El Pacto Oculto.

Capítulo 45: El Umbral de lo Desconocido.

Narrado por Margaret Smit

El amanecer era apenas un murmullo en el horizonte cuando salimos de la sala de mantenimiento. Cada paso resonaba con un peso que no podía ignorar. Las sombras que bailaban en las paredes metálicas parecían vivas, como si la misma estructura de AtlasCorp estuviera observándonos.

Había algo en el aire, una tensión palpable que se aferraba a nosotros. Alex iba al frente, sosteniendo su arma improvisada, mientras Alfio revisaba un dispositivo holográfico que proyectaba un mapa rudimentario de las instalaciones. Yo caminaba detrás de ellos, tratando de mantener mi mente enfocada, pero las dudas seguían acechándome.

¿Habríamos cometido un error al desconectar a la figura? Su imagen seguía persiguiéndome, esos ojos que habían expresado más de lo que cualquier palabra podría haber dicho. No podía dejar de preguntarme si habíamos hecho lo correcto o si habíamos condenado a alguien más a un destino peor.

—Margaret, ¿estás bien? —preguntó Alfio, girando la cabeza hacia mí.

Asentí rápidamente, aunque sabía que mi rostro probablemente traicionaba mis emociones.

—Estoy bien —respondí, tratando de sonar convincente—. Solo pensando.

—Deja de pensar tanto —interrumpió Alex sin mirarme—. Ahora no es el momento para eso.

Quise responder algo sarcástico, pero sabía que tenía razón. No teníamos tiempo para quedarnos atrapados en nuestras emociones. Había demasiadas cosas en juego, y cada segundo contaba.

En busca de aliados

El pasillo por el que caminábamos estaba vacío, pero sabíamos que no duraría mucho. AtlasCorp había desplegado a sus fuerzas, y era solo cuestión de tiempo antes de que nos encontraran.

—¿Cuánto falta para llegar al punto de extracción? —pregunté, rompiendo el silencio.

—Unos diez minutos si no encontramos problemas, —respondió Alfio, sin apartar la vista del holograma—. Pero no contemos con eso.

Su tono era pragmático, casi frío, pero podía sentir la preocupación detrás de sus palabras. Alfio siempre había sido bueno ocultando sus emociones, pero después de todo lo que habíamos pasado juntos, había aprendido a leerlo mejor.

—¿Qué haremos si no encontramos a tu contacto? —pregunté, dirigiéndome a él.

—Lo encontraremos, —respondió Alfio con una certeza que casi me hizo creerle.

Pero sabía que incluso él tenía dudas. La persona a la que buscábamos era alguien que había trabajado para AtlasCorp en el pasado, alguien con acceso a información que podría cambiar el rumbo de nuestra lucha. Pero confiar en alguien dentro del sistema era un riesgo enorme, y todos lo sabíamos.

Sombras del pasado

Mientras avanzábamos, mi mente volvió a la figura conectada al núcleo. Había algo en ella, algo que me resultaba familiar. Pero no podía precisar qué era. Era como si una parte de mi memoria estuviera enterrada bajo capas de niebla.

—¿En qué piensas? —preguntó Alfio de repente, sacándome de mis pensamientos.

—En la figura, —respondí honestamente—. Hay algo en ella que no puedo dejar de pensar. Como si… como si la conociera de alguna manera.

Alfio me miró con una mezcla de curiosidad y preocupación.

—Es posible, —dijo finalmente—. AtlasCorp ha estado manipulando a la gente durante años. No sería extraño que haya algún vínculo que desconozcas.

Sus palabras solo aumentaron mi inquietud. Si realmente había una conexión entre la figura y yo, necesitaba descubrirla. Pero sabía que ese no era el momento para buscar respuestas.

—Sigamos avanzando, —dije, tratando de sacudir mis pensamientos.

Un encuentro inesperado

Llegamos a una intersección donde Alfio se detuvo para consultar el mapa. Mientras esperaba, un ruido sutil llamó mi atención. Me giré rápidamente, escaneando el pasillo detrás de nosotros.

—¿Qué pasa? —preguntó Alex, notando mi reacción.

—Escuché algo, —respondí, ajustando mi posición para tener una mejor vista.

El sonido se hizo más claro: pasos, suaves pero decididos. Nos estaban siguiendo.

—Tenemos compañía, —dije, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a correr por mis venas.

—Rápido, por aquí, —dijo Alfio, señalando un pasillo lateral.

Nos movimos rápidamente, pero no lo suficientemente rápido. Los pasos detrás de nosotros se aceleraron, y pronto vimos a dos figuras emergiendo de las sombras.

No eran guardias de AtlasCorp, pero tampoco parecían aliados. Uno de ellos, un hombre alto con un rostro marcado por cicatrices, levantó una mano en señal de paz.

—No queremos problemas, —dijo, su voz profunda y calmada—. Solo queremos hablar.

—¿Hablar? —repitió Alex, apuntándoles con su arma—. No estamos de humor para charlas.

El hombre levantó ambas manos, mostrando que no estaba armado.

—Sabemos lo que están haciendo, —continuó—. Y queremos ayudar.

Su declaración nos tomó por sorpresa. Nos miramos entre nosotros, intentando decidir si podíamos confiar en ellos.

—¿Por qué deberíamos creerte? —pregunté, dando un paso hacia adelante.

El hombre me miró directamente a los ojos, su expresión seria pero sincera.

—Porque AtlasCorp nos arrebató todo, igual que a ustedes. No somos enemigos. Queremos derribarlos tanto como ustedes.

Un nuevo aliado

Después de un intercambio tenso, decidimos escuchar lo que tenían que decir. El hombre se presentó como Marcus, y su compañera, una mujer de complexión delgada pero fuerte, era Lena. Ambos habían trabajado para AtlasCorp en el pasado, pero habían escapado después de descubrir las atrocidades que la corporación estaba cometiendo.

—Sabemos dónde está el laboratorio principal, —dijo Marcus—. Y sabemos cómo entrar. Pero necesitaremos su ayuda para hacerlo.

—¿Por qué ahora? —preguntó Alfio, cruzando los brazos—. ¿Por qué no lo hicieron antes?

—Porque nunca tuvimos la oportunidad, —respondió Lena, su voz llena de amargura—. Pero ahora, con lo que ustedes hicieron al núcleo, hay una ventana de oportunidad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.