El Pacto de Emma (libro 1)

Capítulo 5

Soy libre. Soy feliz. Mis dedos se deslizan sobre los pastos altos, el susurro del viento en mi cara mientras corro, mis piernas se sientes fuertes y ágiles, esquivando rocas y baches en mi camino, respiro el dulce aroma a flores, disfruto de la sensación de mis pies tocando el suelo. Alzo los brazos, mis pies haciendo un lugar cada vez más grande entre cada pisada, como si en algún momento fuera a despegar hacia el cielo.

Siento que me llaman y ahí esta ella, mi rostro no es suficiente para contener la sonrisa que la atraviesa, corro hasta donde se encuentra parada esperándome con los brazos abiertos para atraparme en caso de caer. Mis brazos se cierran a su alrededor, aprisionándola, ella ríe y me gira en el aire. Chillo de alegría.

Nos sienta sobre una manta que hay en el suelo, acaricia mi pelo y besa mi frente. Su mano se posa sobre mi mejilla y nuestros ojos se conectan. Los míos son como el pasto de la pradera, los de ella como el musgo. Me da una sonrisa dulce, su voz armoniosa y serena

-Emma, mi dulce Emma, una luz en la oscuridad, una llama en el infinito - ella presiona nuestras frentes, uniéndolas - mi hija. Te amo más que a mi propia vida. No tienes idea lo especial que eres.

Ella a veces dice esas cosas, cosas que no entiendo, cosas que no tienen significado para mí pero que aun así me hacen sentir especial. La abrazo más fuerte y le digo que yo también la quiero, que es la mejor mami del mundo, ella ríe por eso y comienza a hacerme cosquillas. Muy pronto sus movimientos se van haciendo más lentos hasta detenerse completamente, su hermoso rostro poco a poco volviéndose más blanco de lo normal, el terror trepa hasta sus ojos y aprieta la mandíbula

- ¿Que sucede mami? - miedo se cuela en mis huesos y mi voz tiembla. Ella parpadea como saliendo de un trance y haciendo un visible esfuerzo me da una sonrisa tranquilizadora, se para y me ofrece una mano, yo la tomo y estamos caminando hacia los pastos grandes. Sin decir una palabra ella me alza y me coloca entre los pastos, me hace una seña para que me siente por lo que los pastos me cubren completamente

- ¿Recuerdas nuestro juego? - yo asiento, un poco del miedo disminuyendo - bien, porque vamos a jugar, ahora, recuerda las reglas: no correr, no hablar, no escuchar y lo más importante, no ver. Sé que tú puedes, como aquellas otras veces, mi cielo. - Ella se agacha y colocando sobre mi cabeza la manta en la que estábamos sentadas, la escucho irse, escucho sus pasos siendo tragados por el rugiente viento. Pongo mis manos en mis oídos y espero. Segundos después un familiar y fétido olor me atraviesa, causándome arcadas silenciosas. Ese olor siempre aparece cuando comenzamos este juego, nunca me atrevo a ver, sé que mama se pondría furiosa si lo hago. Me concentro en mi respiración, en la dureza del suelo y la suavidad de mi vestido contra mi piel.

Termina tan rápido como comenzó y mi mami vuelve tensa y de mal humor. Siempre vuelve así después del juego. A veces le pregunto qué es lo que sucede y ella nunca responde, solo me dedica una sonrisa triste.

Nuestro día termina silencioso, no más risas por su parte. En la noche, cuando llegamos a casa, papi nos espera con la cena servida y ella solo murmura un agradecimiento pero que no tiene hambre. Papi se preocupa por ella. Quiero contarle de mi día pero al parecer él no está muy interesado y después de 10 minutos dejo de intentarlo y como mi pollo con puré de papas en silencio. Una vez que me acuesto escucho la puerta de calle abrirse y no me hace falta ver por la ventana para saber que es mama, ella siempre sale de noche, una caminata nocturna la llama. Me duermo mirando por la ventana y esa noche sueño con nubes esponjosas, mis manos en el cielo, el batir de alas y un olor a muerte...

Mis párpados se abren y tengo que entrecerrarlos por la incesante e intensa luz del sol que se filtra por un costado de la cortina. Me siento en mi cama agarrándome la cabeza. De pronto, flashes, recuerdos de mi sueño saltan en mi mente, frunzo el ceño, no puede ser, no tiene sentido, mi madre y yo nunca fuimos a un campo, nunca tuvo esas caminatas nocturnas, nunca hicimos un juego, en realidad, tengo pocos recuerdos de ella, cuando murió yo apenas tenía casi cuatro años y para ser una chica que actualmente la lleva muy bien en el colegio, de niña parecía no tener la misma suerte. A lo mejor mi inconsciente me muestra lo que quiero, lo que me haría feliz o simplemente me estoy volviendo loca, refriego mi cara varias veces "Loca o no, Emma, debes cumplir una misión" lo que me lleva a recordar los acontecimientos de la noche anterior, la reacción de Orión, su mirada tan malditamente intensa y la casa de Zarek, el solo pensar que estuve a metros de ese demonio me da escalofríos, no sé cómo lograre poner una mano en él, ¿Y si descubre mis planes y me mata? ¿Y si no puedo encontrar ese tatuaje? ¿Y si... "¡Basta Emma! Deja de castigarte, todo estará bien, saldrás corriendo y Orión estará allí para llevarte a casa" eso logra tranquilizarme por el momento.



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Editado: 17.03.2018

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