Me hizo bien hablar con mi tía, era una mujer con una gran experiencia y que había luchado toda la vida contra el machismo y el que dirán de su época y también de esta época. Era muy diferente a mi vieja, por eso vivían peleando más allá del gran amor que se tenían. Yo fui, de alguna manera, criado por las dos. Papá estaba poco en casa, así que ellas me criaron, por eso yo me desarrollé con una gran sensibilidad, más femenina que masculina. Yo me sentía diferente en todos los grupos que había integrado, fuera colegio, club, gimnasio. Siempre hubo cosas de los demás hombres que nunca pude comprender, no entendía esos arquetipos que manejaban. Para ser “hombre” debías ser mujeriego, noctambulo, tener algún tipo de exceso, y yo era totalmente diferente. Obviamente que al ser diferente, con lo primero que me embromaban era con que era gay, pero nunca me molestó porque yo estaba seguro de mi sexualidad, fuera la que fuera no me molestaba y por esa razón rápidamente se fue disipando ese “chiste”. Aparte cuando yo hablaba de esos temas era tan claro que nadie me podía refutar. Para mí la libertad era lo único importante y no me importaba con quien se acostaba o no cual o tal persona, me parecía como un chusmerío estúpido. Ahora a mi edad nada de eso me planteo ni me lo pongo a pensar, solo saco a relucir lo que pienso cuando escucho pavadas grandes, mientras tanto que cada uno siga su camino. A veces no es bueno intentar abrirle los ojos a cierta gente, no “avives” giles, decían en una época.
Me costó despertarme a la mañana siguiente, casi ni dormí. Cuando llegué a la oficina con Jorge, nos encontramos con Mariel charlando animadamente con Copitelli. Yo no sé cómo había hecho ese hombre para levantarse de la cama y ya estar en el trabajo. Mariel estaba exultante, todo lo que decía Copitelli le daba gracia. A nosotros nos saludó maquinalmente, creo que no se dio ni cuenta de quienes éramos.
Me hizo bien hablar con Jorge. Tenía razón en todo lo que me había dicho. Mariel estaba enceguecida con Copitelli. Lo único que no entendía era el juego que hacía conmigo. Yo le había dicho que me gustaba, me dijo solo amigos y …ese mensaje de anoche para que la ayude…no me cerraba demasiado…
Germán era un buen tipo. Muy trabajador y muy preocupado por su aspecto físico. Iba al gimnasio, hacía dieta y vestía a la moda. No dajaba nada librado al azar. Lo único era que no daba puntada sin hilo, estaba a la búsqueda de levantarse cuanto tipo se le cruzara, yo incluido, no discriminaba para nada. Igual yo sabía que conmigo era todo joda, él sabía que nunca iba a acceder, ya era como una broma clásica. Y la verdad que tenía razón lo que me había dicho, tenía que salir a divertirme. El día se hizo medio de goma, al terminar la jornada fuimos con Jorge a tomar algo cerca del trabajo. Era un lugar tranquilo pero en el que había bastantes oficinistas como nosotros, y la mayoría eran mujeres. Cuando estábamos concentrados charlando de nuestras cosas, sentí una mano amistosa en mi hombro.
Era Copitelli.