El Pacto Oculto.

Capítulo 37: Ecos en la Oscuridad.

Narrado por Alfio Lee

El silencio después de la explosión era ensordecedor. Desde el asiento trasero del vehículo, observé cómo el humo se elevaba en espirales negras hacia el cielo gris. El complejo que habíamos destruido no era solo un edificio, sino una manifestación de todo lo que AtlasCorp representaba: control, experimentación inhumana y ambición desmedida. Sin embargo, sabía que la victoria era temporal. Kane había escapado, y no había duda de que estaba planificando su próximo movimiento.

—¿Y ahora qué? —preguntó Helena desde el asiento del copiloto, mirando a Margaret en el retrovisor.

Margaret no respondió de inmediato. Estaba sentada a mi lado, con la mirada fija en el paisaje nevado que se extendía ante nosotros. Había algo en su expresión que no lograba descifrar: una mezcla de agotamiento, determinación y algo más… quizás duda.

—Ahora, seguimos adelante, —dijo finalmente, aunque su voz sonaba más cansada de lo habitual.

Su respuesta no me tranquilizó. Desde el inicio de nuestra misión, Margaret había sido el faro que mantenía al equipo unido. Pero en ese momento, parecía tan humana como cualquiera de nosotros, vulnerable y afectada por el peso de lo que habíamos hecho.

El refugio

Llegamos al refugio varias horas después, un pequeño escondite en medio de un bosque remoto que habíamos preparado como punto de reunión. Era una cabaña modesta, pero lo suficientemente equipada para mantenernos a salvo durante unos días.

Mientras Alex y Helena descargaban el equipo, yo ayudé a Margaret a entrar. Su paso era más lento de lo normal, y aunque no se quejó, podía notar que la batalla había cobrado su precio.

—Deberías descansar, —le dije mientras la ayudaba a sentarse en el sofá.

—No hay tiempo para eso, Alfio, —respondió, quitándose la chaqueta y dejando al descubierto un corte profundo en su brazo.

—Margaret, estás herida, —dije, sorprendido de que no lo hubiera mencionado antes.

Ella me miró con una sonrisa irónica.

—No es nada comparado con lo que enfrentaremos si Kane logra reactivar el proyecto Umbra.

Suspiré y me puse a trabajar limpiando la herida. Mientras lo hacía, no pude evitar sentir una punzada de culpa. Cada decisión que habíamos tomado nos había acercado más al abismo, y aunque habíamos sobrevivido hasta ahora, sabía que el precio de nuestra resistencia estaba aumentando.

Un descubrimiento inquietante

Después de asegurarme de que Margaret estuviera estable, me uní a Helena y Alex en la pequeña sala de reuniones improvisada que habíamos montado. Sobre la mesa había varios discos duros y documentos que habíamos recuperado del complejo antes de su destrucción.

—Esto es lo que logramos sacar, —dijo Alex, conectando uno de los discos a su laptop.

Helena se inclinó hacia adelante, sus ojos escaneando la pantalla mientras los archivos se cargaban.

—La mayoría de estos son datos relacionados con experimentos, —dijo después de unos minutos—. Pero hay algo más.

Me acerqué para mirar más de cerca. Helena abrió un archivo titulado “Umbra Omega - Fase Final”. Su contenido me dejó helado.

—No puede ser, —murmuré, leyendo las líneas de texto que describían el verdadero propósito del proyecto.

Umbra Omega no era solo un programa de armas, como habíamos pensado inicialmente. Era un plan para crear una red de control mental, diseñada para subyugar poblaciones enteras a través de implantes neurológicos. Los tubos que habíamos visto en el complejo contenían los primeros prototipos de humanos modificados para ser los portadores de esta tecnología.

—Esto cambia todo, —dije, sintiendo una oleada de ira.

—Kane no solo quiere poder. Quiere control total, —añadió Helena, su voz cargada de indignación.

Tensiones en el equipo

La revelación trajo consigo un peso que se hizo palpable en la cabaña. Sabíamos que nuestro enemigo no solo era poderoso, sino que también estaba dispuesto a cruzar cualquier límite moral para lograr sus objetivos.

—Necesitamos un plan, —dijo Alex, rompiendo el silencio.

—Lo sé, pero no podemos apresurarnos, —respondió Margaret mientras entraba en la sala. Aunque su herida estaba vendada, todavía mostraba signos de agotamiento—. Si fallamos ahora, no habrá una segunda oportunidad.

—¿Y qué propones? —pregunté, cruzando los brazos.

Margaret me miró con esos ojos que parecían perforar mi alma.

—Propongo que nos dividamos. Kane nos espera juntos. Si dividimos nuestros esfuerzos, tendremos más posibilidades de adelantarnos a sus movimientos.

La idea no me gustó. Dividirnos significaba debilitar nuestra fuerza colectiva, y no podía evitar sentir que era una estrategia peligrosa.

—Es demasiado arriesgado, —dije, tratando de mantener la calma—. Kane es impredecible, y no sabemos de qué más es capaz.

—¿Y cuál es tu alternativa, Alfio? —preguntó Margaret, su tono desafiándome a ofrecer una solución mejor.

No tenía una respuesta inmediata, y eso me frustró.

Reflexiones en la noche

Esa noche, mientras el resto del equipo dormía, me quedé despierto revisando los archivos de Kane. Cada línea de texto parecía gritarme que estábamos en desventaja, que nuestras posibilidades de ganar esta guerra eran escasas.

Sin embargo, mientras miraba a Margaret dormir en el sofá, su rostro finalmente relajado en el sueño, sentí una chispa de esperanza. Ella había soportado tanto, liderando al equipo con una fuerza que pocas personas podían igualar. Y aunque nuestros métodos a veces chocaban, no podía negar que ella era el corazón de nuestra resistencia.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por un ruido en la puerta. Me levanté rápidamente, tomando mi arma, pero cuando abrí, no encontré a nadie. Solo una hoja de papel doblada en el suelo.

La recogí con cuidado y la abrí. En su interior había un mensaje escrito con tinta roja:




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.