariel con el gordo Fernández. Era una mina de carácter y yo, como un boludo, la había buscado para que me contestara lo que me contestó. Obviamente que lo mío fue un chiste pero ella lo tomo como algo real. Se notaba que tenía sus uñas a punto de salir por cualquier contratiempo.

 

  • Bueno, Mariel. Fue solo un chiste…
  • ¡Jajajajajajajajaja! Lo mío también fue un chiste, Bernárdez. No te creas que soy con todo el mundo como fui con el gordo. Relajate, vayamos a comer a cualquier lugar pero menos a Puerto Madero, odio ese lugar. En realidad no odio el lugar, hay restaurants buenísimos en los que se come muy bien, pero ni loca pago ese dinero por comer, están re locos lo que cobran. Y por otro lado, detesto a la gente careta que va, y son la mayoría lamentablemente.
  • Bueno – después de suspirar un rato y sentirme aliviado de que solo había sido un chiste – a mí tampoco me gusta mucho Puerto Madero. Y por las mismas razones que no te gusta a vos. Mejor ir a cualquier bolichito de por acá. ¿Qué te parece, Jorge?
  • Sí, me parece bien. Espero no molestar.
  • No molestás para nada, Jorge – contestó Mariel mientras me guiñaba su bello ojo derecho –

 

Fuimos a un bar en el bajo. Uno de esos bares con mezcla de anacronismo con modernidad. Por mementos parecía que se había quedado en el tiempo, pero el dueño se ve que le había puesto un poco de onda como para quedarse suspendido en los años cincuenta. Comimos unos sándwich. Mariel nos contó de sus trabajos anteriores.

 

  • Y bueno, ahora caí en esta oficina. Espero hacer carrera, es una empresa importante. Y algún día pienso poner una empresa yo…
  • ¿y de que sería?
  • Como esta, importación  y exportación. Me gusta. Y aparte amo viajar.
  • Bueno, yo me retiro. Mariel, un gusto, y bienvenida a la empresa. Cualquier cosa que necesites podés contar conmigo, y con Isidoro.
  • Gracias, Jorge. Ustedes parecen uno…espero que no hagan todo juntos….
  • Jajajajajajajajaja…no…no…Somos muy amigos pero tenemos nuestros momentos de independencia – aclaré rápidamente –

 

Jorge se fue y por unos segundos que parecieron siglos, ninguno de los dos habló. Luego nos pisamos cuando quisimos hablar al mismo tiempo.

 

  • Bueno dale, hablá vos, Mariel.
  • No…solo te iba a decir que me sentí muy cómoda con los dos. Se los nota buena gente, pero…medio quedados, a nivel laburo digo, por lo que me contaron y por sus formas de ser…
  • Sí, eso puede ser. Lo que pasa que a veces uno no sabe cómo encarar ciertas cosas. Tal vez uno viene laburando bien, tenés un negocio entre manos, estas por abrocharlo y viene el gerente y se lo da a otro…
  • SI, eso es jodido. Pero hay que lucharla. No hay que quedarse callado. Yo te voy a ayudar, te voy a pinchar.
  • Gracias, la verdad me vendría bien…

 

Pagamos y fuimos caminando lentamente hacia la oficina. Yo estaba deslumbrado por Mariel, cuando hablaba con ella no era esa mina que mostraba los dientes antes cualquier peligro.

 

  • ¿Nunca te casaste, Bernáldez?
  • No…
  • Ya está grandecito…no pienses en mi porque podrías ser mi padre…
  • Ehhhh… ¡Qué exagerada! Tengo solo treinta y dos…
  • ¿Treinta y dos? Estás hecho pelota…
  • Ah…por eso a veces me tuteas y otras no…
  • Ya fue eso, directamente te tuteo y ya.
  • Ok. ¿Y vos que edad tenés?
  • Yo tengo veintitrés
  • Bien…
  • Ni lo pienses, Bernárdez. Yo con vos nunca voy a tener nada…
  • ¡qué pena!
  • Si, una pena.
  • Aparte no estoy muy usado…
  • No me digas que sos virgen, Bernárdez. Me agarra un soponcio.
  • No tanto, pero…
  • Bueno, no lo sos. No importa que has hecho después.
  • Igual podemos ser…
  • ¿Amigos? Si, como no. Pero mirá que yo a mis amigos les cuento todo, con lujo de detalles. Así que no te conviene ser de esos amigos que dicen serlo pero en el fondo están esperando para dar el zarpazo…
  • No, perdé cuidado. Amigos de verdad.
  • Amigos de verdad – y nos dimos la mano –
  • ¿sabes quién me gusta?
  • ¿Quién? No me digas que Jorge…
  • No…me gusta Copitelli…
  • ¿Copitelli? No…
  • Si. Ya sé que el tipo está en cualquiera, me di cuenta de su resaca. Pero siempre me gustaron esos tipos. Esos tipos que no sabes para que lado te van a saltar, esos tipos con los cuales no me siento segura. Esos tipos que me sacan de mi eje. Aparte, esos ojos. Me derritió apenas me miró. Y ese físico.  Me calienta…
  • Si, a todas las minas de la oficina, bueno, y a todas las minas de las oficinas vecinas, edificios vecinos...
  • ¡Ja! ¡Qué exagerado que sos!
  • No, para nada.
  • Mmmmm…me parece que agrandás todo para que yo pierda las esperanzas con él, pero es al revés. Amo la competencia. Si ganar algo se me hace demasiado fácil, pierde el gusto. Amo lo difícil, Bernárdez.

 

Al decirme la última frase, se acercó tanto a mi oído izquierdo que hizo que los vellos de mi cuerpo se estremecieran. Me excitó. Y mucho. No sé si era apropósito o no se daba cuenta. Subimos por el ascensor y siguió hablándome de Copitelli.

 

  • ¿Cómo te llevas con él?
  • Bien. Es un buen tipo. A mí me cae bien. Me preocupa su forma de tomar, pero bueno, eso es un tema de él.
  • Pero tal vez no tome tanto. ¡Qué sé yo! Vamos a ver.
  • Sí.

 

Llegamos al piso donde estaba la oficina, entramos y justo cerca de la puerta estaba Copitelli haciéndose un café. Mariel lo miró y lo saludó con exagerada amabilidad, Copitelli le sonrió y pareció como si toda la oficina se hubiera iluminado. Por primera vez la noté nerviosa a Mariel. Y en ese momento pensé  << ¡¿Qué tengo yo como para competir con él…!?>>



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En el texto hay: amor, amistad, amor de familia

Editado: 27.07.2023

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