—Necesitamos un plan perfecto —dijo Manuel, con seriedad.
—Un plan infalible —agregó Clara.
—Un plan tan bueno que nos recuerden como leyendas en esta escuela —sentenció Julián, subiendo un pie a la silla como si estuviera en un barco pirata.
Estaban en la casa de Manuel, rodeados de papeles con garabatos, lápices y un paquete de galletas abiertas. Clara insistía en que eran "alimento estratégico", aunque Julián parecía más interesado en comérselas que en el plan.
—Bien —dijo Manuel, dibujando un diagrama con líneas torcidas—. Sabemos que la oficina de Gómez está en el segundo piso, pero siempre hay profesores rondando.
—Así que necesitamos una distracción grande —dijo Clara.
—Podríamos soltar una rana en el pasillo —sugirió Julián.
—¿De dónde sacarías una rana? —preguntó Manuel, alzando una ceja.
—Detalles, detalles…
—¿Y si fingimos una emergencia? —propuso Clara—. Algo que haga que todos los adultos salgan corriendo.
—Como un incendio —dijo Julián, emocionado.
—¡No vamos a prender fuego a la escuela! —exclamó Manuel.
—Ok, ok, algo menos peligroso… ¿una fuga de gas?
Clara suspiró.
—Mejor algo que no nos meta en la cárcel.
Después de muchas ideas ridículas (como traer un payaso o hacer que Julián se hiciera el desmayado), al fin lograron un plan sensato.
Fase 1: El Código "Ratoncito”
Clara distraería al profesor Gómez con una pregunta absurda para sacarlo de su oficina.
Fase 2: La Gran Distracción
Julián soltaría una caja de canicas en el pasillo, provocando caos y obligando a los profesores a recogerlas.
Fase 3: La Infiltración
Mientras todos estaban distraídos, Manuel entraría en la oficina y buscaría pistas.
—Es brillante —dijo Clara, con satisfacción.
—Es arriesgado —dijo Manuel.
—Es perfecto —concluyó Julián.
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El Día de la Misión
Todo salió según lo planeado.
Clara se acercó a Gómez con su mejor cara de niña inocente.
—Profe, tengo una duda sobre el teorema de Pitágoras.
—¿No están viendo fracciones? —preguntó Gómez, desconfiado.
—Sí, pero si un triángulo tiene lados invisibles, ¿cómo calculamos la hipotenusa?
Gómez parpadeó.
—¿Lados invisibles?
—Sí, imagínese que…
Clara comenzó a divagar mientras Gómez intentaba descifrar si estaba siendo engañado o si de verdad tenía esa duda.
Mientras tanto, en el pasillo, Julián "accidentalmente" dejó caer la caja de canicas.
Las pequeñas esferas rodaron por todas partes.
—¡Cuidado! —gritó alguien, justo cuando un profesor casi resbalaba.
—¡Las canicas están vivas! —exageró Julián, agitando los brazos como si fueran criaturas malignas.
En segundos, alumnos y profesores intentaban recogerlas antes de que ocurriera una desgracia.
Con el caos en su punto máximo, Manuel se deslizó hasta la oficina de Gómez y abrió la puerta.
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Dentro de la Oficina de Gómez
El interior era más sombrío de lo que imaginaba. Un escritorio desordenado, una pizarra con símbolos extraños y un gran espejo en la pared.
Manuel se acercó al escritorio. Había un cuaderno con el mismo símbolo que habían visto antes. Lo abrió rápidamente, pero no entendió nada: estaba escrito en un idioma desconocido.
—¿Qué es esto…?
De repente, un escalofrío le recorrió la espalda.
Sintió que algo se movía detrás de él.
Miró al espejo.
Su reflejo no estaba quieto.
Las sombras dentro del cristal se ondulaban solas. Una de ellas comenzó a estirarse, como si tratara de alcanzarlo.
—¡No! —susurró Manuel, dando un paso atrás.
En el reflejo, la puerta estaba abierta.
Y alguien estaba ahí.
Una figura oscura, sin rostro, lo observaba desde el otro lado del espejo.
—¡MANUEL, SAL DE AHÍ! —gritó Julián desde afuera.
Reaccionó justo cuando la sombra pareció lanzarse hacia él. Agarró el cuaderno y salió disparado, cerrando la puerta con un golpe.
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Después de la Misión
Los tres se escondieron en el patio, respirando agitadamente.
—¿Qué viste ahí dentro? —preguntó Clara.
Manuel abrió el cuaderno.
Dibujos de espejos, diagramas de sombras…
En la última página, una sola frase en español:
"Si miras demasiado, ellos te miran de vuelta."
Silencio.
Manuel volvió a mirar el cuaderno, con el corazón latiéndole en los oídos.
Había visto algo moverse. No era su imaginación.
¿O sí?
Por un instante, dudó.
Pero recordó la sensación. Ese frío en la nuca. Esa certeza de que no estaba solo.
Cerró el cuaderno con fuerza.
—Sea lo que sea… tenemos que averiguar la verdad.
Clara y Julián asintieron.
El misterio apenas comenzaba.
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Editado: 01.04.2025