Capítulo 25
Don Tránsito ingresó a la iglesia por la puerta trasera de la iglesia, yo desde mi posición privilegiada pude ver todo el movimiento. Lo hicieron pasar con los ojos cerrados, mientras tía Rosa salía por la misma puerta que él había ingresado. Ella había llegado antes que nadie, totalmente ajena a las milenarias costumbres. No solo era ansiedad, simplemente quería que todo acabe rápido. Así que cuando salió de la iglesia subió al enorme auto negro que la había trasladado hasta allí. Ahora el que estaba nervioso esperando era Don Tránsito, pero sus nervios eran diferentes a los de tía Rosa, él tenía los novios de aquel que está acostumbrado a que le vaya mal en el amor, a que lo claven, a que le rompan el corazón. En un momento se dio vuelta e hicimos contacto visual, me miró, sonrió y levantó sus dos cejas como diciendo, donde está tía Rosa. Yo simplemente le sonreí y le hice ok con mi dedo pulgar derecho erectado. Don Tránsito caminaba de un lado para el otro. En un momento llegó más gente a la iglesia, entre ello Jorge que se sentó entre mi hermana y yo.
- ¿Qué pasa, Isi? No me digas que tía Rosa se arrepintió. Bueno, era hora que se diera cuenta que se iba a casar con un salame.
- No seas malo, Jorge. Tía Rosa ya vino, estuvo acá dentro de la iglesia hasta hace poco.
- ¡Epa! Estaba ansiosa por su galán.
- No seas así. Quiero disfruar de esta fiesta. Tía Rosa quiere pasarla bien.
- Y la va a pasar de maravilla. No me quiero ni imaginar lo que gastaron en la fiesta, viste lo que es ese salón donde la hacen, en ese hotel carísimo.
- Sí, la verdad que Don Tránsito no hizo mella en los gastos.
- Y no. Escuchame, ¿quién es esa que está al lado de María? — me susurró en el oído.
- Es Jordana. Una amiga de María.
- Está buena che, que nombre raro.
- Sí, que se yo.
- Pero pará, está muy buena. ¡Que morocha!
- Más que morocha yo la veo negra, a los sumo mulata.
- ¡Qué carajo importa el color! ¡Está terrible esa pendeja!
- En realidad… — justo en ese momento se notó que María escuchó algo o simplemente se dio cuenta ya que nos conocía mucho.
- Jorge, ojito vos. Mi amiga es para Isi, no te hagas el vivo. Vos está noche vas a bailar conmigo toda la noche. ¿Entendido? — dijo María con su acostumbrado carácter fuerte y podrido. Porque ella tenía eso, mal carácter y mucho carácter. A veces confundimos y creemos que una persona con mal carácter también tiene carácter fuerte, pero, hay gente que solo ladra pero no muerde.
- Bueno, María, si me lo vas a pedir así con la amabilidad que te caracteriza como me voy a negar.
- No te hagas el vivo, Jorgito. Dejalo tranquilo a Isi con ella. Ya hablé con ella y le encanta mi hermano, así que.
- Ok. Ok.
Jorge se quedó un rato callado y se acercó un poco más a mí.
- Es infernal el lomo que tiene es piba.
- ¿Sí? No la vi bien todavía. La vi siempre sentada.
- Pero vos sos el tipo más pelotudo del mundo, Isi. A semejante mina hace falta que la veas parada, es un infierno así, sentada. Lo demás te lo imaginás, y generalmente, en estos casos, la realidad supera a la ficción.
- Si, puede ser.
- ¡Che! Me encanta el entusiasmo que tenés. Yo estaría saltando en una pata.
- Es bonita, sí. ¡Qué sé yo! Es una mina como cualquiera.
¡No! Ahí está tu error, todas las minas no son lo mismo. Y no hablo solo de lo físico, todos somos diferentes, por suerte. Esta piba, Jordana, es bellísima. Mirá la sonrisa que tiene, esos dientes blancos, esos labios gruesos, ese físico. Pero sabés que, si yo estoy con esa piba y resulta ser una boluda, y…podré estar un par de veces más, pero nada más.
- Pensamos igual, Jorge.
- ¡Pero a vos no se te mueve un pelo!
- Y bueno. ¿Vos nunca estuviste enamorado?
- ¡Otra vez con lo mismo! Se va a casar, Mariel se va a casar. ¿Qué es lo que no entendés?
- Puedo llegar a la iglesia en el mismo instante que el cura dice, << si hay alguien aquí que puede demostrar causa justa para detener esta boda, que hable ahora o calle para siempre >>
- Sabés que me sorprendés día a día. Sos capaz de hacer eso.
- Claro. Vos no te olvides que hice teatro, con vos. Así que…
- Hicimos teatro…sabés que tu boludez me duele a veces, a veces nada más. Porque si me doliera siempre ya estaría muerto.
- No te me mueras ahora, Jorge. No seas egoísta.
El tiempo pasaba en cámara lenta. La tía Rosa se hacía esperar. Don Tránsito era una pila de nervios. El murmullo en la bóveda de la iglesia se hacía más y más bullicioso. Jorge miraba de reojo a Jordana.
- Che, ¿De dónde es esa piba? De acá no es.
- Padre uruguayo y madre brasileña. O al revés, pero algo de eso.
- Ah. Me parecía. Ok.