El Pacto Oculto.

Capítulo 19: Ecos en el Vacío.

Narrado por Margaret Smit

El aire estaba cargado de un silencio ensordecedor. Afuera, los restos del complejo AtlasCorp se alzaban como una cicatriz contra el horizonte gris. Cada paso que daba sentía como si el suelo pudiera desmoronarse bajo mis pies, igual que el frágil control que había logrado mantener sobre mis emociones. Alfio y Helena estaban cerca, pero no lo suficiente como para ofrecer consuelo. No después de lo que había sucedido.

Sophia estaba muerta. Lo repetía en mi mente como un mantra, intentando que las palabras cobraran sentido, pero lo único que conseguía era un vacío creciente en mi pecho. Habíamos logrado escapar del colapso, pero había perdido algo más valioso que cualquier victoria.

Me detuve en seco cuando llegamos a una pequeña cabaña abandonada en medio del bosque. Helena abrió la puerta con un empujón, revelando un interior desordenado y polvoriento, pero seguro.

—Nos quedaremos aquí por ahora —dijo, dejando caer su mochila al suelo.

Asentí en silencio y me dejé caer en una esquina, lejos de ellos. Alfio me miró, preocupado, pero no dijo nada. Sabía que no había palabras que pudieran reparar lo que sentía.

El peso de las elecciones

Horas más tarde, cuando la noche había caído por completo, Alfio se acercó con un vaso de agua.

—Tienes que beber algo —dijo en voz baja, ofreciéndomelo.

Lo tomé sin mirarlo, pero no bebí.

—No puedes seguir así, Margaret. Lo qué pasó fue terrible, lo sé. Pero no fue tu culpa.

—¿No lo fue? —pregunté, finalmente levantando la mirada hacia él—. Si no la hubiera llevado hasta ese punto si no hubiera insistido en salvarla, tal vez estaría viva.

Alfio suspiró y se sentó a mi lado.

—Sophia tomó sus propias decisiones. Era fuerte, sí, pero también estaba atrapada en algo que iba más allá de lo que podíamos comprender. No podías salvarla, Margaret. Nadie podía.

—Entonces, ¿qué sentido tiene todo esto? —pregunté, sintiendo cómo la frustración comenzaba a superar mi tristeza—. ¿Qué sentido tiene destruir AtlasCorp si sigo perdiendo a las personas que amo?

Alfio no respondió de inmediato. Se quedó en silencio, mirando hacia la ventana, donde las sombras de los árboles bailaban con el viento.

—A veces no se trata de ganar o perder —dijo finalmente—. Se trata de resistir, de luchar por algo que vale la pena, incluso si no podemos verlo ahora.

No estaba segura de si sus palabras me consolaban o simplemente añadían más peso a mi carga. Pero una cosa era clara: no podía rendirme. Sophia había muerto para que pudiéramos llegar hasta aquí, y no podía dejar que su sacrificio fuera en vano.

Un nuevo propósito

A la mañana siguiente, Helena reunió a todos en la pequeña sala principal. Había conseguido una vieja radio de onda corta y estaba tratando de captar señales de otros grupos de resistencia.

—AtlasCorp está debilitada, pero no destruida —dijo, mientras ajustaba los controles de la radio—. Si queremos acabar con ellos de una vez por todas, necesitamos aliados.

—¿Qué tan probable es que encontremos a alguien dispuesto a ayudarnos? —pregunté, mi voz más firme de lo que esperaba.

Helena me lanzó una mirada calculadora.

—Más probable de lo que crees. Las acciones de Sophia dentro del sistema Omega causaron estragos en las operaciones globales de AtlasCorp. Hay facciones enteras que están aprovechando la confusión para atacar.

—Entonces, ¿qué estamos esperando? —preguntó Alfio, cruzándose de brazos.

—Una señal —respondió Helena, señalando la radio.

El tiempo parecía estirarse mientras esperábamos. Cada segundo que pasaba aumentaba mi ansiedad, pero también me daba tiempo para reflexionar. Pensé en Sophia, en lo que había intentado decirme en sus últimos momentos. Había algo en sus ojos, una mezcla de arrepentimiento y determinación, que seguía persiguiéndome.

Finalmente, la radio emitió un crujido, seguido por una voz entrecortada.

—Aquí resistencia sector 7. Hemos recibido información sobre el colapso del complejo Omega. Si alguien está ahí, necesitamos coordinar esfuerzos. AtlasCorp está movilizando refuerzos. Repito, necesitamos apoyo.

Helena respondió rápidamente, intercambiando información con la voz al otro lado de la línea. Cuando terminó, nos miró con una expresión que mezclaba esperanza y preocupación.

—Están organizando un ataque contra el último bastión de AtlasCorp en esta región. Quieren que nos unamos.

—¿Dónde? —preguntó Alfio, su voz tensa.

Helena mostró un mapa.

—Aquí. El complejo Titan. Es su centro de operaciones para el desarrollo de inteligencia artificial avanzada. Si logramos infiltrarnos, podríamos desactivar sus sistemas principales y cortarles el acceso a Umbra Omega para siempre.

Sentí un escalofrío al escuchar esas palabras. El complejo Titan era conocido por su seguridad impenetrable, pero sabía que no había otra opción.

—Lo haremos —dije, levantándome—. No importa lo que cueste.

Alfio me miró, sorprendido por mi determinación, pero asintió.

Preparativos para la batalla

Los días siguientes fueron una tormenta de actividad. Helena nos instruyó en las tácticas necesarias para infiltrarnos en el complejo, mientras Alfio y yo estudiábamos los planos que habíamos conseguido. Cada movimiento debía ser calculado, cada decisión, precisa.

Sin embargo, no todo era estrategia. En las noches, cuando el cansancio nos obligaba a detenernos, encontraba momentos para reflexionar. A menudo me quedaba mirando las estrellas, recordando las veces que Sophia y yo solíamos soñar con un futuro mejor.

—¿Estás bien? —preguntó Alfio una noche, sentándose a mi lado.

—No lo sé —admití—. Pero estoy más decidida que nunca.

Alfio sonrió levemente.

—Eso es todo lo que necesitamos.

Sus palabras eran simples, pero de algún modo, me ofrecían la fuerza que necesitaba.




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