El otro manuel

Más preguntas que respuestas

Los tres estaban sentados en la banca más alejada del patio, con el cuaderno de Gómez entre ellos como si ardiera. Julián lo miraba con desconfianza, Clara con curiosidad, y Manuel… Manuel intentaba convencerse de que lo que había visto en la oficina no había sido real.

—Bueno, al menos no nos atraparon —dijo Julián, rompiendo el silencio incómodo.

—Sí, pero casi mueres resbalando con tus propias canicas —comentó Clara con una media sonrisa.

—¡Ese era el plan! Un buen espía siempre está dispuesto a sacrificarse por la misión.

—Claro, claro, "sacrificio heroico" —dijo Manuel, rodando los ojos. Luego miró el cuaderno—. Ahora, ¿qué hacemos con esto?

Clara lo abrió y pasó las páginas llenas de símbolos extraños, diagramas de espejos y anotaciones en un idioma que ninguno entendía.

—¿Y si es un hechizo para invocar al otro Manuel? —bromeó Julián, dándole un toquecito al cuaderno con el dedo.

—¿Y si dejas de ver tantas películas? —respondió Manuel, sin ganas de seguirle el juego.

Entonces, Clara llegó a la última página y su expresión cambió.

—Miren esto…

Había una lista de fechas escritas en español. Algunas estaban tachadas, otras rodeadas con círculos.

—¿Son fechas importantes? —preguntó Manuel.

—No sé, pero mira esta… —Clara señaló una en particular—. Es de hace dos días.

El silencio se hizo más pesado.

—Esto es raro —dijo Julián finalmente—. Muy raro.

Manuel frunció el ceño y revisó más páginas. Había esquemas de reflejos, dibujos de sombras proyectadas en lugares imposibles y palabras escritas con letra temblorosa:

"Ellos nos observan. No reflejes demasiado. No mires demasiado."

En otra página, junto a un boceto de un espejo enorme, había algo más:

"Uno de ellos ha salido."

Manuel sintió un escalofrío en la espalda.

—No me gusta esto —susurró.

—¿Qué significa "uno de ellos ha salido"? ¿De dónde? —preguntó Clara, con la voz más baja de lo normal.

—¿Y quiénes son "ellos"? —añadió Julián, mirando a su alrededor como si esperara ver algo moverse.

No había respuestas en el cuaderno, solo más preguntas.

Clara iba a cerrarlo cuando Manuel notó algo. En la última página, escrita con una caligrafía diferente y más reciente, había una sola frase:

"Nos vemos pronto, Manuel."

El aire se volvió denso a su alrededor.

—Esto… esto no estaba aquí antes —susurró.

Clara y Julián lo miraron. Nadie dijo nada.

Y entonces, Manuel bajó la mirada y vio su reflejo en un pequeño charco de agua bajo la banca.

Su reflejo parpadeó.

Pero él no.

Mientras tanto, en la oficina de Gómez

El profesor Gómez revisaba su escritorio con el ceño fruncido. Papeles desordenados, libros en su sitio… pero el cuaderno no estaba.

Buscó en los cajones, debajo de algunos documentos. Nada.

Su mandíbula se tensó. Caminó hacia el espejo de su oficina y pasó la mano sobre el marco, como si esperara encontrar algo ahí.

Su reflejo lo miró con la misma seriedad.

—No puede ser… —murmuró.

Volvió al escritorio y sacó un pequeño papel arrugado. Estaba en blanco, pero cuando lo sostuvo bajo la luz, unas palabras aparecieron:

"Lo tienen."

Gómez cerró los ojos y apretó el papel con fuerza.

—No debieron encontrarlo.

Un sonido sutil se escuchó en la oficina. Un leve crujido, como si alguien hubiera pisado el suelo detrás de él.

Se giró bruscamente. No había nadie.

Pero cuando miró el espejo otra vez, su reflejo ya no lo estaba imitando.

Sonreía.




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