El pacto de los cinco

4. La familia Coldwell

9 de octubre; 14.00 p.m

Celine Coldwell

Holly Beckett, mi media hermana y un dolor de cabeza. Una odiosa con cara de mosca muerta que se merecía unos buenos golpes.

Pero yo también lo era y solo por eso perdonaba la mayoría de sus actitudes.

Mi padre era Richard Coldwell, un abogado de esos que viajan de un lado a otro y cuando no es así, se quedan pegados a su escritorio por horas y mi madre era Sara Coldwell, papa dijo que era ama de casa, no puedo afirmarlo, no la recuerdo, murió cuando yo tenía dos años.

Y pase los siguientes ocho años escuchando reuniones de abogados y torturando niñeras. Aunque papa siempre buscaba un espacio para verme, ya sea para ayudarme con mi tarea o jugando cartas cuando tenia cinco.

Creo que en ese entonces él no comprendía muy bien que a esa edad a mi me parecía mas divertido comer tierra que jugar a las apuestas.

Pero nuestros años de cartas y películas viejas acabaron cuando Meredith llego a su vida. Su secretaria nueve años menor que el se robó su corazón, y como no iba a hacerlo, Meredith era un amor, rubia, ojos azules, alta, bonita y sobretodo alegre. Ella le dio esa alegría que la muerte de mi madre se había llevado y ni yo podía traer de vuelta.

Pero ella no venia sola, tenia una hija de un matrimonio anterior, la odiosa Holly. Una rubia de ojos avellana que era una verdadera pesadilla.

Luego de dos años de relación se casaron y todos juntos nos mudamos a una casa mucho mas grande, porque compartir cuarto con Holly se había vuelto un infierno.

No perdieron el tiempo luego del matrimonio, a los pocos meses ya había recibido la noticia de que tendría un hermano y ahora hay un niño llamado Noah de cuatro años con ojos miel y cabello castaño claro que corre por mi casa.

Pero esa alegría que había, se la llevo Holly con ella cuando desapareció. 

Observe a Meredith, sentada en el sofa, estática, sin decir ni una palabra. Ha estado así desde anoche, solo se levanta para ir al baño y luego vuelve a sentarse con la esperanza de que su hija toque la puerta en algún momento y entre a casa.

- Mer - la llame con suavidad y ella se giro a verme - Toma, tienes que comer algo - le dije mientras le pasaba un plato con fruta cortada, un tenedor y un par de galletas.

Si, no soy una gran cocinera.

- Gracias - me dijo ella y yo le di una pequeña sonrisa.

- ¿Por que no vienes a comer conmigo al comedor? Yo aun no meriendo - ofrecí.

- No estoy de animo cariño, pero gracias.

Me senté junto a ella en el sofá y observe sus ojos llorosos. La falta de sueño era visible, sus ojeras y su cansancio eran notables y su expresión deprimida era extremadamente dolorosa de ver para mi. Estaba acostumbrada a ver a una Meredith alegre, llena de vida, una que odiaba estar quieta en un lugar y siempre buscaba moverse de un lado a otro.

Anoche se quedo derpierta, con la esperanza de que Holly apareciera y yo me quede con ella haciéndole compañía mientras lloraba. Cuando desperté ella ya no estaba en el sofa, pero cuando regreso con los ojos llorosos y un teléfono en la mano, supe que no había noticias sobre su hija.

- No comprendo tu dolor, no puedo decirte que entiendo por lo que estas pasando, pero se que esto no es bueno para ti Mer, se que la extrañas, pero cuando Holly vuelva tienes que estar bien.

- ¿Donde puede estar mi niña, Cece? - preguntó comenzando a llorar.

Tome el plato y lo puse a un costado para poder abrazar a Meredith mientras ella lloraba.

- Ya aparecerá, ten fe - le dije - Luego podemos ir a la comisaria y hablar con Henry para saber que podemos hacer para ayudar a buscarla - ofrecí.

- Esta bien - accedió sorbiendo su nariz y sonreí.

- Ve a lavarte la cara, comemos algo, nos cambiamos y luego vamos, ¿Te parece? - ella asintió.

- Gracias.

- No es nada, lo que mas deseo es que Holly vuelva a casa - le dije con una sonrisa y ella me la devolvió.

Comimos juntas, su mirada estaba fija en el plato, no decía nada y era comprensible, por ello me apresuré a terminar para poder cambiarme y acompañarla a la estación de policía.

Cuando entramos las miradas estaban puestas en nosotras dos. En un pueblo pequeño las noticias vuelan y mucho mas en uno en el que nunca pasa nada. Amensly es un pueblo muy tranquilo, la desaparición de Holly se había vuelto noticia rápidamente por esa misma razón, hoy en la mañana la noticia ya estaba en el periódico y en boca de todos.

Ambas nos acercamos a Henry cuando lo vimos y el nos dio una pequeña sonrisa.

- Hola - dijo él.

- ¿Ya saben algo? - pregunto Meredith y el negó con pena.

- Lo siento, aun nada - ella bajo la cabeza desanimada.

Me gire a ver a Henry, el observaba a la mujer junto a mi con lastima, yo también lo hacia. Pero no veníamos a lamentarnos, así que decidí hablar.

- Queríamos saber si hay algo en lo que podíamos ayudar.

- Por ahora nada Cece, pero yo te avisaré si necesitamos algo - asentí y mire a Meredith con tristeza, la había traído en un intento de distraerla, para que dejara de lamentarse en el sofá, pero no había funcionado.

- De acuerdo, gracias - le dije y estaba por darme la vuelta junto con la mujer a mi lado, pero alguien habló.

- De hecho si hay algo - confundida observe a la mujer que se acercaba a nosotras.

Tenía unos ojos color verde oliva, reflejaban una mirada profunda y serena. El cabello negro y largo recogido en una coleta despeinada que caía sobre su hombro izquierdo.
Su piel es blanca, con un ligero rubor en las mejillas y tenía unos labios carnosos pintados de un color rosa palido. Jamás la había visto en mi larga estancia en este pueblo y la observamos atentas cuando se planto frente a nosotras. 

- Señora Coldwell, lamento que nos conozcamos en estas circunstancias, soy Jennifer Davies, la detective encargada de la desaparición de su hija - se presento ella extendiendo la mano en dirección a mi madrastra.



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En el texto hay: misterio, romance, desaparición

Editado: 30.07.2023

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