El otro manuel

Tras las huellas de salazar

Manuel, Julián y Clara, a sus 10 años, se adentraban cada vez más en el misterio que envolvía la desaparición de Martín Salazar, un antiguo alumno de su colegio. Habían descubierto que Martín desapareció durante un incendio en su apartamento, lo que añadía más intriga a la situación. Decidieron visitar la casa de los padres de Martín, con la esperanza de encontrar pistas que los ayudaran en su búsqueda.

Al llegar, fueron recibidos por la señora Salazar, una mujer de semblante afligido pero amable.

—Buenas tardes, señora Salazar. Somos alumnos de la escuela donde estudió Martín y estamos preocupados por él. ¿Podríamos hacerle algunas preguntas? —preguntó Clara con delicadeza.

La señora Salazar los invitó a pasar y les ofreció galletas caseras. Mientras las saboreaban, Julián, con migajas en la boca, intentó hablar, provocando las risas de todos.

—Mi hijo siempre tuvo una pasión por los misterios. Desde pequeño le encantaba resolver enigmas y leer novelas de detectives —comentó la señora Salazar con una sonrisa nostálgica.

—¿Sabe si estaba investigando algo antes de su desaparición? —inquirió Manuel.

La mujer asintió. —Sí, mencionó que había descubierto algo extraño en la escuela y que estaba decidido a llegar al fondo del asunto.

—¿Notó algo inusual en su comportamiento recientemente? —preguntó Clara.

—Estaba más reservado de lo habitual, pero atribuí eso a su investigación. Nunca imaginé que algo así podría suceder —respondió la señora Salazar, con lágrimas en los ojos.

—¿Tenía enemigos o alguien que pudiera desearle algún mal? —cuestionó Julián.

La señora Salazar negó con la cabeza. —No que yo sepa. Martín era querido por todos.

Con cada respuesta, surgían más preguntas sin resolver: ¿Qué había descubierto Martín en la escuela? ¿Estaba su desaparición relacionada con el incendio? ¿Qué conexión tenía el reflejo en el espejo que mencionó antes de desaparecer?

Decididos a encontrar respuestas, los niños se dirigieron a la escuela, convencidos de que allí hallarían más pistas. Decidieron explorar el sótano, un lugar que Martín solía mencionar en sus conversaciones sobre misterios.

Al llegar, encontraron una puerta cerrada con candado. Julián, siempre ingenioso, sacó un clip de su bolsillo y, tras varios intentos fallidos y comentarios jocosos de Clara, logró abrirla.

—¡Nunca subestimen el poder de un clip! —exclamó Julián, haciendo una reverencia exagerada.

Dentro del sótano, descubrieron una habitación oculta llena de documentos y espejos antiguos. Uno de los espejos tenía una nota pegada que decía: "El reflejo revela la verdad oculta".

—¿Qué crees que significa esto? —preguntó Manuel, mirando el espejo con curiosidad.

—Tal vez Martín descubrió algo a través de este espejo —sugirió Clara.

Mientras seguían investigando, escucharon pasos acercándose. Sin tiempo que perder, se escondieron detrás de unas cajas. Desde su escondite, vieron al conserje de la escuela entrar y revisar los espejos.

—Tenemos que salir de aquí antes de que nos descubra —susurró Julián.

Con sigilo, los niños lograron escapar del sótano y se refugiaron en el patio de la escuela. Allí, compartieron sus hallazgos y decidieron que era momento de buscar ayuda.

—Necesitamos a alguien que pueda entender todo esto y nos ayude a encontrar a Martín —dijo Manuel.

—¿Y si hablamos con el director? —sugirió Clara.

—No sé si podemos confiar en él. ¿Y si está involucrado? —respondió Julián.

Tras debatirlo, decidieron acudir al profesor de historia, el señor Gómez, conocido por su pasión por los misterios y su disposición a ayudar a los alumnos.

Nunca pensaron que hablar con gómez, les iva a traer mas preguntas que respuestas



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En el texto hay: amistad amigos familia

Editado: 13.03.2025

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