El misterio no se detenía. Los reflejos estaban cambiando. El cuaderno escondía mensajes. Y ahora, el profesor Gómez claramente sabía algo.
Manuel, Clara y Julián necesitaban respuestas.
Pero antes de que pudieran buscarlas… el misterio los encontró a ellos.
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1. Siguiendo a Gómez
El plan era simple: seguir al profesor después de clases.
—¿Y si nos descubre? —preguntó Julián mientras esperaban escondidos detrás de unos casilleros.
—¿Y si deja de darnos tarea para siempre? —respondió Manuel.
—Eso no va a pasar —dijo Clara.
—Déjenme soñar.
Gómez salió de su aula, caminando por el pasillo con una expresión más seria de lo normal.
Los tres lo siguieron con cuidado.
El profesor no se fue por la salida principal. En vez de eso, giró por un pasillo que casi nunca usaban. Uno que daba a una parte más vieja de la escuela.
—Eso no es normal —susurró Clara.
—Nada en esta historia es normal —dijo Julián.
Gómez se detuvo frente a una puerta de metal.
Sacó una llave y la abrió.
Manuel alcanzó a ver un cuarto oscuro lleno de estantes viejos… y algo más.
Un espejo.
Pero no cualquier espejo.
Era antiguo. Demasiado. Como si no perteneciera a la escuela, sino a otra época.
El profesor entró y cerró la puerta detrás de él.
Los niños se quedaron congelados.
—¿Vieron eso? —dijo Manuel en voz baja.
—Sí —dijo Clara—. Ese espejo… parece importante.
—No sé ustedes —murmuró Julián—, pero yo digo que ese es el tipo de espejo que te roba el alma.
—Podríamos esperar a que salga y ver si podemos entrar —sugirió Manuel.
—O podríamos irnos y nunca hablar de esto otra vez —dijo Julián.
—Vamos a esperar —dijo Clara, ignorándolo.
—Dictadura confirmada otra vez…
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2. El reflejo que no encajaba
Después de unos minutos de espera, la puerta se abrió.
Gómez salió, cerrando con llave nuevamente.
No traía nada en las manos, pero su expresión estaba más tensa.
Sin mirar atrás, caminó por el pasillo hasta desaparecer.
—Bien, ahora hay que entrar —susurró Manuel.
Julián lo miró con incredulidad.
—Ah, sí, claro. Como si tuviéramos una llave mágica que abre puertas cerradas.
Clara se acercó a la puerta y probó girar la perilla.
Cerrada.
—Genial, plan arruinado. Hora de irnos.
Pero entonces, Manuel vio algo.
En la ventana más cercana, donde se reflejaban él, Clara y Julián…
Faltaba alguien.
Su reflejo no estaba.
Se quedó helado.
—Chicos…
Clara miró el reflejo y su cara palideció.
—Eso no es posible.
Julián se giró hacia ellos, confundido.
—¿Qué pasa ahora?
Clara lo tomó de los hombros y lo hizo mirar su reflejo.
—Dime qué ves.
Julián miró.
Primero vio a Clara.
Luego a Manuel.
Y luego…
—… ¿dónde estoy?
Su reflejo no estaba en la ventana.
Se giró bruscamente, tocándose la cara.
—¿Qué rayos? ¿Me morí y no me di cuenta?
Manuel y Clara no sabían qué decir.
—Esto es nuevo… —murmuró Manuel.
—¿Nuevo? ¡Esto es nivel “me exorcizaron sin avisarme”! —exclamó Julián.
Clara lo observó con seriedad.
—Si tu reflejo desapareció… ¿significa que los reflejos pueden hacer más que solo moverse raro?
Julián parpadeó.
—¡¿Y si ahora mi reflejo anda por ahí caminando solo?!
—No es imposible… —susurró Manuel.
Julián se llevó las manos a la cabeza.
—No, no, no, esto es un problema. No puedo perder mi reflejo, ¡lo necesito!
—¿Para qué? —preguntó Clara.
—¡Para comprobar si tengo comida en los dientes!
Manuel miró el espejo otra vez.
Julián no estaba.
Pero entonces, en otra ventana, su reflejo apareció de nuevo.
En otro ángulo.
Como si hubiera decidido moverse a otro sitio.
—… Julián.
—¿Qué?
—Tu reflejo está allá.
Se giraron al mismo tiempo.
Julián se vio reflejado en otra ventana, un poco más lejos de donde debería estar.
El Julián real levantó una mano.
El reflejo tardó un segundo en copiarlo.
—No me gusta esto —susurró Julián.
Entonces, el reflejo de Julián… sonrió.
Julián no estaba sonriendo.
Manuel y Clara se quedaron paralizados.
—… Corramos —dijo Clara.
—Corramos —repitió Manuel.
—¡Ya estoy corriendo! —gritó Julián.
Y los tres salieron disparados por el pasillo, sin mirar atrás.
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3. Un mensaje en el cuaderno
Cuando finalmente se detuvieron en otro pasillo, Julián estaba sin aire.
—¿Vieron eso? ¡Mi reflejo tiene vida propia!
—Lo vi —dijo Clara, todavía pálida.
—Tenemos que hacer algo —dijo Manuel, sacando el cuaderno.
Lo abrió de golpe, buscando respuestas.
Y entonces, vio algo nuevo.
Había una frase escrita en la última página.
Una frase que antes no estaba ahí.
"Si sigues buscando, él te verá."
Los tres se miraron.
Clara tragó saliva.
—¿Quién es “él”?
Manuel cerró el cuaderno.
—No lo sé…
Pero lo averiguarían.
Porque ahora sabían que los reflejos no solo los imitaban.
Los estaban observando.
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Editado: 01.04.2025