El otro manuel

Ecos en la memoria

La noche se sentía más pesada de lo normal. Manuel permaneció bajo su sábana, con la foto aún en la mano, pero ya no se atrevía a mirarla. Su mente no dejaba de repetirse la imagen del ojo en el reflejo tachado y la sonrisa fugaz en su espejo.

Laura lo sabía. Lo había sabido siempre.

Entonces, ¿por qué nunca le dijo nada?

Cerró los ojos y trató de recordar. Su hermana siempre había sido reservada, pero nunca pensó que ocultara algo así. Pero ahora, repasando su infancia, ciertas cosas empezaban a encajar de una forma inquietante.

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1. Recuerdos fragmentados

Un recuerdo borroso emergió.

Tendría unos cinco o seis años. Estaba en la sala, jugando con un coche de juguete sobre la alfombra. Laura, unos años mayor, hojeaba un libro en el sofá.

—No mires el espejo cuando estés solo —dijo de repente.

Manuel ni siquiera había estado pensando en eso. Miró alrededor y notó el gran espejo del recibidor reflejando la escena.

—¿Por qué? —preguntó sin mucho interés.

Laura tardó un poco en responder.

—A veces… no estás solo.

Su voz fue tan baja que Manuel apenas la escuchó.

En su momento, su mente infantil simplemente ignoró el comentario. Pero ahora, al recordarlo, sintió un escalofrío en la espalda.

Otro fragmento de memoria surgió. Una noche, cuando tenía siete años, se despertó con sed y fue a la cocina. En el pasillo, vio a Laura de pie frente al espejo del recibidor.

Estaba inmóvil, con la mirada clavada en su reflejo.

—¿Qué haces? —preguntó Manuel, frotándose los ojos.

Laura se giró bruscamente, como si no lo hubiera escuchado llegar. Su rostro estaba pálido.

—Nada… vuelve a dormir.

Pero justo antes de que se diera la vuelta, Manuel creyó ver algo extraño en el espejo. Su reflejo, o el de Laura, había tardado un poco más en moverse. Apenas una fracción de segundo.

No lo cuestionó en su momento. Ahora, con todo lo que sabía, esa imagen cobraba un nuevo sentido.

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2. Sombras en la escuela

A la mañana siguiente, en la escuela, Manuel intentó actuar normal. No quería alarmar a Clara ni a Julián hasta entender bien lo que recordaba.

—Tienes cara de no haber dormido nada —comentó Clara en cuanto lo vio.

—¿Pesadillas? —preguntó Julián mientras bebía su jugo con calma.

Manuel dudó.

—Algo así… Estuve pensando en cosas de cuando era chico. ¿Ustedes alguna vez sintieron que algo raro pasaba con los espejos?

Clara frunció el ceño. Julián se rió.

—¿Raro cómo? ¿Que tu reflejo te saque la lengua cuando no lo haces?

—Más bien… como si los espejos tuvieran algo más dentro —murmuró Manuel.

Clara lo miró fijamente.

—Eso suena inquietante.

Julián encogió los hombros.

—A lo mejor viste algo de niño y no lo recordabas bien.

Esa idea no lo tranquilizaba.

El timbre sonó y entraron al salón. Manuel tomó asiento y miró de reojo la ventana. Su reflejo en el vidrio lo imitó perfectamente, como siempre. Pero algo en la imagen le hizo sentir una incomodidad inexplicable.

Tal vez era su propia paranoia. O tal vez, algo en los reflejos realmente lo estaba observando.

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3. Lo que su mente bloqueó

En clase, mientras el profesor hablaba, Manuel siguió dándole vueltas a los recuerdos.

¿Por qué nunca había notado antes lo extraño en Laura? ¿Por qué su mente estaba abriendo esas memorias justo ahora?

Cerró los ojos por un momento.

Y entonces, vio algo más.

Un destello en su memoria, fugaz pero claro.

Era él, más pequeño, parado frente a un espejo.

Jugaba a hacer muecas y a ver su reflejo imitarlo.

Pero en un momento, su reflejo no copió su gesto de inmediato.

Se quedó viéndolo.

Y luego…

Sonrió.

No era una sonrisa burlona, ni juguetona.

Era algo más.

Abrió los ojos bruscamente, su respiración acelerada.

El reflejo de su ventana seguía ahí, quieto, idéntico a él.

Pero ya no estaba seguro de que siempre hubiera sido así.

Un escalofrío le recorrió la nuca.

Sin darse cuenta, había apretado el lápiz con tanta fuerza que se le resbaló de los dedos y cayó al suelo.

Se inclinó para recogerlo, pero cuando volvió a incorporarse, sintió que algo estaba… extraño.

Miró nuevamente su reflejo en la ventana.

Por un segundo, lo notó borroso. Como si la imagen tardara en ajustarse.

Parpadeó, y todo volvió a la normalidad.

Su corazón latía con fuerza.

Algo dentro de él le decía que esto no había terminado.

No.

Apenas estaba comenzando.




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