El Pacto Oculto.

Capítulo 44: Ecos de la Decisión.

Narrado por Margaret Smit

El frío del pasillo parecía filtrarse a través de mi piel mientras Alfio y yo corríamos por las instalaciones. El eco de nuestros pasos resonaba en la estructura metálica, mezclándose con las alarmas que seguían ululando. Habíamos logrado desconectar a la figura del núcleo, pero las consecuencias de esa decisión pesaban sobre mí como una losa.

Cada paso que daba sentía como si estuviera cargando más que mi propio cuerpo. Me preguntaba si habíamos tomado la decisión correcta, si había valido la pena correr el riesgo. Las imágenes de la figura, frágil y conectada a una red infinita de cables, seguían invadiendo mi mente. Sus ojos, llenos de una mezcla de resignación y súplica, eran imposibles de olvidar.

—Margaret, concéntrate —me llamó Alfio, sacándome de mis pensamientos.

Estábamos cerca de una intersección, y Alfio revisaba rápidamente el mapa holográfico que había conseguido descargar de una de las consolas.

—¿Izquierda o derecha? —pregunté, tratando de calmar mi respiración.

—Derecha. Esa debería llevarnos al acceso de mantenimiento, —respondió, señalando el camino.

Seguimos avanzando, escuchando los pasos de los guardias acercándose a nuestras espaldas. Mi mente seguía enredada en la desconexión de la figura. No sabía quién era o cómo había terminado en esa situación, pero lo que habíamos hecho no era solo una victoria técnica; era un acto profundamente humano.

El peso de las elecciones

—¿Crees que sobrevivirá? —pregunté en un susurro, aunque sabía que no era el momento para esa conversación.

Alfio no respondió de inmediato. Se limitó a mirar hacia adelante, con la mandíbula tensa.

—No lo sé, Margaret. Solo podemos esperar.

Su respuesta me dejó fría. Por mucho que quisiera aferrarme a la esperanza, sabía que las probabilidades estaban en nuestra contra. Habíamos interrumpido un sistema masivo, algo que ni siquiera entendíamos completamente. El hecho de que la figura estuviera viva al desconectarla era un milagro en sí mismo.

—¡Allí está la puerta! —exclamó Alfio, señalando una compuerta al final del pasillo.

Corrimos hacia ella, pero cuando Alfio intentó abrirla, una voz metálica resonó por los altavoces.

—Acceso denegado. Protocolo de emergencia activado.

—¡Maldición! —gruñó Alfio, golpeando la puerta con frustración.

Sacó su dispositivo portátil y comenzó a trabajar en el panel de control junto a la puerta, tratando de anular el bloqueo.

Mientras tanto, me quedé vigilando el pasillo, escuchando con atención cualquier sonido que indicara que los guardias estaban cerca. Sentía que el tiempo se nos escapaba entre los dedos.

—Vamos, vamos —murmuró Alfio mientras trabajaba frenéticamente en el panel.

Los pasos de los guardias eran cada vez más claros. Estaban cerca, y no teníamos mucho tiempo.

—¿Cuánto falta? —pregunté, tratando de mantener la calma.

—Unos segundos más…

Un sacrificio inesperado

De repente, un disparo resonó en el pasillo, y una chispa saltó del panel junto a Alfio. Ambos nos lanzamos al suelo instintivamente. Miré hacia atrás y vi a los guardias al final del pasillo, apuntándonos con sus armas.

—¡Alfio! —grité, tratando de buscar una forma de protegernos.

—¡Sigue cubriéndote! —respondió, volviendo a trabajar en el panel.

El sonido de los disparos llenaba el aire, y cada impacto en las paredes metálicas hacía que mi corazón latiera más rápido. Sabía que no podíamos quedarnos allí mucho tiempo.

De repente, escuché un ruido detrás de nosotros, y una figura apareció desde un conducto lateral. Era Alex, con un arma improvisada y una expresión de determinación en su rostro.

—¡No pensé que sobrevivirías! —exclamé, sorprendida y aliviada al mismo tiempo.

—¿De verdad creíste que te dejaría sola con este idiota? —respondió, disparando hacia los guardias para cubrirnos.

Con la ayuda de Alex, Alfio logró desbloquear la puerta.

—¡Vamos! —gritó Alfio, abriendo la compuerta.

Corrimos a través de la puerta justo cuando los guardias estaban a punto de alcanzarnos. Alex cerró la compuerta detrás de nosotros y aseguró el cierre con un dispositivo explosivo improvisado.

—Eso debería darles algo en qué pensar, —dijo, respirando con dificultad.

La verdad oculta

Nos encontramos en una sala de mantenimiento, llena de tuberías y maquinaria pesada. Era un lugar oscuro y opresivo, pero por el momento era seguro.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —preguntó Alex, mirando a Alfio con desconfianza.

Alfio suspiró, dejando caer su dispositivo portátil al suelo mientras se recostaba contra una pared.

—Logramos desconectar a la figura del núcleo, pero ahora todo el sistema está en alerta. No sé cuánto tiempo tenemos antes de que reconfiguren todo.

—¿Y la figura? —preguntó Alex, mirando directamente a Alfio.

—Está viva, pero no sé por cuánto tiempo, —respondió Alfio.

La expresión de Alex cambió, volviéndose más seria.

—¿Te das cuenta de lo que significa esto? Si logramos sacarla de aquí y sobrevivimos, podríamos exponer todo lo que AtlasCorp ha estado haciendo.

—Lo sé, —respondió Alfio—. Pero eso no será fácil.

Mientras los dos discutían, me senté en el suelo, intentando procesar todo lo que había pasado. Sabía que Alex tenía razón; esta era nuestra oportunidad para desenmascarar a AtlasCorp. Pero también sabía que no podíamos hacerlo solos.

—Necesitamos más aliados, —dije finalmente, interrumpiendo su conversación.

Ambos me miraron, sorprendidos.

—No podemos seguir enfrentándonos a esto solo los tres. Si queremos tener una oportunidad real, necesitamos ayuda.

Alex asintió lentamente.

—Margaret tiene razón. Pero, ¿en quién podemos confiar?

Alfio guardó silencio por un momento antes de responder.




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