Narrado por Alfio Lee
El sonido de las alarmas era ensordecedor, una cacofonía que reverberaba en los pasillos metálicos de Umbra Nexus. Las luces rojas intermitentes lanzaban sombras inquietantes sobre las paredes, y la tensión en el aire era tan palpable que casi podía cortarse con un cuchillo. Cada paso que daba se sentía como una decisión de vida o muerte.
Margaret estaba a mi lado, su rostro una mezcla de determinación y rabia contenida. A pesar del caos a nuestro alrededor, había algo en su postura que gritaba resolución. Era como si cada fibra de su ser estuviera impulsada por un objetivo singular: detener a Kane, sin importar el costo.
Me obligué a centrarme en el presente. La situación estaba lejos de estar bajo control. Habíamos avanzado más de lo que cualquiera hubiera esperado, pero estábamos completamente rodeados. Kane sabía que estábamos aquí, y no iba a dejarnos salir fácilmente.
—Alfio, ¿puedes abrir esa puerta? —gritó Margaret mientras señalaba una entrada bloqueada al final del pasillo.
Corrí hacia el panel de control y saqué mi herramienta de hackeo. Los sistemas de AtlasCorp eran complicados, pero había aprendido a manejar sus trucos con el tiempo. Mientras mis dedos trabajaban frenéticamente, escuché el sonido de pasos acercándose.
—¡Tenemos compañía! —gritó Helena desde atrás, levantando su rifle y tomando posición para cubrirnos.
—Solo unos segundos más, —respondí, aunque sabía que era optimista.
El panel emitió un pitido, y la puerta se deslizó hacia un lado justo cuando los primeros disparos resonaron en el pasillo.
—¡Adentro, ahora! —ordené, girándome para cubrir la retaguardia mientras el equipo se movía rápidamente hacia la nueva sala.
Margaret fue la última en entrar, y cuando lo hizo, cerré la puerta detrás de nosotros, bloqueándola con todo lo que tenía a mi disposición. No sería suficiente para detenerlos por mucho tiempo, pero al menos nos daría algo de margen.
Un giro inesperado
La sala en la que habíamos entrado era diferente a todo lo que había visto antes. En lugar de los pasillos estériles y llenos de cables a los que nos habíamos acostumbrado, este espacio tenía un aire de solemnidad. Las paredes estaban cubiertas de pantallas holográficas que mostraban datos incomprensibles, y en el centro había un pedestal con un extraño dispositivo en forma de esfera.
—¿Qué es eso? —preguntó Ren, acercándose con cautela al pedestal.
Margaret frunció el ceño, estudiando la esfera como si intentara recordar algo.
—Es el núcleo de Umbra Nexus, —dijo finalmente, su voz tensa—. Esto es lo que Kane está utilizando para alimentar todo su sistema. Si lo destruimos, lo debilitaremos significativamente.
Me acerqué al pedestal, sintiendo un extraño zumbido en el aire que parecía provenir de la esfera. Había algo inquietante en ella, algo que no podía explicar.
—¿Qué hacemos? —pregunté, mirando a Margaret.
Ella vaciló por un momento antes de responder.
—Tenemos que desconectarlo. Pero no será tan sencillo. Está diseñado para resistir interferencias externas. Necesitamos acceder al núcleo manualmente, y eso llevará tiempo.
Ren y Alex ya estaban trabajando en ello, estudiando el pedestal y buscando una forma de abrirlo. Mientras tanto, Helena y yo tomamos posición para proteger la sala. Podía escuchar los intentos de los guardias de AtlasCorp de abrir la puerta detrás de nosotros, y sabía que no teníamos mucho tiempo.
—Esto no va a ser bonito, —dijo Helena mientras revisaba su munición.
—Nunca lo es, —respondí, levantando mi arma y apuntando hacia la puerta.
El precio del sacrificio
El tiempo se estiró mientras esperábamos. Cada segundo que pasaba sentía como una eternidad, y cada ruido que escuchaba hacía que mi corazón latiera más rápido. Finalmente, la puerta cedió, y los guardias de AtlasCorp comenzaron a entrar.
—¡Aquí vienen! —grité, abriendo fuego.
La batalla fue feroz. Helena y yo hicimos todo lo posible por mantenerlos a raya, pero estaban mejor equipados y tenían la ventaja del número. Cada vez que derribábamos a uno, parecía que aparecían dos más para reemplazarlo.
Detrás de nosotros, Ren y Alex trabajaban frenéticamente, mientras Margaret daba instrucciones y trataba de mantenerse fuera de la línea de fuego.
—¡Lo tenemos! —gritó finalmente Alex, justo cuando la situación parecía desesperada.
El pedestal emitió un sonido agudo, y la esfera comenzó a brillar intensamente antes de apagarse. El zumbido en el aire desapareció, y por un momento, todo quedó en silencio.
Pero no duró mucho.
—Tenemos que irnos, ahora, —dije, girándome hacia Margaret.
Ella asintió, pero antes de que pudiéramos movernos, una explosión sacudió la sala. Kane había activado algún tipo de protocolo de seguridad, y las paredes comenzaron a cerrarse a nuestro alrededor.
—¡Es una trampa! —gritó Ren mientras trataba de encontrar una salida.
No había tiempo para pensar. Teníamos que movernos.
El escape
Corrimos por los pasillos, esquivando obstáculos y enfrentándonos a más guardias en el camino. Cada disparo, cada decisión, cada paso parecía una apuesta entre la vida y la muerte.
Finalmente, llegamos a una salida secundaria que Alex había identificado en el mapa. Estaba bloqueada, pero logramos forzarla justo antes de que las paredes se cerraran detrás de nosotros.
Cuando salimos al aire libre, me permití un momento para respirar. Habíamos sobrevivido, pero apenas.
Margaret estaba a mi lado, su rostro iluminado por la tenue luz de la mañana. A pesar de todo, había una chispa de esperanza en sus ojos.
—Lo hicimos, —dijo en voz baja.
—Por ahora, —respondí, sabiendo que esto estaba lejos de terminar.
Mientras nos alejábamos de Umbra Nexus, no podía dejar de pensar en lo que habíamos dejado atrás. Habíamos golpeado a AtlasCorp donde más le dolía, pero sabía que no se quedarían de brazos cruzados. Esto era solo el principio de algo mucho más grande.