El oso

Capítulo 28

Don Raimundo se terminó de bañar y de afeitarse, salió del baño y la verdad que parecía otra persona. Se le notaba que habría sido un tipo buenmozo en su buena época. Le di un traje que, como el quedaba largo el pantalón se hizo el mismo el dobladillo, perfecto y rápido.

 

  • Vos te preguntarás donde aprendí a hacer un dobladillo tan bien ...
  • Y, la verdad que sí, lo hizo rapidísimo y prolijo, casi como un profesional.
  • ¡Ja! Aprendí en la colimba. Yo era el asistente de un coronel. La mujer me enseño, previo polvo que tuvimos en su casa. Imaginate si el coronel me agarraba. Yo era muy jugado, creo que en esa época éramos más valientes que ustedes, no mediamos tanto el peligro. Pero ojo, no digo que todo tiempo pasado fue mejor, eso me parece de viejo choto. Toda época tiene su encanto.
  • ¿y de esta época que le gusta? ¿Qué le llama la atención?
  • Los culos de las mujeres. En mí época no eran tan culonas, ahora tenés flacas culonas. Son hermosas. Pero el culo de esa piba, Jordana, no tiene comparación.
  • Usted me sigue poniendo ficha.
  • ¡Claro! ¡Quiero que te diviertas, pibe! La mujer es lo más lindo que hay, peor hay que respetarlas, hay que ser claros, el chamuyo no sirve de nada, solo para herirlas y herirse uno.
  • Yo no soy de chamuyo.
  • Hacés bien. Bueno, vamos. Ya estoy listo.

 

Fuimos para la fiesta. Al llegar la gente todavía estaba entrando, así que no habíamos llegado tan tarde. Don Raimundo estaba más fresco, se le había pasado un poco la borrachera. Apenas entramos al salón me codeó.

 

  • Ahí está Jordana, mirá lo que son esas piernas, ese color. Pibe, esta es tu noche.
  • Si…la verdad que ahora que la veo está divina.
  • ¿Divina? Es una diosa. Si a mí a tu edad me daba bola una mina así, me casaba. Para que carajos vas a estar dando vueltas por ahí buscando otras seguramente no tan lindas como esta.
  • ¿Y el amor?
  • No me digas que no te enamoraste de ella todavía, yo ya me enamoré. Mirá esos labios y esos dientes blancos. ¡Pero que más querés, pibe!

 

Me quedé mirando un rato a Jordana,  y la verdad que Don Raimundo tenía razón, era bella, era bellísima y simpática, era la mujer lo que todo hombre soñaba tener a su lado, pero yo tenía la cabeza en otro lado o, mejor dicho, en mi cabeza solo había lugar para Mariel.

Mientras miraba a Jordana, hicimos contacto visual y nos saludamos desde lejos, un leve cabezazo, y sin que pasen ni dos segundos, Jorge ya estaba pegada a ella mostrando todas sus armas de seducción.

  • ¡Epa! Isidoro, no te dejes ganar por ese zángano.
  • No es un zángano, es mi amigo Jorge.
  • Cuando una mina aparece, se acabaron los amigos. Fíjate este, tu hermana te quería presentar a la piba a vos, en cuanto vos dijiste que no querías saber nada, que seguramente lo dijiste por decir, este ya se lo tomó a pecho y te limpió.

 

A esta altura, Don Raimundo parecía el diablito que se nos posa en el hombro y nos dice lo que tenemos que hacer. Faltaba que alguien lo equilibrara todo e hiciera en papel de angelito.

 

  • No pienso eso de Jorge.
  • Porque lo querés  y sos leal.
  • No, porque somos amigos.
  • Vas a ver lo que le voy a hacer y se va a hacer el ofendido. Tipico de ventajero.

 

Don Raimundo empezó a llamar a Jorge, primero con la mano, luego chifló hasta que Jorge lo miró y lo saludó. Don Raimundo empezó a silbar de nuevo, y cuando Jorge lo miró, Don Raimundo llamó con su mano derecha. Jorge le dijo algo a Jordana, seguramente que lo esperara un rato, y se acercó a nosotros.

 

  • Don Raimundo, como está usted — le dijo Jorge con un tufillo de falsedad.
  • Todo bien, Jorgito, acá con Isidoro hablando de Jordana y de vos.
  • No me meta en líos, Don Raimundo — exclame con timidez.
  • Jorge, esa piba Jordana es preciosa, el físico que tiene es único, es la más linda de la fiesta por lejos.
  • Si, Don Raimundo. Totalmente de acuerdo.
  • Pero date cuenta que sobrás. Esa piba vino para Isidoro, vos en cuanto viste la oportunidad te metiste en el medio, como buen amigo de él te pido que te abras, aparte fíjate como ella lo mira.

 

Jorge tragó saliva y no sabía si mandar a la mierda a Don Raimundo a mí.

 

  • Don Raimundo, con todo respeto — comenzó a reponderle Jorge.
  • A mí no me aclares que es con todo respeto, simplemente se respetuoso y no hace falta esa aclaración.
  • Ok. Yo no estoy haciendo nada malo, y nunca lo cagaría a mi amigo Isidoro, por otro lado creo que él tiene boca para defenderse.
  • Claro que tiene boca para defenderse, pero no se anima.
  • Don Raimundo, yo no tengo nada que ver con todo esto.
  • No seas cobarde, Isidoro. Esta noche esa piba es tuya, que Jorge se busque otra.
  • Está bien, Don Raimundo. Yo no me voy a poner a discutir con usted acá, pero con vos — mirándome a mí — después hablaremos. No sé porque no me lo planteaste vos.
  • Jorge …
  • Jorge nada, Isidoro. Viste que te dije que se iba a ofender, es lo más fácil siempre.



#43817 en Novela romántica
#7040 en Chick lit

En el texto hay: amor, amistad, amor de familia

Editado: 27.07.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.