Narrado por Alfio Lee
El silencio que rodeaba el refugio ya no era solo inquietante; ahora se había convertido en algo más pesado, algo que parecía deslizarse entre nosotros, alimentando nuestras dudas. Desde que Margaret descubrió la existencia de Umbra Nexus, cada paso que dábamos parecía estar envuelto en una densa niebla de incertidumbre.
Estábamos en una carrera contra el tiempo. Lo sabía. Lo sentía en la forma en que mi cuerpo se tensaba cada vez que escuchaba un crujido o un sonido fuera de lugar. AtlasCorp no era conocida por dejar cabos sueltos, y nosotros habíamos tirado de un hilo muy importante.
Me desperté temprano esa mañana, si es que se podía llamar “mañana” en un lugar sin ventanas. La luz artificial del refugio hacía que el paso del tiempo fuera relativo. Caminé hasta la sala común, donde algunos miembros del equipo ya estaban reunidos, hablando en susurros y tomando café rancio que sabía más a químicos que a algo cultivado.
—¿Cómo va el ánimo? —pregunté, tomando una taza y sirviéndome una dosis del brebaje amargo.
Ren levantó la vista desde su tablet, sus ojos cansados pero alertas.
—Mejor de lo que esperaba, peor de lo que me gustaría. Alex está terminando de revisar los posibles puntos de entrada a Umbra Nexus. Margaret dice que tiene una pista sólida, pero… —se detuvo, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Creo que está esperando algo.
—¿Esperando qué?
—No lo sé. Tal vez un milagro, tal vez más tiempo.
Asentí lentamente. Margaret era meticulosa, pero también sabía que su perfeccionismo podía jugar en su contra. El lujo de esperar no era algo que pudiéramos permitirnos.
—¿Dónde está ahora? —pregunté.
—En el centro de operaciones, revisando los mapas nuevamente.
Terminé mi café en un solo trago, ignorando el sabor áspero que quemó mi garganta, y me dirigí al centro de operaciones.
El plan y las dudas
Cuando entré, Margaret estaba de pie frente a una pantalla holográfica, sus manos moviéndose rápidamente mientras organizaba datos y diagramas. Su cabello estaba recogido en un moño desordenado, y las sombras bajo sus ojos hablaban de noches sin dormir.
—¿Algún avance? —pregunté, cerrando la puerta detrás de mí.
Margaret no se giró de inmediato. Seguía estudiando el holograma como si intentara resolver un rompecabezas imposible.
—Tenemos una ubicación aproximada, —dijo finalmente, su voz tensa—. Está en una base subterránea, al norte de lo que solía ser la Zona Cero. Pero la seguridad… Alfio, es como si estuvieran esperando que intentemos algo.
—Siempre están esperando, Margaret. Esa es su naturaleza. Pero no podemos quedarnos aquí, no cuando sabemos lo que está en juego.
Finalmente, se giró para mirarme. Sus ojos eran una mezcla de determinación y agotamiento.
—Lo sé. Pero cada vez que pienso en lo que podríamos encontrar ahí… en lo que Kane podría estar haciendo, no puedo evitar preguntarme si estamos preparados para esto.
Me acerqué a ella, poniendo una mano en su hombro.
—Nunca estaremos completamente preparados, Margaret. Pero eso no significa que no podamos ganar.
Sus labios se curvaron en una sonrisa débil, pero no dijo nada. En su lugar, volvió a mirar la pantalla holográfica, como si buscara algo que le diera la seguridad que necesitaba.
—¿Qué hay del equipo? —preguntó después de un momento.
—Divididos, como siempre. Helena está más tensa que de costumbre, Alex sigue siendo pragmático, y Ren… bueno, Ren está siendo Ren. Pero estarán listos cuando llegue el momento.
Margaret asintió lentamente.
—Bien. Porque no vamos a tener otra oportunidad.
Preparativos
Pasamos el resto del día preparando el plan. Alex presentó un esquema detallado de cómo entrar en la base, identificando posibles puntos de acceso y rutas de escape. Ren trabajó en sabotear las comunicaciones de AtlasCorp, creando distracciones para desviar su atención.
Mientras tanto, yo me encargué de hablar con cada miembro del equipo, asegurándome de que estuvieran enfocados. Sabía que no podía eliminar sus dudas, pero podía recordarles por qué estábamos luchando.
Fue Helena quien me detuvo cuando terminaba mi ronda. Estaba limpiando su rifle, sentada en uno de los bancos de la sala de armas.
—¿Tienes un minuto? —preguntó sin levantar la vista.
—Siempre, —respondí, tomando asiento frente a ella.
Helena terminó de ajustar su rifle antes de mirarme directamente.
—¿Crees que tenemos una oportunidad real contra esto?
—¿A qué te refieres?
—A todo esto. AtlasCorp, el Proyecto Nexus, Kane. Parece que por cada paso que damos, ellos están dos pasos por delante.
Suspiré, pasándome una mano por el cabello.
—No te voy a mentir, Helena. Esto no será fácil. Pero si dejamos de intentarlo, entonces ellos ganan. Y no puedo aceptar eso.
Helena asintió lentamente, sus labios apretados en una línea tensa.
—Solo espero que valga la pena, Alfio. Porque si no…
Dejó la frase en el aire, pero no necesitaba terminarla. Sabía exactamente lo que quería decir.
La sombra del pasado
Esa noche, cuando todos se retiraron a descansar, me encontré vagando por los pasillos del refugio. Mi mente estaba llena de recuerdos, imágenes de lo que AtlasCorp me había quitado. Había tantas caras, tantas voces que ya no podía recordar con claridad.
Cuando encontré mi camino de regreso al centro de operaciones, Margaret seguía allí. Estaba sentada frente a una consola, sus ojos fijos en la pantalla.
—¿No deberías estar descansando? —pregunté, entrando en la sala.
Ella me miró de reojo, pero no respondió. En su lugar, señaló una imagen en la pantalla. Era una representación de la base de Umbra Nexus, un complejo subterráneo masivo rodeado de capas de seguridad.
—¿Sabes lo que esto me recuerda? —preguntó, su voz apenas un susurro.