El cielo gris pesaba sobre la ciudad, y Manuel lo agradeció. Un día nublado significaba menos reflejos, menos vidrios donde su imagen pudiera devolverle una inquietud que no quería admitir.
No estaba asustado. No. Solo eran… coincidencias raras.
Bajó la mirada mientras caminaba hacia la escuela, con las manos metidas en los bolsillos. No quería darle importancia, pero sus pies se movían más rápido de lo normal.
Entonces lo notó.
En la vidriera de una tienda, su reflejo giró la cabeza un segundo después que él.
Se detuvo un instante, respirando hondo.
Tal vez solo estaba cansado. Tal vez su mente le jugaba una broma.
No quiso pensarlo más y siguió caminando.
Un reflejo que observa
Al llegar al colegio, decidió pasar por los baños antes de entrar al salón. Se mojó la cara y levantó la vista.
Su reflejo estaba ahí, igual que siempre.
Respiró hondo y se giró hacia la puerta.
Pero, por el rabillo del ojo, notó algo.
Su reflejo seguía mirándolo.
El estómago se le encogió.
Se quedó quieto, sin moverse, y contó hasta tres. Luego, giró de golpe.
Su reflejo estaba en su sitio, normal, haciendo lo que debía hacer.
Manuel exhaló despacio y salió del baño.
No pasó ni un segundo antes de que Julián apareciera frente a él.
—¡Buh!
—¡Agh!
—Ja, qué fácil asustarte. ¿No dormiste bien o qué?
Manuel negó con la cabeza, intentando sacudirse el escalofrío.
—No es nada.
Desde su pupitre, Clara le lanzó una mirada sospechosa.
—Oye, ¿te hiciste emo y no nos avisaste?
—No estoy raro.
—Entonces, ¿por qué tienes cara de que viste un fantasma?
Manuel abrió la boca para responder, pero su mirada se desvió a la ventana del aula.
Su reflejo estaba ahí, igual que siempre.
Solo que… su expresión era distinta.
No algo evidente. Un detalle sutil en la ceja, la tensión en la mandíbula. Como si hubiera una diferencia mínima entre él y su reflejo.
Parpadeó. Miró de nuevo.
Todo normal.
Julián se inclinó con una sonrisa burlona.
—Tal vez está enamorado.
—¡No estoy enamorado!
—Uh, eso suena como algo que diría alguien enamorado.
—¡Cállense!
Clara y Julián rieron, pero Manuel sintió una incomodidad creciente en el pecho.
Porque ahí, en el reflejo de la ventana, Clara y Julián no estaban sonriendo.
Pero su reflejo sí.
Sintió un escalofrío en la nuca.
Se frotó los ojos y volvió a mirar.
Todo normal.
Se obligó a prestar atención a la clase, pero no pudo concentrarse.
Bajó la vista a su celular. La pantalla apagada le devolvió su imagen.
Solo que su reflejo no estaba mirando la pantalla.
Lo estaba mirando a él.
Manuel sintió un vacío en el estómago.
Su primer instinto fue levantar la vista de golpe.
Y ahí lo vio.
Su reflejo parpadeó… con un ligero retraso.
El aire se volvió espeso.
La silla rechinó contra el suelo cuando Manuel se levantó de golpe.
Varias cabezas se giraron hacia él.
Clara lo miró con extrañeza.
—Oye… —frunció el ceño—. ¿Te moviste raro o me lo imaginé?
Manuel tragó saliva.
La profesora levantó una ceja.
—¿Algo que compartir, Manuel?
Él negó con la cabeza y se dejó caer de nuevo en su asiento.
Bajó la mirada al celular.
Su reflejo estaba ahí.
Pero esta vez, mientras él tenía las manos sobre las rodillas, su reflejo las tenía cruzadas.
No estaban sincronizados.
Un escalofrío le recorrió la espalda.
No.
Esto ya no era una coincidencia.
Algo estaba mal con sus reflejos. Algo estaba muy mal.
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Editado: 01.04.2025