El otro manuel

Pistas en los reflejos

La curiosidad era una cosa, pero la incomodidad era otra.

Manuel, Clara y Julián seguían sentados en la mesa del almuerzo, mirando el cuaderno como si fuera una bomba a punto de explotar.

—¿Y si lo quemamos? —sugirió Julián, masticando su sándwich con total tranquilidad.

—¿Y si dejas de ver tantas películas? —replicó Clara.

Manuel pasó los dedos sobre la frase tachada. "Ya es tarde."

Había algo en esas palabras que lo inquietaba. Algo que le sonaba familiar.

Pero antes de que pudiera profundizar en el recuerdo, Julián volvió a hablar.

—Digo, por algo lo tacharon, ¿no? A lo mejor quien escribió eso se arrepintió y pensó: "mejor lo borro antes de que un grupo de niños metidos en problemas lo encuentre y arruine su semana".

—¿Nuestra semana ya está arruinada? —preguntó Manuel.

—Yo ya contaba con eso —dijo Clara, encogiéndose de hombros.

Manuel suspiró. Necesitaban respuestas, y quedarse mirando el cuaderno no iba a dárselas.

—Tenemos que averiguar quién dejó esto aquí —dijo, cerrándolo.

—¿Y cómo hacemos eso? ¿Vamos preguntando salón por salón: "Hola, ¿alguno de ustedes dejó un cuaderno embrujado por ahí?"? —dijo Julián, levantando las manos.

—No, pero podríamos revisar la biblioteca —propuso Clara—. A lo mejor hay algún libro con símbolos parecidos.

Julián la miró como si acabara de proponer hacer una tarea extra por gusto.

—¿Me estás diciendo que vayamos a la biblioteca en nuestro tiempo libre?

—Sí.

—Ah, no. Ya sé que algo anda mal si Clara quiere ir a la biblioteca voluntariamente.

Manuel rodó los ojos.

—Entonces, ¿qué sugieres?

Julián se cruzó de brazos.

—Votemos. ¿Quién quiere hacer algo que tenga sentido y no nos meta en problemas?

Silencio.

—¿Quién quiere ir a la biblioteca?

Clara y Manuel levantaron la mano.

Julián suspiró.

—Muy bien, dictadura confirmada.

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1. Sombras en la biblioteca

La biblioteca de la escuela tenía un ambiente que siempre se sentía diferente al resto del edificio. Quizás porque estaba más oscura, o porque la bibliotecaria tenía un talento especial para aparecer detrás de los niños en el peor momento.

—Bien, busquemos algo relacionado con reflejos o promesas raras —dijo Manuel, caminando entre los estantes.

—O podríamos buscar una guía para ganar la lotería y evitarnos problemas —dijo Julián.

Clara hojeaba un libro de simbolismos cuando se detuvo en seco.

—Miren esto.

Los otros dos se acercaron. Clara señaló una ilustración en una página amarillenta. Un espejo antiguo con símbolos alrededor del marco.

—Esto se parece un poco a los dibujos en el cuaderno —dijo Manuel, comparándolo con la hoja.

Julián inclinó la cabeza.

—¿Soy el único que ve esto y piensa en portales a otras dimensiones?

—Eres el único que ve esto y piensa en tonterías —respondió Clara.

Pero Manuel tenía un mal presentimiento. Algo en la imagen despertaba un eco en su mente.

Y entonces, al girar la página, vio una frase resaltada en negrita.

"Los espejos no siempre reflejan lo que deberían."

Tuvo un escalofrío.

En ese momento, algo hizo ruido al final del pasillo de estantes.

Clara cerró el libro de golpe.

—¿Qué fue eso?

Julián se asomó.

—Si es un fantasma, me niego a seguir con esto.

—No existen los fantasmas —dijo Clara, aunque su tono no sonaba del todo seguro.

Pero Manuel estaba mirando otra cosa.

El reflejo en la ventana de la biblioteca.

No era el mismo que en la realidad.

En el cristal, las sombras de los estantes parecían más alargadas, como si la biblioteca fuera más grande dentro del reflejo que en la realidad.

Y lo peor…

Había una figura parada al fondo.

Pero cuando volteó para mirar directamente…

No había nadie.

Su corazón dio un brinco.

—Chicos… creo que tenemos otro problema.

Clara se giró rápidamente, y esta vez ella también lo vio.

El reflejo estaba mal.

Su expresión cambió. Ya no tenía esa actitud de "esto no es gran cosa". Ahora también sentía que algo andaba mal.

—Nos vamos —dijo en voz baja.

Julián no preguntó, solo los siguió sin mirar atrás.

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2. Una huella del pasado

Después de salir de la biblioteca sin atraer la atención de la bibliotecaria (lo que fue un milagro), los tres se sentaron en un rincón del patio.

Manuel no podía sacarse de la cabeza lo que había visto.

—¿Podemos admitir que esto ya no es normal? —dijo Clara, cruzando los brazos.

—¿Desde cuándo algo en nuestras vidas es normal? —Julián respondió.

Manuel miró de nuevo el cuaderno. La frase tachada.

"Ya es tarde."

Sintió que había algo en su cabeza, un recuerdo enterrado, esperando ser rescatado.

Cerró los ojos.

Y entonces lo vio.

Era un recuerdo borroso, pero estaba ahí. Él, más pequeño, frente a un espejo.

Laura estaba con él.

—¿Recuerdas lo que prometimos? —su voz sonaba lejana, como si viniera desde muy atrás en su memoria.

El pequeño Manuel asintió.

—No lo olvides, ¿sí? No importa qué pase.

Y entonces…

El reflejo de Laura se movió antes que ella.

Manuel abrió los ojos de golpe.

Su respiración estaba agitada.

—¿Qué pasó? —preguntó Julián.

Manuel los miró.

—Creo que Laura y yo hicimos una promesa hace años… y no la recuerdo.

Clara y Julián intercambiaron miradas.

—Eso no suena bien —dijo Clara.

—Nada en esta historia suena bien —dijo Julián—. ¿Podemos al menos hacer que suene un poco menos aterrador?

Pero Manuel estaba más decidido que nunca.

Si Laura sabía algo sobre los reflejos… significaba que él también lo había sabido antes.

Y ahora tenía que recordar.

Antes de que fuera demasiado tarde.




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