El reflejo no estaba ahí.
Manuel sintió que algo dentro de él se hundía. Se quedó inmóvil, observando el espejo con la esperanza de que todo hubiera sido un error. Levantó una mano temblorosa y la acercó a la superficie. Su piel chocó contra el vidrio frío, pero no hubo imagen reflejada.
El cuarto detrás del espejo era su habitación… pero algo estaba mal. La sábana en su cama estaba levemente desordenada, aunque en la realidad él la había dejado estirada. Un libro que estaba sobre su escritorio en su mundo real, en el reflejo estaba en el suelo. Y en la esquina, la silla de su escritorio apuntaba hacia la pared, cuando él estaba seguro de haberla dejado mirando a la puerta.
Su respiración se volvió pesada. Dio un paso atrás, apartando la vista solo un segundo. Cuando miró de nuevo… todo estaba normal.
No sabía qué le aterraba más: que su reflejo hubiera desaparecido, o que el espejo pareciera estar jugando con él.
No podía quedarse ahí. Salió de la habitación sintiendo un nudo en el estómago.
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Sospechas en casa
En la cocina, su madre estaba preparando café y su padre hojeaba el periódico. Laura estaba distraída con su celular, pero cuando Manuel entró, levantó la mirada y frunció el ceño.
—Tienes cara de zombi —soltó sin preámbulos.
—Buenos días para ti también —respondió él, tratando de sonar normal.
Se sentó y sirvió cereal en su tazón, pero no pudo evitar mirar de reojo la cafetera de metal. Ahí debería reflejarse… pero solo veía la silueta de su madre y la de Laura.
No la suya.
Apartó la vista de inmediato.
—¿Dormiste bien? —preguntó su madre.
—Sí… más o menos —dijo él, revolviendo el cereal sin ganas.
—No pareces muy convencido —intervino Laura.
Manuel sintió que su corazón latía más rápido.
—Solo tuve un sueño raro.
Laura inclinó la cabeza, pensativa.
—Eso me recuerda algo… Anoche, cuando pasé por tu cuarto, sentí algo raro.
Manuel dejó la cuchara.
—¿Cómo “raro”?
—No sé… como si hubiera alguien ahí contigo.
El silencio se hizo denso.
—Seguro estabas medio dormida —dijo su madre con una sonrisa—. A veces la casa hace ruidos.
Laura no parecía tan segura.
—Tal vez…
Manuel tragó saliva y siguió comiendo en silencio.
No había hablado con nadie.
Pero su reflejo sí.
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Las sombras en los reflejos
En la escuela, intentó evitar cualquier superficie reflectante. Pero eso era casi imposible. Los vidrios de las ventanas, las pantallas de los celulares, incluso los charcos en el patio… todos eran recordatorios de que su reflejo no estaba donde debía estar.
En clase, Clara y Julián notaron su distracción.
—Manuel, en serio, ¿qué te pasa? —preguntó Clara con seriedad.
Él negó con la cabeza.
—Nada.
—Tu “nada” es el “algo” más obvio que he visto en mi vida bromeo Julián.
Clara no parecía convencida.
Julián rió.
—Tal vez Manuel es un vampiro y no quiere decirnos.
Clara le lanzó una mirada de fastidio, pero Manuel se quedó helado.
Porque en la ventana del aula, donde el reflejo de todos debía estar… el suyo no aparecía.
Pero sí había algo más.
Algo que se movió entre los reflejos de los demás.
Manuel sintió que la sangre se le congelaba.
Se obligó a desviar la mirada, tratando de no perder la calma. Pero entonces, Clara giró la cabeza rápidamente hacia la ventana, como si también hubiera visto algo.
Por un momento, ambos se quedaron en silencio.
—¿Viste…? —comenzó a preguntar Clara.
—Nada —la interrumpió Manuel de inmediato.
Ella frunció el ceño.
—Seguro fue mi imaginación… —murmuró, volviendo su atención al pizarrón.
Manuel no estaba tan seguro.
Porque ya no solo él se daba cuenta de que algo estaba mal.
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Una presencia en su habitación
Esa noche, Manuel cerró la puerta de su cuarto y cubrió el espejo con una sábana. No quería verlo. No quería pensar en él.
Pero entonces, mientras intentaba dormirse, escuchó un sonido.
Un leve susurro.
Contuvo la respiración.
El sonido venía del espejo.
Lentamente, muy lentamente, se sentó en su cama, mirando la sábana que cubría el vidrio.
El susurro cesó.
Pero entonces, la sábana se hundió levemente hacia adentro, como si algo desde el otro lado estuviera empujándola.
Manuel sintió un terror frío treparle por la espalda.
Se quedó inmóvil, sin saber qué hacer.
Y justo antes de que pudiera reaccionar… la sábana cayó al suelo por sí sola.
El espejo estaba ahí.
Y su reflejo había regresado.
Pero no se movía con él.
Parpadeó lentamente, como si estuviera calculando cada movimiento.
Luego, Manuel levantó la mano… y su reflejo tardó un segundo en imitarlo.
Esa misma pausa que había visto antes.
Como si estuviera aprendiendo a ser él.
Y entonces, el reflejo sonrió.