Narrado por Margaret Smit
El sonido de los motores del helicóptero era ensordecedor, pero en mi mente solo había silencio. Era ese tipo de calma que llega antes de una tormenta, un vacío entre lo que se espera y lo que está por suceder. Estaba sentada junto a Alfio, mirando por la ventana hacia el paisaje desolado que se extendía debajo. Habíamos llegado tan lejos, y sin embargo, el final aún parecía fuera de nuestro alcance.
—¿Estás lista? —preguntó Alfio, inclinándose hacia mí para que pudiera escucharlo por encima del ruido.
—Nunca lo he estado, —respondí, mi voz cargada de una honestidad que rara vez dejaba salir—. Pero eso no importa, ¿verdad?
Él no respondió, pero su mirada lo dijo todo. No importa cuán preparados estemos, siempre hay una parte de nosotros que se pregunta si será suficiente.
El corazón de la bestia
Cuando aterrizamos cerca del complejo, me tomó un momento reconocer la estructura. No era como los otros sitios de AtlasCorp que habíamos infiltrado. Este lugar tenía un aire diferente, casi ritualista. Era el núcleo de todo lo que Kane había construido, el corazón del Proyecto Umbra Omega.
—Esto es más grande de lo que pensábamos, —dijo Alex, mientras revisaba los planos en su tablet.
—¿Cuántos niveles hay? —pregunté, inclinándome para ver.
—Cuatro. Pero el último es el más importante, —respondió—. Allí es donde están los servidores principales y, probablemente, Kane.
Mis manos se cerraron en puños al escuchar su nombre. Kane. Todo lo que habíamos sufrido, todas las vidas que se habían perdido, todo volvía a él.
—No perdamos más tiempo, —dije, tomando la delantera mientras nos movíamos hacia la entrada.
El eco del pasado
El interior del complejo era un laberinto de pasillos iluminados por una luz artificial que parecía absorber toda la calidez del ambiente. Mientras avanzábamos, mi mente comenzó a divagar. No podía evitar recordar la primera vez que había entrado a un edificio como este, años atrás, cuando aún trabajaba para AtlasCorp. En ese entonces, creía que estaba haciendo algo bueno, algo que importaba.
—Margaret, —llamó Alfio, sacándome de mis pensamientos.
—¿Qué? —pregunté, volviendo al presente.
—Estamos cerca del primer punto de control. Necesitamos que estés enfocada.
Asentí, sintiendo una punzada de vergüenza por haberme distraído. Pero no podía evitarlo. Este lugar era un recordatorio constante de todo lo que había perdido, de todo lo que había hecho.
Primer enfrentamiento
El primer enfrentamiento ocurrió en el segundo nivel. Un grupo de guardias apareció de la nada, bloqueando nuestro camino. No era la primera vez que nos enfrentábamos a ellos, pero algo en sus movimientos era diferente. Eran más rápidos, más precisos.
—¡Cuidado! —gritó Alfio mientras un disparo rozaba mi brazo.
El dolor fue intenso, pero lo ignoré. No tenía tiempo para debilidades.
—¡Alex, necesitamos un camino alternativo! —ordené, mientras disparaba para cubrir al resto del equipo.
—Dame un segundo, —respondió él, sus dedos volando sobre la pantalla de su tablet.
Un segundo era un lujo que no podíamos permitirnos. Los guardias avanzaban, y aunque logramos reducir su número, sabíamos que no podíamos quedarnos allí mucho tiempo.
—¡Listo! Hay un pasillo a la derecha que los llevará al tercer nivel, —dijo Alex finalmente.
—¡Muévanse! —grité, asegurándome de ser la última en salir para cubrir al equipo.
La verdad oculta
Cuando llegamos al tercer nivel, algo cambió. Las paredes estaban llenas de pantallas que mostraban imágenes de diferentes instalaciones de AtlasCorp, incluso algunas que creíamos haber destruido. Pero lo más perturbador era una pantalla en particular, que mostraba una habitación con una figura familiar sentada en el centro.
Era Kane.
—Nos está esperando, —dijo Alfio, su voz cargada de frustración.
—Por supuesto que lo está, —respondí—. Pero eso no cambia nada. Vamos a terminar con esto.
Antes de que pudiéramos movernos, una voz salió de los altavoces. Era su voz, fría y calculadora como siempre.
—Margaret, cuánto tiempo ha pasado. Sabía que no podrías resistir la tentación de venir aquí.
Ignoré su intento de provocación y seguí avanzando, pero sus palabras continuaron.
—¿Realmente crees que puedes detenerme? Todo esto, todo lo que has hecho, ha sido parte de mi plan desde el principio.
—No le escuches, —dijo Alfio, colocando una mano en mi hombro.
Pero era difícil no hacerlo. Cada palabra de Kane era como un recordatorio de mis fracasos, de las veces que había caído en sus trampas.
El sacrificio necesario
Finalmente llegamos al último nivel. El cuarto estaba lleno de servidores y maquinaria que zumbaba con una intensidad casi ensordecedora. En el centro, rodeado de guardias, estaba Kane.
—Esto termina aquí, Kane, —dije, apuntándole con mi arma.
Él simplemente sonrió.
—¿De verdad lo crees? —respondió, levantando una mano para detener a sus guardias—. Dime, Margaret, ¿qué estás dispuesta a sacrificar para detenerme?
No respondí. Sabía que cualquier cosa que dijera solo alimentaría su ego.
La batalla que siguió fue un caos. Los guardias atacaron, pero estábamos preparados. El equipo luchó con todo lo que tenía, y aunque sufrimos algunas heridas, logramos abrirnos camino hacia los servidores.
—¡Margaret, necesitamos más tiempo para cargar el virus! —gritó Alex desde su posición.
—¡Hazlo rápido! —respondí, cubriéndolo mientras Alfio se enfrentaba a Kane directamente.
El final del juego
Cuando finalmente logramos cargar el virus en los servidores, algo inesperado ocurrió. Una explosión sacudió el cuarto, derribándonos a todos.
—¿Qué está pasando? —pregunté, tosiendo por el humo.