La puerta seguía sin moverse. Manuel la golpeó con el hombro, pero solo logró hacerse daño.
—Genial —murmuró Julián—. Nos atraparon.
Clara giró la perilla con desesperación, pero la puerta no cedió. Algo estaba bloqueándola desde el otro lado.
—¿Y ahora qué? —susurró.
Manuel no respondió. Sus ojos estaban fijos en el espejo del pasillo.
No reflejaba lo que debía.
El pálido reflejo de la habitación era más oscuro de lo normal, como si la luz no pudiera entrar del todo en el cristal. Y en medio de esa penumbra, había alguien más.
Un hombre alto y delgado, con un traje impecable. Sus ojos oscuros parecían absorber la luz, y su sonrisa… no era amigable. Era la sonrisa de alguien que sabía demasiado.
—¿Eso es…? —Clara no terminó la frase.
—No se muevan —susurró Manuel.
Manuel sintió la boca seca.
—¿Quién eres? —logró preguntar.
El reflejo sonrió aún más, como si hubiera estado esperando esa pregunta.
—Uno de tantos —repitió, sin apartar la mirada de Manuel.
El espejo vibró levemente. El reflejo levantó una mano y, con un chasquido, la puerta detrás de ellos se desbloqueó.
—Ah… gracias, supongo —dijo Julián, sin moverse.
—No tan rápido —la voz sonó otra vez.
El hombre en el espejo dio un paso adelante. O mejor dicho, su reflejo lo hizo. Pero en la habitación, nadie más se movió.
—Si cruzan esa puerta ahora, todo se complicará.
Manuel sintió un escalofrío.
—¿Más de lo que ya está?
—Mucho más.
Julián intercambió una mirada con Clara y Manuel. Luego, con una confianza que definitivamente no sentía, señaló al espejo.
—Bien, pero antes de seguir… una pregunta importante.
El reflejo lo miró en silencio.
—¿Eres un fantasma, un demonio, una entidad interdimensional o solo un tipo muy raro con un fetiche por los espejos?
El reflejo sonrió aún más.
—Sí.
—¿Sí a cuál?
—Sí.
Julián abrió la boca, pero Manuel lo detuvo con una mano en el hombro.
—No hagas más preguntas. Solo vámonos.
—Por una vez, estoy de acuerdo —susurró Clara, avanzando hacia la puerta.
El reflejo no los detuvo. Solo los observó. Cuando Manuel cruzó el umbral, escuchó la voz una última vez.
—Nos vemos pronto, Manuel.
El sonido de su propio nombre hizo que se le erizara la piel. Se giró para preguntar cómo lo sabía, pero el espejo ya solo reflejaba la habitación vacía.
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Las Sombras Nos Ven
Salieron al pasillo sin mirar atrás. Nadie habló hasta que estuvieron en la calle. La noche era espesa y la ciudad parecía menos real que antes, como si algo hubiera cambiado.
—Bien, entonces… ¿alguien quiere pizza? —dijo Julián, tratando de aliviar la tensión.
—¡¿Pizza?! ¡Casi morimos ahí adentro! —exclamó Clara.
—Justo. Necesito carbohidratos para procesarlo.
Pero Manuel no los escuchaba.
Había algo en su reflejo en la ventana de un auto estacionado. Se veía normal, pero por primera vez dudó de lo que veía.
Porque el vidrio del auto se empañó levemente.
Como si alguien del otro lado estuviera respirando.
Y en medio de la niebla, apareció un mensaje escrito con un dedo invisible.
Dos palabras.
> "Aún no."
Manuel se quedó helado.
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