El Pacto Oculto.

Capítulo 33: Bajo la Piel del Enemigo.

Narrado por Alfio Lee

El aire dentro del escondite temporal era denso, no por falta de ventilación, sino por la presión invisible que cargábamos todos. Sabía que la misión nos estaba desgastando, que cada paso hacia adelante parecía conducirnos a un barranco más profundo. Aun así, mientras observaba el mapa holográfico proyectado en la mesa, no podía ignorar la punzada de adrenalina que siempre me invadía antes de un enfrentamiento decisivo.

Frente a mí, Margaret estaba de pie con los brazos cruzados, observando el mapa como si pudiera descifrar su secreto solo con la fuerza de su voluntad. Había algo distinto en ella esa noche, un cansancio que iba más allá de lo físico. Yo mismo lo sentía, pero en ella se notaba como una sombra persistente que no podía sacudirse.

—¿Dónde estamos? —pregunté, rompiendo el silencio, aunque sabía la respuesta.

—A días, quizás horas, de que Kane active Umbra Omega, —respondió sin mirarme.

Las palabras colgaban en el aire como un recordatorio cruel de nuestra situación. Umbra Omega, esa maldita pieza final en el rompecabezas de AtlasCorp, era un proyecto que no solo cambiaría el curso de esta lucha, sino que posiblemente reescribiría la realidad misma. Según los fragmentos de información que habíamos recopilado, no era solo un arma, sino un sistema capaz de manipular el espacio, el tiempo y la percepción.

—¿Y Elara? —insistí.

Margaret se giró hacia mí, su mirada era fría, pero había algo vulnerable detrás de sus ojos.

—Nos dará la información que necesitamos. Solo es cuestión de tiempo, —dijo.

No le creí del todo. Elara Crowe no era alguien en quien confiara fácilmente. Sí, había trabajado para AtlasCorp en el pasado, pero su lealtad era un terreno tan inestable como el suelo que estábamos pisando. Aun así, no teníamos otra opción. Ella era nuestra única fuente de información directa sobre la ubicación de Umbra Omega.

—Alfio, ¿alguna vez dudas de lo que estamos haciendo? —preguntó Margaret de repente, como si hubiera leído mis pensamientos.

La pregunta me tomó por sorpresa. Margaret no era de las que expresaban dudas fácilmente. Siempre había sido la roca, la líder que mantenía al equipo enfocado, incluso cuando todo se desmoronaba.

—Claro que dudo, —admití después de un momento—. Pero no lo suficiente como para detenerme.

Ella asintió, pero no dijo nada más. Su silencio decía más de lo que las palabras podían expresar.

Revisión del plan

Más tarde esa noche, el equipo se reunió en el centro del escondite para repasar el plan una vez más. La tensión entre nosotros era palpable. Alex seguía evitando la mirada de Margaret, y Helena estaba demasiado concentrada en sus monitores para interactuar con nadie.

—Según Elara, Umbra Omega está en una instalación subterránea al norte del sector 7, —dijo Margaret, señalando un punto en el mapa holográfico.

—¿Y cómo sabemos que no nos está tendiendo una trampa? —preguntó Alex, con el mismo tono desafiante que había usado durante días.

—No lo sabemos, —respondí antes de que Margaret pudiera hacerlo—. Pero si esperamos más tiempo, Kane ganará.

El equipo cayó en un incómodo silencio. Era un argumento que habíamos usado demasiadas veces, pero eso no lo hacía menos cierto.

—¿Cuál es el plan de ataque? —preguntó finalmente Ren, rompiendo la tensión.

Margaret tomó el mando de la discusión, explicando los detalles de la infiltración. Pero mientras ella hablaba, mi mente se desviaba hacia los rostros de las personas a mi alrededor. Cada uno de ellos llevaba consigo cicatrices, físicas y emocionales, que AtlasCorp había dejado en sus vidas. Y todos, de alguna manera, habían depositado su confianza en Margaret y en mí para liderarlos.

La conexión rota

Esa noche, después de la reunión, me encontré a solas con Alex. Estaba sentado en una esquina, afilando su cuchillo con movimientos mecánicos. Sabía que debía hablar con él, que la grieta entre él y Margaret estaba afectando al equipo.

—¿Crees que estamos cometiendo un error? —le pregunté, sentándome a su lado.

—No lo sé, —respondió sin mirarme—. Pero siento que Margaret está arriesgando demasiado, como si estuviera jugando a un juego que no podemos ganar.

—Margaret no está jugando, —dije, mi voz más firme de lo que pretendía—. Ella está haciendo lo que tiene que hacer para mantenernos con vida.

Alex finalmente levantó la vista, sus ojos llenos de frustración.

—¿Y si nos equivocamos? ¿Y si todo esto termina con nosotros muertos y Kane ganando de todas formas?

No tenía una respuesta para eso. Nadie la tenía.

Elara y la verdad incompleta

A la mañana siguiente, Elara finalmente nos dio las coordenadas exactas de la instalación donde Kane planeaba activar Umbra Omega. Su tono era neutral, casi clínico, mientras explicaba los detalles. Pero algo en su expresión me hizo sospechar que no nos estaba diciendo todo.

—¿Por qué ayudarnos? —le pregunté cuando estuvimos a solas.

Elara me miró, su rostro imperturbable.

—Porque Kane no es el único que entiende el poder de Umbra Omega, —respondió—. Y porque no quiero vivir en un mundo donde él sea el único que lo controle.

No era la respuesta que esperaba, pero tampoco era una mentira.

Preparativos finales

Mientras el equipo se preparaba para la misión, no podía evitar sentir que algo grande estaba por suceder. Cada movimiento, cada palabra, parecía cargado de una gravedad que no podíamos ignorar.

Antes de partir, Margaret se acercó a mí.

—¿Estás listo para esto? —preguntó.

—No, —respondí con una sonrisa torcida—. Pero eso nunca ha importado antes.

Ella asintió, y por un momento, el peso del mundo pareció desvanecerse.

—Pase lo que pase, Alfio, gracias por estar aquí, —dijo en voz baja.

Quería responder, decirle que siempre estaría a su lado, pero las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta.




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