El Pacto Oculto.

Capítulo 30: Los Ecos de la Verdad.

Narrado por Alfio Lee

Había algo perturbadoramente calmado en el silencio que nos envolvía. Después de la explosión en Umbra Nexus y la frenética carrera por sobrevivir, la quietud de la noche parecía un lujo al que no estábamos acostumbrados. Sin embargo, esa calma era una ilusión, un preludio a la tormenta que sabíamos que se avecinaba.

El refugio temporal que habíamos encontrado era un edificio en ruinas, un viejo almacén abandonado a las afueras de la ciudad. Las paredes de ladrillo estaban cubiertas de grafitis, y el aire olía a humedad y polvo acumulado durante décadas. Pero por ahora, era seguro.

Margaret estaba sentada junto a una ventana rota, mirando hacia el horizonte. La luz de la luna iluminaba su rostro, resaltando las líneas de preocupación en su expresión. Había estado inusualmente callada desde que salimos de Umbra Nexus, y eso me preocupaba.

—¿En qué piensas? —pregunté mientras me acercaba a ella.

Ella no apartó la vista de la ventana.

—En todo lo que hemos perdido, —respondió finalmente, su voz apenas un susurro—. Y en todo lo que todavía podemos perder.

Sus palabras resonaron en mi cabeza, trayendo consigo un peso que no podía ignorar. Sabía exactamente a qué se refería. Habíamos llegado tan lejos, pero el costo había sido alto. Las heridas físicas eran solo una parte de la historia; las cicatrices emocionales eran mucho más profundas.

—Margaret, estamos más cerca que nunca de desmantelar a AtlasCorp. Umbra Nexus fue un golpe importante, y Kane lo sabe. —Intenté sonar convincente, pero incluso yo podía sentir la incertidumbre en mis palabras.

Ella finalmente se giró para mirarme, sus ojos oscuros llenos de una mezcla de dolor y determinación.

—Eso no significa que vayamos a ganar, Alfio. Kane siempre tiene un plan. Siempre está un paso por delante.

No tenía una respuesta para eso, porque en el fondo sabía que tenía razón. Kane no era alguien que aceptara la derrota fácilmente. Si algo había aprendido durante mi tiempo trabajando para él, era que siempre encontraba la manera de salirse con la suya.

Un consejo dividido

El equipo estaba reunido en el centro del almacén, revisando el equipo y discutiendo nuestro próximo movimiento. Helena estaba limpiando su rifle, mientras Ren y Alex trabajaban en los datos que habíamos extraído de Umbra Nexus. Margaret y yo nos unimos a ellos, tratando de idear un plan que nos diera una ventaja.

—Los archivos que encontramos mencionan algo llamado “Ejecución Umbra Omega”, —dijo Alex, su rostro iluminado por la pantalla de su computadora portátil—. Parece ser el próximo paso en el plan de Kane, pero los detalles están codificados.

—¿Podemos descifrarlos? —preguntó Margaret, inclinándose hacia él.

Alex negó con la cabeza.

—No sin más tiempo y recursos. Pero hay algo más. Encontré referencias a un lugar llamado “Haven”, que parece ser una instalación clave para este proyecto.

—Haven, —repetí en voz baja, dejando que la palabra se asentara en mi mente. Había escuchado ese nombre antes, en las reuniones secretas del consejo de AtlasCorp. Era un lugar rodeado de misterio, incluso dentro de la propia organización.

—Si Kane está llevando a cabo algo importante allí, necesitamos actuar rápido, —dijo Helena, cerrando su rifle con un clic final.

Pero Margaret no parecía convencida.

—No podemos apresurarnos, —dijo, su voz firme—. Kane estará esperando que intentemos algo así. Necesitamos un plan sólido, y necesitamos aliados.

La mención de aliados provocó un murmullo entre el equipo. Era un tema delicado, considerando lo poco que confiábamos en cualquiera fuera de nuestro círculo.

—¿Y quién podría ayudarnos? —preguntó Ren, levantando una ceja—. La mayoría de las personas que podrían haberse unido a nosotros están demasiado asustadas o han sido eliminadas.

Margaret cruzó los brazos, mirando a cada uno de nosotros con una intensidad que solo ella podía proyectar.

—Hay alguien, —dijo finalmente—. Una persona que puede tener los recursos y la influencia que necesitamos.

Todos nos quedamos en silencio, esperando que continuara.

—Se llama Elara Crowe, —dijo, y el nombre cayó como una bomba en la habitación.

Conocía ese nombre. Elara era una exmiembro del consejo de AtlasCorp, alguien que había desaparecido misteriosamente hace años después de un desacuerdo con Kane. Era conocida por ser astuta, despiadada y, sobre todo, extremadamente peligrosa.

—¿Crees que podemos confiar en ella? —pregunté, tratando de mantener la voz neutral.

Margaret me miró directamente a los ojos.

—No confío en nadie, Alfio. Pero si alguien puede ayudarnos a detener a Kane, es ella.

El dilema de la confianza

La discusión se prolongó durante horas, pero finalmente decidimos buscar a Elara. Era un riesgo enorme, pero nuestras opciones eran limitadas. Mientras los demás se preparaban para la misión, me quedé a solas con Margaret.

—Esto es peligroso, incluso para nosotros, —le dije, cruzando los brazos—. Elara no es alguien con quien quieras jugar.

—Lo sé, —respondió, su tono suave pero firme—. Pero no tenemos otra opción. Kane no se detendrá, Alfio. Si no hacemos esto, estamos condenados.

Había algo en la forma en que lo dijo, una mezcla de convicción y vulnerabilidad, que me hizo darme cuenta de cuánto estaba cargando sobre sus hombros.

—No tienes que hacerlo sola, —dije, acercándome a ella—. Estamos juntos en esto.

Por un momento, pareció que iba a decir algo, pero en lugar de eso, asintió lentamente.

—Lo sé, —susurró—. Y eso es lo único que me da esperanza.

El viaje hacia Haven

La noche siguiente, partimos hacia el lugar donde creíamos que Elara estaba escondida. El camino era largo y peligroso, y el peso de lo que estábamos haciendo se sentía en cada kilómetro que recorríamos.




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