El Pacto Oculto.

Capítulo 28: La Verdad Enterrada.

Narrado por Alfio Lee

El aire en el transporte era pesado, cargado de tensión. Las luces intermitentes del panel de control parpadeaban en un ritmo constante, como un tamborileo ansioso que reflejaba el estado de ánimo de todos a bordo. Nadie hablaba; incluso el sonido habitual de Alex golpeando su teclado estaba ausente. Era como si el peso de lo que estábamos a punto de hacer hubiera aplastado cualquier intento de conversación.

Umbra Nexus. Solo pronunciar esas palabras me hacía sentir una mezcla de adrenalina y miedo. Este no era un objetivo más; era el núcleo de todo lo que AtlasCorp representaba. Entrar ahí era como caminar directamente hacia la boca del lobo. Pero, si lo lográbamos, podríamos destruir su arma más peligrosa. O al menos eso nos decíamos a nosotros mismos para no pensar en la posibilidad de que ninguno de nosotros saliera vivo.

Margaret estaba sentada al frente, con los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada fija en el panel holográfico que mostraba el mapa de la base subterránea. Su semblante era de pura concentración, pero conocía esa mirada lo suficiente como para saber que estaba calculando más allá de lo táctico. Estaba pensando en Kane. En todo lo que él le había hecho.

Me levanté y caminé hacia ella.

—¿Lista? —pregunté, aunque sabía la respuesta.

—¿Alguna vez lo estamos? —replicó sin apartar la vista del mapa.

Sonreí con ironía. Ella tenía razón. En nuestra línea de trabajo, estar “listos” era un concepto flexible.

—Todo saldrá bien, Margaret, —le dije, tratando de sonar más convencido de lo que realmente estaba.

—No me lo digas a mí, Alfio. Díselo a ellos.

Me giré hacia el resto del equipo. Helena estaba revisando su rifle, Alex murmuraba algo a Ren sobre las interferencias en las comunicaciones, y Ren… bueno, Ren simplemente estaba mirando por la ventana como si el paisaje estéril ofreciera algún tipo de consuelo.

—Equipo, escuchen, —dije, alzando la voz lo suficiente como para captar su atención. Todas las miradas se volvieron hacia mí—. Sé que estamos enfrentándonos a algo más grande de lo que podríamos haber imaginado cuando empezamos esto. AtlasCorp no es solo una corporación; es una fuerza que ha controlado nuestras vidas, nuestras familias y nuestras decisiones durante demasiado tiempo. Pero hoy, tenemos la oportunidad de hacerles frente.

Hice una pausa, dejando que mis palabras calaran.

—No puedo prometer que saldremos de esto ilesos. Pero lo que puedo prometer es que lo que hagamos hoy importará. Cambiará algo. Así que, pase lo que pase ahí abajo, recuerden por qué estamos aquí.

Hubo un murmullo de asentimiento. No era un discurso que cambiara vidas, pero era suficiente. A veces, todo lo que necesitas es un recordatorio de que no estás solo en la lucha.

El descenso

Llegamos a la entrada de Umbra Nexus poco antes del amanecer, aunque la luz natural no era visible desde el desierto estéril que rodeaba la base. La entrada estaba camuflada, como si alguien hubiera arrancado un pedazo del suelo para colocar una puerta metálica que apenas se distinguía del terreno circundante.

Ren y Alex trabajaron rápidamente para desactivar el sistema de seguridad exterior. Mientras lo hacían, Margaret y yo vigilábamos el horizonte en busca de patrullas.

—Está hecho, —dijo Ren finalmente, apartándose para dejar paso.

La puerta se abrió con un chirrido mecánico, revelando un túnel oscuro que descendía hacia las profundidades.

—Bienvenidos al infierno, —murmuró Helena mientras ajustaba su visor nocturno.

El túnel era estrecho y húmedo, con paredes cubiertas de cables y tuberías que zumbaban suavemente. A cada paso que dábamos, el aire se volvía más frío, más denso. Era como si la base misma intentara aplastarnos antes de que siquiera llegáramos a nuestro objetivo.

Cuando llegamos al primer cruce, Alex desplegó un pequeño dron para mapear el resto del camino. Las imágenes proyectadas en su tablet mostraban un laberinto de pasillos, cada uno más confuso que el anterior.

—¿Cómo demonios esperan que alguien navegue por este lugar? —gruñó Helena.

—No esperan que nadie lo haga, —respondí—. Este lugar no fue diseñado para visitas.

Finalmente, encontramos un camino que nos llevaba hacia el núcleo de la base, donde Margaret creía que el Proyecto Umbra Nexus estaba siendo desarrollado. Sin embargo, a medida que nos acercábamos, la resistencia aumentaba.

La primera emboscada

El primer ataque llegó sin previo aviso. Apenas habíamos girado una esquina cuando un grupo de guardias de AtlasCorp salió de una sala lateral, abriendo fuego sin dudar.

—¡Cúbranse! —grité, empujando a Margaret hacia un lado mientras sacaba mi arma.

Helena respondió con precisión letal, derribando a dos de los guardias antes de que pudieran disparar una segunda vez. Ren lanzó una granada de humo, llenando el pasillo con una niebla espesa que nos dio tiempo para reagruparnos.

—¿Todos bien? —pregunté mientras intentábamos tomar posiciones.

—Por ahora, —respondió Margaret, revisando rápidamente su equipo.

La lucha fue breve pero intensa. Cuando el humo se disipó, el pasillo estaba lleno de cuerpos. Pero no había tiempo para detenerse. Continuamos avanzando, con cada paso más alerta que el anterior.

El núcleo de la verdad

Finalmente, llegamos a una puerta sellada con un panel de seguridad que emitía un zumbido ominoso. Alex se puso a trabajar inmediatamente, murmurando algo sobre los niveles absurdos de cifrado mientras trataba de hackearlo.

—¿Cuánto tiempo necesitas? —pregunté, tratando de mantener mi voz tranquila.

—Más del que tengo, —respondió Alex—. Pero haré lo que pueda.

Mientras esperaba, mis ojos se encontraron con los de Margaret. Había algo en su mirada que no podía descifrar. Era como si supiera algo que no estaba compartiendo con el resto de nosotros.




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