El Pacto Oculto.

Capítulo 53: Caminos Cruzados.

Narrado por Margaret

El aire se sentía pesado dentro de la sala de planificación. Las luces parpadeaban de forma intermitente, un recordatorio constante de que el refugio no era más que una reliquia de un mundo que alguna vez funcionó perfectamente. Me encontraba frente a la mesa holográfica, rodeada de los pocos miembros restantes del equipo, mientras una proyección del Proyecto Umbra Omega flotaba frente a nosotros.

El silencio era denso, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Nadie quería ser el primero en hablar. Yo tampoco, pero como líder del equipo, sabía que recaía en mí romper esa barrera.

—No hay forma de evitarlo —dije finalmente, mi voz cortando la tensión como una cuchilla—. Si no desactivamos el núcleo principal en las próximas cuarenta y ocho horas, AtlasCorp lo activará. Y cuando eso ocurra, no habrá vuelta atrás. Todo lo que hemos hecho hasta ahora habrá sido en vano.

Mis palabras quedaron suspendidas en el aire. Alfio, que estaba sentado al otro extremo de la mesa, me miró con una mezcla de aprobación y cautela. Siempre había sido mi ancla en este caos, pero incluso él estaba comenzando a mostrar las grietas de la presión.

—El problema no es solo el tiempo —intervino Leah, su tono seco y directo—. El acceso al núcleo está protegido por un enjambre de drones de combate y un sistema de reconocimiento biométrico que responde únicamente a los altos mandos del Consejo. No tenemos ninguno de esos datos… ni el equipo necesario para enfrentarlos.

—Eso no es del todo cierto —dijo Alex desde la esquina, con una ligera sonrisa que no inspiraba confianza. Todos giraron hacia él, expectantes. El chico siempre parecía tener una carta bajo la manga, aunque nunca sin costo.

—Habla de una vez, Alex —gruñí, cruzando los brazos. Estaba cansada de sus juegos.

—Tengo un acceso parcial a las credenciales de uno de los miembros del Consejo —confesó, sin inmutarse ante mi mirada inquisitiva—. Es arriesgado, pero si podemos replicar sus patrones biométricos, podremos entrar. Sin embargo… —hizo una pausa deliberada, disfrutando de la atención— …tendrán que confiar en mí para hacerlo.

Las palabras “tendrán que confiar en mí” resonaron en mi mente como una advertencia. No era la primera vez que Alex ocultaba información crucial, y cada vez que lo hacía, terminábamos pagando el precio. Pero, en ese momento, no había tiempo para interrogatorios.

—Hazlo —dije al final, con un tono que no admitía discusión. Alex asintió, aparentemente satisfecho con mi respuesta, pero no pude evitar sentir que estaba jugando con un fuego que aún no entendíamos del todo.

Esa noche, mientras el equipo trabajaba frenéticamente en sus tareas, me encontré sola en la sala de monitoreo. Observaba las grabaciones de las instalaciones de Umbra Omega, tratando de memorizar cada esquina, cada posible ruta de escape. Pero mi mente estaba lejos de las tácticas y las estrategias. No podía dejar de pensar en lo que estaba en juego.

Mi reflejo en la pantalla me devolvió una mirada cansada y desgastada. ¿Cómo había llegado hasta aquí? Recordé el inicio de todo: cuando AtlasCorp me ofreció un futuro brillante como investigadora, cuando creí que estaba trabajando para un mundo mejor. Qué ingenua había sido.

—¿Margaret? —La voz de Alfio interrumpió mis pensamientos. Me giré para encontrarlo en la puerta, con una expresión que mezclaba preocupación y determinación—. ¿Estás bien?

—Tan bien como cualquiera que esté liderando una misión suicida —respondí con un intento de sonrisa, aunque no me salió del todo convincente.

Alfio se acercó, cruzando los brazos mientras me miraba fijamente.

—Sabes que no estás sola en esto, ¿verdad? —dijo, con una suavidad que pocas veces mostraba.

—Lo sé, Alfio. Pero a veces se siente así. Cada decisión que tomo pone en riesgo sus vidas. Cada error es mi culpa.

—No puedes cargar con todo tú sola, Margaret. Somos un equipo, y cada uno de nosotros eligió estar aquí. Incluso Alex, aunque sea un dolor de cabeza.

La mención de Alex me hizo suspirar. Había algo en él que seguía sin cuadrarme. Tal vez era su sonrisa arrogante o el hecho de que siempre parecía saber más de lo que decía. Pero Alfio tenía razón: por ahora, necesitaba confiar en él, aunque solo fuera porque no teníamos otra opción.

—Gracias, Alfio —dije al final, agradecida por su presencia constante. Él asintió y, sin más palabras, salió de la sala, dejándome sola con mis pensamientos una vez más.

A la mañana siguiente, el equipo estaba listo. Nos reunimos frente al transporte, nuestras armas y equipos asegurados. Alex nos entregó los datos que había prometido, y Leah trabajaba en integrarlos al sistema.

—Esto funcionará —dijo Alex, con una confianza que me resultaba irritante.

—Más te vale —respondí, ajustando mi chaleco táctico.

Mientras el motor del transporte rugía, no pude evitar mirar a cada uno de ellos: Alfio, siempre en guardia; Leah, inmersa en su tablet; Alex, con su sonrisa inescrutable. Éramos un grupo extraño, pero éramos todo lo que teníamos.

El tiempo corría, y la sombra de Umbra Omega se cernía sobre nosotros. Estábamos a punto de entrar en el corazón del monstruo, y solo el destino sabía si saldríamos con vida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.