El otro manuel

El otro manuel

El silencio era absoluto.

Manuel intentó moverse, pero su cuerpo estaba rígido, paralizado por un miedo primitivo. En la esquina de su habitación, la figura seguía ahí. No se desvanecía ni se movía, pero él sabía que lo observaba. Su silueta era idéntica a la suya, pero los ojos… esos ojos eran dos pozos oscuros y vacíos, reflejando algo que no pertenecía a este mundo.

—¿Qué… qué quieres? —logró preguntar con la voz apenas un susurro.

El otro Manuel inclinó la cabeza, como si analizara la pregunta con una curiosidad burlona.

—Te lo dije. No deberías estar aquí.

El verdadero Manuel tragó saliva. Su mente intentó buscar una explicación lógica: una pesadilla, una alucinación, un truco de la luz. Pero podía sentirlo. El frío que se filtraba en su piel, la tensión en sus músculos, el leve temblor de sus manos bajo las sábanas. Esto no era un sueño.

—¿Quién eres? —insistió, esta vez con más firmeza.

La sombra sonrió de una manera antinatural.

—Soy tú… el que debió seguir viviendo esta vida.

El corazón de Manuel latió con fuerza.

—Eso no tiene sentido. Yo soy Manuel. Siempre lo he sido.

—No —susurró la sombra, con una calma escalofriante—. Tú eres un intruso. Un error.

Manuel sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—No puede ser…

Pero entonces, una idea cruzó su mente como un rayo.

¿Y si tenía razón?

Desde que había despertado en esta nueva realidad, todo había sido extraño. Su reflejo ausente, los pequeños cambios en su entorno, la sensación de que algo estaba fuera de lugar. ¿Y si él realmente no pertenecía aquí?

—Los errores… se corrigen —añadió la sombra.

La temperatura descendió de golpe. Un aire gélido llenó la habitación. Manuel sintió su respiración volverse más pesada, como si algo invisible estuviera absorbiendo el oxígeno.

—No voy a dejar que arruines todo —continuó el otro Manuel, dando un paso hacia adelante con lentitud calculada—. Esta historia me pertenece.

Manuel apretó los dientes.

—Si de verdad eres yo, entonces sabes lo que va a pasar —dijo, con un tono desafiante—. Sabes que nuestra familia…

—Morirá —lo interrumpió la sombra sin titubear.

El estómago de Manuel se hundió.

—¿Qué…?

—El pasado es el pasado por una razón —dijo la sombra, con una voz que parecía multiplicarse en ecos—. Si lo alteras, algo peor puede despertar.

Manuel negó con la cabeza, sintiendo cómo su piel se erizaba.

—No. No aceptaré eso.

La sombra se detuvo a unos pasos de la cama. Sus ojos vacíos centellearon con un brillo enfermizo.

—Entonces, tendremos un problema.

Y antes de que Manuel pudiera reaccionar, la sombra saltó sobre él.

El aire se volvió espeso y helado. Algo intangible lo envolvió, presionándolo contra el colchón. Su garganta se cerró. Intentó gritar, pero el sonido quedó atrapado en su pecho. Sus manos se movieron desesperadas, buscando apartar a su atacante, pero no tocaban nada sólido. Era como intentar empujar humo.

La presión aumentó.

Un zumbido comenzó a resonar en su cabeza.

Su visión se volvió borrosa.

El mundo se apagó.

---

Despertó con un sobresalto.

El sol matinal entraba por la ventana, iluminando su habitación con una calidez que contrastaba con el frío que aún sentía en la piel. Su pecho subía y bajaba con fuerza, cubierto de sudor frío. Miró a su alrededor, con el corazón golpeándole las costillas. Todo estaba exactamente igual que la noche anterior. No había ninguna sombra en la esquina.

¿Había sido un sueño?

Se llevó una mano al rostro y respiró hondo. No. Había sentido demasiado real.

El peso en su pecho.

El frío en el aire.

El miedo que todavía latía en sus venas.

Un golpe en la puerta lo sacó de su trance.

—¡Manuel, despierta! Mamá dice que bajes a desayunar antes de que Tomás se coma tu pan dulce —la voz de Laura sonó con impaciencia.

Manuel tardó un segundo en responder.

—¡Ya voy!

Su voz sonó normal, pero sus manos seguían temblando. Se quedó sentado un momento, respirando hondo. El peso en su pecho se había ido… pero la sensación de que alguien lo observaba no desaparecía.

Se puso de pie y caminó hacia el espejo.

Su reflejo le devolvió la mirada.

Era el mismo niño de diez años de ayer.

Pero algo en su expresión no era igual.

Frunció el ceño.

Algo no estaba bien.

Parpadeó.

Por un instante, en la sombra de la puerta, algo se movió.

Una sonrisa apenas perceptible.

Manuel giró la cabeza de golpe…

Nada.

Su habitación estaba vacía.

Pero él sabía la verdad.

El otro Manuel seguía ahí.

Y esto… apenas estaba comenzando.



#327 en Thriller
#146 en Misterio
#121 en Suspenso

En el texto hay: amistad amigos familia

Editado: 13.03.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.