El despertador sonó como cualquier otro día. Manuel lo apagó con un golpe flojo y se quedó un rato más en la cama, arropado hasta la cabeza.
Desde la cocina llegaban los sonidos habituales: platos chocando, el murmullo de la radio, su madre pidiéndole a su hermana que bajara a desayunar.
—¡Cinco minutos más! —gritó su hermana desde su cuarto.
Manuel suspiró. Era una escena que había visto mil veces. Podía predecir lo que pasaría después. Su madre perdería la paciencia. Su hermana se quejaría. Y al final, él bajaría primero.
Se sentó en la cama, sintiendo el frío del piso en los pies descalzos.
Todo parecía normal.
Pero en su escritorio, justo donde lo había visto la noche anterior, seguía el papel con las palabras que lo habían hecho estremecer.
> "Aún no."
No había sido un sueño.
Tomó el papel con cuidado, como si al tocarlo pudiera desvanecerse. La caligrafía seguía siendo desconocida, las palabras igual de inquietantes.
"¿Aún no qué?"
Trató de recordar cómo había llegado ese papel allí, pero su memoria era un laberinto lleno de callejones sin salida. Solo tenía sensaciones borrosas.
El peso del aire antes de la tormenta.
Un murmullo en la oscuridad.
El reflejo de algo—¿o alguien?—que no debía estar ahí.
Y luego, más claros.
Un parque al atardecer. Su hermana llamándolo con impaciencia. "¡Manuel, ven ya!"
Un reloj de pared, marcando las 3:17.
El sonido del agua goteando en algún lugar.
Un cuaderno con notas escritas a toda prisa.
Se llevó las manos a la cabeza.
Algo dentro de él le decía que no era la primera vez que vivía este día.
No era solo una sensación. Había pequeños detalles, cosas que parecían repetirse de una forma que no podía ignorar.
El parque. El reloj. La voz de su hermana.
Y la promesa.
Ese pensamiento lo golpeó como un rayo.
No sabía cuál era la promesa, pero sí que existía.
Con manos temblorosas, revisó sus cosas. Cuadernos, dibujos, papeles sueltos. Todo parecía normal. Pero en su libro de historia, entre las páginas, encontró otro papel.
Tres palabras.
> "Recuerda la promesa."
Manuel sintió un escalofrío.
Alguien quería que recordara.
Pero alguien más… alguien más quería que olvidara.
El mensaje de la noche anterior, "Aún no," ¿era una advertencia? ¿Un aviso de que todavía no estaba listo para recordar?
Manuel apretó los dientes.
Si alguien lo había traído hasta aquí con un propósito, era momento de descubrir cuál.
Y esta vez, no dejaría que lo hicieran olvidar otra vez.