El Pacto Oculto.

Capítulo 26: Cadenas Invisibles.

Narrado por Alfio Lee

Había algo inquietantemente familiar en el silencio que nos envolvía. El refugio estaba más tranquilo de lo habitual, casi como si el aire mismo estuviera reteniendo el aliento, esperando que algo sucediera. Después de la última operación, nuestras fuerzas estaban divididas. Algunos estaban eufóricos por el golpe contra AtlasCorp, mientras que otros parecían arrastrar el peso de la derrota, incluso si no lo admitían abiertamente.

Yo me encontraba en un extraño limbo. Habíamos logrado más de lo que pensé posible, pero cada victoria parecía desencadenar nuevas dudas. AtlasCorp no era solo una corporación; era una hidra. Por cada cabeza que cortábamos, dos más surgían en su lugar, cada una más letal que la anterior.

Margaret estaba encerrada en su oficina improvisada, revisando datos y mapas con la intensidad de alguien que no podía permitirse descansar. Cada vez que pensaba en ella, una mezcla de admiración y preocupación me invadía. Era fuerte, sí, pero incluso los más fuertes tenían un límite.

Me apoyé contra la pared de uno de los pasillos del refugio, observando cómo Helena ajustaba las armas en la mesa frente a mí. Su mirada estaba fija en su tarea, pero su postura era tensa, como si estuviera conteniendo algo.

—¿Todo bien? —pregunté finalmente.

Helena levantó la vista, sus ojos oscuros centelleando con una mezcla de cansancio y frustración.

—Defíneme “bien”, Alfio. Porque si “bien” significa estar atrapados aquí, esperando que AtlasCorp nos localice, entonces sí, estoy perfecta.

Sonreí de lado, aunque su sarcasmo tenía más filo del que esperaba.

—Al menos estamos vivos, ¿no? Eso ya es algo.

Helena dejó caer una de las armas sobre la mesa con un ruido metálico y me miró fijamente.

—¿Y por cuánto tiempo más, Alfio? No podemos seguir corriendo. Ellos tienen los recursos, las armas, y nosotros nosotros apenas tenemos esto. —Señaló las armas y las paredes del refugio con un gesto amplio.

Sabía que tenía razón. Todos lo sabíamos, pero nadie quería decirlo en voz alta. Este refugio, aunque seguro por ahora, era un recordatorio constante de lo precaria que era nuestra situación.

El dilema de la confianza

Decidí no responder a Helena. En su lugar, me dirigí a la sala común, donde algunos miembros del equipo estaban reunidos alrededor de una pantalla holográfica. Estaban revisando las últimas transmisiones interceptadas de AtlasCorp.

—¿Alguna novedad? —pregunté, deteniéndome detrás de ellos.

Uno de los técnicos, un joven llamado Ren, giró la cabeza hacia mí.

—Nada concreto. Solo propaganda. AtlasCorp está intentando minimizar los daños, pero es obvio que nuestra operación los golpeó más de lo que quieren admitir.

—Eso no significa que estén debilitados, —intervino otra voz, esta vez de Alex, uno de nuestros estrategas. Su tono era frío y práctico, como siempre—. Esto solo los hará más peligrosos.

Asentí lentamente. Sabía que Alex tenía razón. AtlasCorp nunca había sido una organización que aceptara las derrotas. Siempre contraatacaban, y lo hacían con fuerza brutal.

—¿Qué hay del Proyecto Umbra Omega? —pregunté, cruzando los brazos sobre el pecho.

Ren sacudió la cabeza.

—No hemos podido obtener más información desde que destruiste el núcleo. Pero si lo que Kane dijo es cierto, lo que destruimos era solo una parte del proyecto.

Eso era lo que me preocupaba. Kane siempre había sido un enigma, incluso cuando trabajábamos juntos en AtlasCorp. Siempre tenía un as bajo la manga, y aunque habíamos logrado frustrar su plan más reciente, sabía que no tardaría en resurgir con algo aún peor.

Una conversación pendiente

Decidí que necesitaba hablar con Margaret. Ella siempre tenía una perspectiva que lograba poner las cosas en contexto, incluso cuando la situación parecía desesperada. Caminé hacia su oficina, deteniéndome frente a la puerta cerrada.

Toqué suavemente.

—Adelante, —respondió su voz, más cansada de lo habitual.

Abrí la puerta y la encontré inclinada sobre su mesa, rodeada de mapas, tabletas y pantallas holográficas. Parecía que no había dormido en días.

—¿Alguna novedad? —pregunté, cerrando la puerta detrás de mí.

Margaret levantó la vista, sus ojos encontrándose con los míos. Había algo en su expresión que me hizo detenerme. No era solo cansancio; era algo más profundo, una mezcla de duda y desesperación que rara vez dejaba ver.

—He estado revisando la información que recuperamos de la División Umbra, —dijo finalmente, señalando las pantallas—. Kane no estaba mintiendo. Lo que destruimos era solo una parte del Proyecto Umbra Omega. Hay una instalación secundaria, mucho más grande, donde están trabajando en algo llamado “Umbra Nexus”.

—¿Umbra Nexus? —repetí, frunciendo el ceño.

Margaret asintió.

—No sé exactamente qué es, pero parece ser el núcleo del proyecto. Si lo activan, podría cambiar todo.

Sentí un nudo en el estómago.

—¿Sabes dónde está?

—No exactamente, pero tengo algunas pistas. Necesito más tiempo para confirmarlo.

—No tenemos mucho tiempo, Margaret. Si AtlasCorp activa eso, todo lo que hemos hecho hasta ahora no servirá de nada.

Margaret suspiró y se pasó una mano por el cabello, claramente frustrada.

—Lo sé, Alfio. Pero estamos trabajando con información incompleta. Y no podemos arriesgarnos a otra misión sin estar completamente preparados.

Me acerqué a la mesa, apoyándome en el borde.

—Entonces, ¿qué hacemos mientras tanto? ¿Esperar?

—No. Preparamos al equipo. Encontramos aliados. Y cuando tengamos la ubicación exacta, atacamos con todo lo que tenemos.

Sus palabras eran firmes, pero podía ver la tensión en su rostro. Estaba llevando más peso del que cualquier persona debería cargar sola.

—No tienes que hacerlo sola, ¿sabes? —dije suavemente.




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