El Pacto Oculto.

Capítulo 49: Fragmentos del Pasado.

Narrado por Margaret Smit

El aire era frío, pero no lo suficiente para entumecerme. Caminaba lentamente por las ruinas del antiguo complejo de AtlasCorp, ahora reducido a escombros y estructuras colapsadas. Cada paso sobre el suelo polvoriento levantaba una pequeña nube de cenizas. El silencio era casi sepulcral, interrumpido solo por el crujir de los escombros bajo mis botas.

La batalla había terminado. AtlasCorp había caído, pero la sensación de victoria no me resultaba del todo satisfactoria. Había perdido demasiado. Habíamos perdido demasiado.

Pasé mis dedos por las paredes carbonizadas de lo que alguna vez fue el corazón de la corporación. Recordaba esos pasillos llenos de ecos y promesas vacías. Ahora, solo quedaban cicatrices.

Alfio se encontraba más adelante, inspeccionando los restos de una terminal destruida. Alex revisaba los alrededores, asegurándose de que no quedara ningún rastro de los sistemas de seguridad. Pero yo… yo necesitaba un momento para respirar, para intentar comprender el peso de todo lo que habíamos hecho.

Habíamos destruido a AtlasCorp, sí. Pero, ¿realmente habíamos ganado?

La voz del pasado

Me detuve frente a un espejo roto, uno de esos que decoraban las paredes de las oficinas de los altos ejecutivos. Me observé a través de los fragmentos astillados. Mi reflejo estaba distorsionado, fragmentado, igual que me sentía por dentro.

No era la misma Margaret que había comenzado este viaje.

Ya no era la mujer que buscaba respuestas desde la comodidad de su vida cotidiana. Ahora, llevaba cicatrices invisibles, y una carga que pesaba en cada pensamiento.

Suspiré profundamente y aparté la mirada.

Entonces, algo brilló entre los escombros.

Me agaché y deslicé los dedos hasta encontrar un pequeño dispositivo de grabación. Era antiguo, cubierto de polvo y arañazos, pero seguía intacto. Lo observé con curiosidad, preguntándome qué clase de información podría contener.

Presioné el botón de reproducción.

Un zumbido, seguido de una voz.

—Margaret… si alguna vez encuentras esto, significa que todo ha salido mal.

Mi corazón se detuvo por un segundo.

Esa voz.

La reconocería en cualquier lugar.

Era mi madre.

Ecos de una verdad olvidada

No podía creerlo. Mis manos temblaban mientras sostenía el dispositivo.

—No tengo mucho tiempo. Si escuchas esto, probablemente ya has descubierto lo que AtlasCorp realmente es. Lo que intentaron hacer conmigo… con todos nosotros.

Las lágrimas comenzaron a picarme en los ojos. La voz de mi madre era firme, pero también cargada de desesperación.

—Buscaban controlar la mente humana, convertirnos en armas. Yo formé parte de ese proyecto, pero no por elección. Nos utilizaron, nos manipularon. Y cuando quise detenerlos… fui silenciada.

Tragué saliva, luchando por mantener la compostura.

—Margaret, si puedes detenerlos, hazlo. No permitas que destruyan más vidas. Perdóname por no haberte protegido. Pero ahora es tu turno de proteger a otros.

El mensaje terminó con un leve clic.

Me quedé inmóvil, procesando cada palabra.

Mi madre había estado más involucrada de lo que jamás imaginé. No solo fue víctima, también intentó detenerlos. Y ahora, sin saberlo, había continuado su lucha.

Alfio se acercó, notando mi expresión.

—¿Qué es eso? —preguntó.

Le mostré el dispositivo.

—Es un mensaje de mi madre. Ella sabía todo desde el principio. Intentó detenerlos.

Alfio frunció el ceño, pensativo.

—Entonces no estamos aquí solo por justicia… también por ella.

Asentí lentamente.

—Esto ya no es solo nuestra lucha. Es la de todos los que fueron dañados por AtlasCorp.

Decisiones y consecuencias

El hallazgo del mensaje cambió algo dentro de mí. Ya no era solo la búsqueda de justicia lo que me movía. Era la necesidad de honrar la memoria de mi madre y de todas las víctimas.

—Tenemos que asegurarnos de que esto no vuelva a ocurrir, —dije con firmeza.

Alfio me miró con seriedad.

—Lo haremos. Pero debemos ser inteligentes. Aún hay piezas de AtlasCorp ahí afuera, fragmentos que podrían reconstruirse si no actuamos con cautela.

Sabía que tenía razón. La caída de la corporación no garantizaba que sus secretos desaparecieran. Alguien más podría aprovecharse de ese poder.

—Entonces terminemos lo que empezamos, —susurré.

Nos pusimos en marcha. Sabíamos que aún había datos por destruir, instalaciones ocultas por rastrear. Y ahora, con el mensaje de mi madre, teníamos una guía para seguir.

Fragmentos de esperanza

Mientras avanzábamos entre las ruinas, sentí algo diferente. No era solo tristeza o rabia. Era determinación.

Habíamos ganado una batalla, pero la guerra no había terminado.

Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo, sentí que llevaba a mi madre conmigo. No como un recuerdo doloroso, sino como una fuerza que me impulsaba a seguir adelante.

Y esta vez, no fallaría.

No dejaría que su sacrificio fuera en vano.

La oscuridad había intentado devorarnos, pero ahora caminábamos hacia la luz.

Y no pensaba detenerme.




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