El Pacto Oculto.

Capítulo 36: El Corazón de la Tormenta.

Narrado por Alfio Lee

El viento era una fuerza implacable mientras descendíamos por el terreno nevado que llevaba al complejo subterráneo de Kane. La información que Helena había conseguido en los restos de Umbra Omega había sido precisa: el complejo estaba escondido bajo lo que alguna vez fue una planta de energía abandonada, ahora cubierta por un espeso bosque de pinos y una gruesa capa de nieve.

Mi respiración formaba nubes de vapor en el aire frío, y mis botas crujían sobre la nieve mientras seguía a Margaret, que lideraba el camino. Cada paso que dábamos me llenaba de una mezcla de determinación y ansiedad. Sabía que este enfrentamiento definiría no solo el futuro del equipo, sino también el mío.

El infiltrado

—El complejo está justo adelante, —susurró Margaret mientras se detenía detrás de un árbol y levantaba los binoculares.

Me acerqué a su lado y observé cómo analizaba el área. La entrada principal estaba custodiada por al menos una docena de soldados de AtlasCorp. Las luces brillantes iluminaban el área, destacando las torretas automáticas que flanqueaban la entrada.

—Parece un infierno ahí abajo, —murmuré.

Margaret sonrió, aunque era una sonrisa tensa.

—Nunca pensé que sería fácil.

Helena se acercó a nosotros, sosteniendo su dispositivo de hacking en la mano.

—Puedo desactivar las torretas desde aquí, pero necesitaré unos minutos. Alex y yo cubriremos a ustedes dos mientras llegan a la entrada secundaria.

Margaret asintió, revisando su equipo.

—Alfio, ¿listo?

—Siempre, —respondí, aunque mi corazón estaba acelerado.

Margaret y yo nos deslizamos por el costado del complejo, avanzando hacia la entrada secundaria que Helena había identificado en los planos. Era una puerta oculta en la base de un acantilado, diseñada originalmente como una salida de emergencia. La nieve dificultaba nuestros movimientos, pero cada paso nos acercaba más al núcleo de lo que habíamos venido a destruir.

Dentro de la guarida

La puerta secundaria cedió con un leve chirrido cuando Margaret logró forzarla con su herramienta de hacking. Nos adentramos en un pasillo oscuro y frío, nuestras linternas iluminando las paredes de concreto desnudo. El silencio era inquietante, roto solo por el sonido de nuestras pisadas y nuestras respiraciones controladas.

—Esto me recuerda a Umbra Omega, —dije, tratando de aligerar la tensión.

—Espero que este lugar no termine explotando en nuestras caras, —respondió Margaret con una sonrisa ladeada.

Seguimos avanzando, cada paso llevándonos más cerca del centro del complejo. Según los datos de Helena, el lugar albergaba una serie de laboratorios y almacenes donde Kane y su equipo trabajaban en nuevos proyectos.

El núcleo

Cuando finalmente llegamos al corazón del complejo, nos encontramos con una escena que parecía sacada de una pesadilla. Un enorme salón estaba lleno de equipos tecnológicos avanzados, con tubos llenos de líquidos brillantes que albergaban formas indistintas flotando en su interior.

—¿Qué demonios es esto? —murmuré, acercándome a uno de los tubos.

Margaret escaneó el área con la mirada, su rostro reflejando una mezcla de horror y determinación.

—Es peor de lo que pensábamos. Parece que Kane no solo estaba trabajando en armas. Esto… esto es experimentación humana.

Sentí una oleada de náuseas al ver las figuras dentro de los tubos. Algunos parecían humanos, pero otros eran… diferentes. Deformados, como si hubieran sido manipulados de formas que desafiaban la naturaleza.

—Tenemos que destruir esto, —dije, mi voz firme.

Margaret asintió.

—Pero primero necesitamos encontrar a Kane.

El enfrentamiento

No tuvimos que buscar mucho. Apenas habíamos comenzado a plantar las cargas explosivas cuando una voz resonó a través del salón.

—¿De verdad creían que podrían entrar aquí sin que me diera cuenta?

Me giré rápidamente, mi arma apuntando hacia la fuente de la voz. Kane estaba de pie al otro lado del salón, rodeado por un grupo de soldados armados. Su sonrisa era fría y calculadora, y sus ojos brillaban con una mezcla de arrogancia y peligro.

—Alfio Lee y Margaret Smit, los dos rebeldes más problemáticos que he enfrentado. Estoy impresionado de que hayan llegado tan lejos.

—Ríndete, Kane, —dijo Margaret, su voz cargada de autoridad—. Esto se acabó.

Kane soltó una carcajada que resonó en las paredes del salón.

—¿Acabado? Apenas está comenzando.

Con un gesto de su mano, sus soldados abrieron fuego. Margaret y yo nos lanzamos a cubierto, disparando de vuelta mientras tratábamos de mantener nuestra posición. El salón se convirtió en un caos de disparos, explosiones y gritos.

El sacrificio

Mientras el enfrentamiento se intensificaba, Margaret y yo logramos llegar al centro del salón, donde estaba el sistema de control principal. Sabíamos que si podíamos destruirlo, podríamos desactivar las defensas del complejo y darle a Helena y Alex una oportunidad de llegar hasta nosotros.

Pero entonces sucedió algo que no esperaba. Kane activó un protocolo de autodestrucción.

—Si no puedo ganar, me aseguraré de que ninguno de ustedes salga vivo, —dijo, su voz llena de odio.

Las alarmas comenzaron a sonar, y un conteo regresivo apareció en las pantallas. Teníamos menos de diez minutos para salir antes de que todo el lugar explotara.

—Tenemos que irnos, —dije, agarrando a Margaret del brazo.

—No podemos dejar esto así, —respondió ella, mirando las figuras en los tubos.

Sabía que tenía razón. Si no destruíamos este lugar, Kane seguiría adelante con sus planes. Pero también sabía que quedarnos significaba arriesgarnos a no salir vivos.

—Haz lo que tengas que hacer, pero hazlo rápido, —dije, comenzando a plantar las cargas en el sistema de control.




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