El Pacto Oculto.

Capítulo 17: Un Abismo Entre Nosotros.

Narrado por Margaret Smit

El eco de su voz helada reverberaba en mi mente, bloqueando todo pensamiento lógico. La persona que estaba frente a mí tenía la apariencia de mi hermana, Sophia, pero su mirada era una sombra de lo que una vez había sido. Esa chispa de dulzura, de esperanza, que siempre la caracterizaba, había desaparecido. En su lugar, sólo veía un vacío profundo y aterrador.

—No, no puede ser —murmuré, sin darme cuenta de que mi voz había salido en un susurro quebrado.

Alfio se posicionó delante de mí, su cuerpo tenso como un resorte listo para actuar. Helena también levantó su arma, pero él la detuvo con un gesto firme.

—Espera —le dijo en voz baja, como si supiera que cualquier movimiento precipitado podría empeorar la situación.

La mujer que decía ser Umbra esbozó una sonrisa, pero no era cálida ni familiar. Era fría, calculada, como si se deleitara con nuestro desconcierto.

—Margaret, siempre fuiste tan emotiva, tan fácil de leer —dijo, dando un paso adelante mientras los guardias detrás de ella permanecían inmóviles—. Supongo que eso no ha cambiado.

—Sophia ¿qué te han hecho? —pregunté, ignorando el nudo que se formaba en mi garganta.

Ella inclinó la cabeza, como si estuviera reflexionando sobre la pregunta.

—Lo que han hecho es irrelevante. Lo importante es lo que soy ahora. Soy Umbra, el corazón y la mente del proyecto más ambicioso de AtlasCorp. Todo lo que ves aquí —dijo, extendiendo los brazos para abarcar el complejo— existe gracias a mí.

Sus palabras me golpearon como una bofetada. ¿Cómo podía hablar con tanto orgullo de lo que claramente era una manipulación, un lavado de cerebro?

—No. Tú no eres esto —le dije, avanzando un paso antes de que Alfio tratara de detenerme—. Tú eres mi hermana. Eres Sophia, la chica que me enseñó a montar en bicicleta, que siempre me defendía cuando las cosas se ponían difíciles.

Por un momento, algo en su expresión pareció vacilar. Un destello fugaz de humanidad cruzó sus ojos antes de que desapareciera tan rápido como había llegado.

—Sophia está muerta, Margaret —declaró con firmeza, y mi corazón se hundió aún más—. Ahora sólo existe Umbra.

—No te creo.

Mi voz salió firme, más de lo que esperaba. Ella podía decir todo lo que quisiera, pero yo me negaba a aceptar que mi hermana estaba completamente perdida.

—Puedes creer lo que quieras —respondió, encogiéndose de hombros—. Pero eso no cambia nada. Estoy aquí para ofrecerte una oportunidad: ríndete. Entrégate a AtlasCorp y te prometo que tu sufrimiento será breve.

Helena soltó una risa sarcástica desde su posición.

—¿Y eso qué significa? ¿Nos matarán rápido? Vaya oferta generosa.

Umbra la ignoró, centrándose únicamente en mí.

—Esto no tiene que ser más difícil de lo que ya es, Margaret. No puedes ganar contra AtlasCorp. Nadie puede.

Mis manos temblaban de rabia. No sabía si estaba más enojada con AtlasCorp, con ella o conmigo misma por haberla perdido. Pero no tenía tiempo para dudar.

—No me importa lo que diga AtlasCorp. No me importa lo que tú digas. Yo vine aquí para recuperarte, Sophia, y no me iré sin ti.

—Entonces, has tomado tu decisión.

Umbra levantó una mano, y los guardias comenzaron a moverse hacia nosotros.

—¡Helena, cúbreme! —gritó Alfio mientras sacaba una granada de humo de su cinturón y la lanzaba al suelo.

El gas se extendió rápidamente, envolviendo a todos en una niebla densa que dificultaba la visión. Alfio me tomó del brazo y me jaló hacia la salida más cercana, mientras Helena disparaba contra los guardias para mantenerlos a raya.

—¡Tenemos que movernos! —exclamó Alfio, su voz apenas audible entre el caos.

Cuando finalmente encontramos refugio en una sala de mantenimiento, Helena cerró la puerta y colocó un dispositivo de bloqueo en el panel.

—Eso nos dará unos minutos, pero no más —dijo, respirando con dificultad.

Alfio me miró, su rostro tenso.

—¿Estás bien?

Quería responder que sí, que estaba bien, pero no podía. Todo mi cuerpo temblaba, y las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos.

—Era ella —dije en un susurro, como si decirlo en voz alta lo hiciera más real—. Era Sophia.

—Lo sé —respondió Alfio, poniéndome una mano en el hombro—. Pero no podemos quedarnos aquí. Si lo hacemos, nos atraparán.

Asentí, aunque cada fibra de mi ser quería quedarse y enfrentarse a Umbra, convencerla de que aún había algo de mi hermana dentro de ella.

—Necesitamos un nuevo plan —dijo Helena, mirando a Alfio—. No podemos seguir avanzando como lo habíamos planeado. Ahora sabemos que Umbra tiene control directo sobre el complejo.

—Tienes razón —respondió Alfio, frunciendo el ceño mientras revisaba el mapa en su dispositivo—. Pero también sabemos algo más: si Umbra está aquí, entonces Sophia no está completamente perdida.

Lo miré, sorprendida.

—¿Qué quieres decir?

—Vi algo en su expresión cuando hablaste de tu pasado juntas —explicó—. Fue breve, pero estuvo ahí. Creo que todavía queda algo de Sophia dentro de ella.

Sus palabras me dieron una chispa de esperanza, aunque pequeña.

—¿Entonces qué hacemos? —pregunté.

—Buscamos una forma de desconectarla del sistema —respondió Alfio—. Si logramos cortar su enlace con el núcleo de AtlasCorp, podría recuperar su autonomía.

Helena asintió lentamente.

—Eso podría funcionar, pero será peligroso. El núcleo está en el Nivel Omega, bajo máxima seguridad.

—¿Cuándo no ha sido peligroso lo que hacemos? —dijo Alfio con una media sonrisa.

A pesar de la situación, no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa también. Su confianza era contagiosa, y aunque el miedo seguía presente, sabía que no podía rendirme. No ahora.

—Entonces vamos por el núcleo —dije, levantándome—. Y traemos a Sophia de vuelta.

Helena y Alfio asintieron, y juntos comenzamos a trazar nuestro próximo movimiento. Sabíamos que las probabilidades estaban en nuestra contra, pero no importaba. Por primera vez desde que había entrado a Astra Delta, sentí que teníamos una oportunidad, aunque fuera pequeña.




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