Narrado por Alfio Lee
La explosión retumbó a mis espaldas cuando salimos de las ruinas de la instalación. Mi respiración era irregular, pero seguí corriendo. Margaret iba delante de mí, tirando de mi brazo como si su fuerza fuera lo único que me mantenía en pie. Detrás, Helena y Alex cubrían nuestra retirada, disparando a los pocos soldados de AtlasCorp que aún nos perseguían.
—¡El vehículo está cerca! —gritó Margaret, con una firmeza que ocultaba el agotamiento en su voz.
Apenas unos minutos antes, había asumido que mi destino estaba sellado. Había iniciado la sobrecarga del núcleo de Umbra Omega, sabiendo que la explosión consumiría todo a su paso, incluyéndome a mí. Pero entonces Margaret, como siempre, había encontrado una solución imposible.
Un escape por los pelos
Cuando las puertas del vehículo blindado se cerraron tras nosotros, el silencio fue casi ensordecedor. Todos estábamos cubiertos de polvo y sudor, nuestras caras reflejaban una mezcla de alivio y agotamiento. Alex dejó caer su rifle al suelo y se dejó caer en el asiento con un suspiro.
—¿Todos están bien? —preguntó Margaret, mirando a cada uno de nosotros con esos ojos que parecían ver a través de todo.
—Más o menos, —respondió Helena, revisando un corte superficial en su brazo.
—Yo estoy bien, —dije, aunque la adrenalina empezaba a desvanecerse y sentía el peso de cada golpe y herida.
—¿Qué hay de ti? —le pregunté a Margaret.
Ella asintió, pero no dijo nada. Sabía que estaba procesando todo lo que acababa de suceder, buscando algún detalle que se nos hubiera escapado.
Helena rompió el silencio, su tono cargado de preocupación.
—No quiero ser pesimista, pero esto no ha terminado. Aunque hayamos destruido el núcleo de Umbra Omega, Kane sigue ahí afuera. Y no va a detenerse.
Margaret asintió lentamente.
—Lo sé. Pero hoy dimos un golpe importante. Perdió su arma más poderosa, y eso nos da tiempo.
—¿Tiempo para qué? —pregunté.
—Para preparar la siguiente jugada, —respondió, con una chispa de determinación que me recordó por qué siempre la seguíamos, incluso cuando las probabilidades estaban en nuestra contra.
Refugio temporal
Nos dirigimos a uno de los refugios seguros que habíamos establecido meses atrás, una cabaña escondida en las montañas. El trayecto fue largo y silencioso, cada uno perdido en sus pensamientos.
Cuando finalmente llegamos, el ambiente en la cabaña era tenso. Nos instalamos rápidamente, revisando las heridas y asegurándonos de que el lugar estuviera bien protegido. Una vez que todo estuvo en orden, nos reunimos en la sala principal.
Margaret estaba de pie junto a la ventana, mirando hacia el bosque como si esperara que algo apareciera de la nada. Me acerqué a ella, mi curiosidad superando mi necesidad de descansar.
—¿En qué estás pensando? —le pregunté.
—En Kane, —respondió sin apartar la vista del exterior—. Él no se detendrá. Destruir el núcleo fue un gran paso, pero no suficiente.
—Lo encontraremos, —dije con convicción—. Y lo detendremos.
Finalmente, se volvió hacia mí, sus ojos reflejaban una mezcla de gratitud y preocupación.
—Lo sé, Alfio. Pero no puedo evitar sentir que estamos jugando su juego. Siempre va un paso por delante.
El peso de las decisiones
Esa noche, mientras los demás dormían o al menos lo intentaban, yo no podía encontrar la paz. Me quedé sentado junto a la chimenea, observando las llamas danzar. Mi mente volvía una y otra vez a lo que había sucedido en la instalación y a lo que había estado a punto de perder.
Margaret se sentó a mi lado, envolviéndose en una manta.
—¿No puedes dormir? —preguntó.
Negué con la cabeza.
—Demasiado en qué pensar.
Ella asintió, como si entendiera exactamente cómo me sentía.
—Sabes, nunca te lo dije, pero cuando tomaste la decisión de quedarte atrás hoy… pensé que te perdería.
Su confesión me tomó por sorpresa. Margaret rara vez mostraba tanta vulnerabilidad.
—Lo hice porque no podía pedirle a nadie más que lo hiciera, —respondí—. Pero cuando volviste por mí… bueno, no puedo agradecerte lo suficiente.
Ella me miró, y en sus ojos vi algo que iba más allá de la gratitud.
—No podía dejarte, Alfio. No después de todo lo que hemos pasado.
La próxima jugada
A la mañana siguiente, el equipo se reunió para discutir los próximos pasos. Helena había estado analizando los datos que logramos extraer de la instalación antes de destruirla.
—Encontré algo interesante, —dijo, proyectando un mapa en la pared—. Este es un complejo subterráneo en el norte, cerca de lo que solía ser una planta de energía. Según los archivos, Kane ha estado usando ese lugar como base secundaria.
—¿Base secundaria? —repitió Alex—. ¿Eso significa que aún tiene recursos allí?
—Probablemente, —respondió Helena—. Pero también significa que es nuestra mejor oportunidad para atraparlo.
Margaret miró el mapa, su mente claramente trabajando a toda velocidad.
—Entonces ese es nuestro próximo objetivo, —dijo con determinación—. Pero esta vez, debemos asegurarnos de que no nos esté esperando.
El equipo asintió, aunque todos sabíamos que esta misión sería aún más peligrosa que la anterior.
Mientras revisábamos los planes, no pude evitar mirar a Margaret. Su liderazgo era lo que nos había llevado hasta aquí, pero sabía que estaba cargando con más peso del que admitía.
Cuando la reunión terminó, me acerqué a ella.
—Vamos a lograrlo, —le dije—. Lo hemos hecho antes, y lo haremos de nuevo.
Ella me miró y sonrió, aunque había una sombra en sus ojos que no podía ignorar.
—Espero que tengas razón, Alfio, —respondió—. Porque esta vez, no podemos fallar.
Preparativos finales
Esa noche, mientras el equipo se preparaba para la misión, me tomé un momento para reflexionar. Sabía que las cosas estaban llegando a su punto culminante, y que el próximo enfrentamiento con Kane podría ser el último.