El Pacto Oculto.

Capítulo 62: Estrategias Bajo Presión.

Narrado por Alfio Lee

El sonido constante de la nave surcando el espacio era casi reconfortante, un zumbido que se mezclaba con mis pensamientos cada vez más caóticos. Llevábamos días en esta dinámica de incertidumbre, saltando de un sistema a otro, esquivando amenazas y tomando decisiones en tiempo récord. Sin embargo, esta vez la tensión era diferente. Podía sentirla en el aire, en las miradas esquivas de Margaret, en el silencio calculador de Alex y en el nerviosismo de Leah. Todo parecía un castillo de cartas a punto de derrumbarse.

Me encontraba en la sala de descanso, con los codos apoyados en la mesa y una taza de café frío entre las manos. Los datos sobre el Protocolo Fénix giraban en mi mente como un acertijo que no podía resolver. Sabíamos demasiado poco sobre su propósito, pero lo suficiente como para entender que era una amenaza directa. AtlasCorp nunca había dejado cabos sueltos, y este protocolo parecía ser su última jugada, su carta oculta.

La puerta se abrió, y Margaret entró con una tablet en las manos. Llevaba el cabello recogido en un moño descuidado y tenía ojeras profundas. Parecía agotada, pero la determinación en su rostro era inquebrantable.

—¿No puedes dormir? —le pregunté, rompiendo el silencio.

—¿Tú puedes? —respondió, sentándose frente a mí.

Negué con la cabeza, y ambos nos quedamos en silencio por unos segundos. Había algo en su mirada que me preocupaba, una mezcla de preocupación y culpa.

—¿Qué pasa, Margaret? —insistí—. Sé que hay algo más que no estás diciendo.

Ella suspiró y dejó la tablet sobre la mesa. Por un momento, pensé que iba a esquivar la pregunta, como hacía a menudo, pero esta vez parecía dispuesta a hablar.

—El Protocolo Fénix no es solo una medida de contingencia —dijo finalmente—. Es un mecanismo para reiniciar el Proyecto Umbra Omega desde cero, en caso de que pierdan el control.

—¿Reiniciarlo? —repetí, sin entender del todo.

—Sí. Es como si borraran todo y comenzaran de nuevo, pero con un alcance aún mayor. Según lo que pude descifrar, no solo restauraría las instalaciones de AtlasCorp, sino que también liberaría fragmentos del proyecto en sistemas externos. Eso significa que cualquier tecnología avanzada conectada a una red sería vulnerable. Sería como un virus, pero mucho más devastador.

Me quedé en silencio, procesando sus palabras. El alcance de lo que decía era aterrador. Si AtlasCorp lograba activar ese protocolo, no habría forma de detenerlos. Sería el fin del juego para todos nosotros.

—¿Y cómo lo detenemos? —pregunté finalmente.

Margaret miró hacia la tablet, como si la respuesta estuviera escrita allí.

—Necesitamos desactivar las claves restantes y encontrar el núcleo del protocolo antes de que lo activen. Pero hay un problema…

—Por supuesto que hay un problema —dije con sarcasmo, aunque mi tono era más de resignación que de molestia.

—Una de las claves está en un sistema altamente vigilado por mercenarios que trabajan para AtlasCorp. Y la otra… —Hizo una pausa, como si le costara decirlo—. La otra está en una base subterránea en un planeta cuya atmósfera es tóxica para los humanos.

—Genial —dije, dejando la taza de café sobre la mesa con un golpe seco—. Así que tenemos que enfrentarnos a mercenarios y a un ambiente mortal. Esto solo mejora cada vez más.

Margaret me lanzó una mirada cansada, pero no dijo nada. Sabía que no estaba siendo justo, pero la frustración comenzaba a ganar terreno.

Más tarde, convocamos una reunión con el equipo para decidir cómo proceder. Leah parecía más nerviosa que de costumbre, y Alex seguía con su actitud calmada, como si nada lo afectara. Su indiferencia me irritaba, pero me obligué a mantener la compostura.

—Tenemos dos objetivos principales —dijo Margaret, proyectando un mapa holográfico en la mesa—. La primera clave está aquí, en el sistema Kryon. Los mercenarios tienen un campamento base en este planeta. La segunda clave está en el planeta Xeryon, cuya atmósfera es altamente tóxica.

—¿Y cuál es el plan? —preguntó Leah, cruzándose de brazos.

—Dividiremos nuestras fuerzas —respondió Margaret—. Alfio y yo iremos a Kryon. Leah y Alex irán a Xeryon para asegurar la otra clave.

—¿Dividirnos? —interrumpí, alzando una ceja—. ¿Estás segura de que eso es una buena idea?

—No tenemos opción —dijo ella, mirándome directamente a los ojos—. Si vamos todos juntos a uno de los objetivos, les daremos tiempo para reforzar el otro. Tenemos que actuar rápido.

No estaba convencido, pero sabía que tenía razón. El tiempo no estaba de nuestro lado, y dividirnos era nuestra única opción. Sin embargo, no me gustaba la idea de dejar a Alex a cargo de una parte de la misión. Todavía no confiaba en él, y no estaba seguro de que Margaret lo hiciera.

—Está bien —dije finalmente—. Pero quiero un enlace constante entre los dos equipos. Si algo sale mal, necesitamos saberlo de inmediato.

Margaret asintió, y el resto del equipo hizo lo mismo, aunque las expresiones de todos reflejaban la misma inquietud que yo sentía.

Mientras preparábamos la nave para el salto hacia Kryon, Margaret y yo revisamos los planes una última vez. Ella parecía concentrada, pero yo podía notar la tensión en sus movimientos. Finalmente, no pude contenerme más.

—¿Estás segura de que estás bien? —le pregunté.

Ella levantó la vista, sorprendida por mi pregunta.

—Estoy bien, Alfio. Solo… cansada.

—Esto no se trata solo de cansancio, Margaret. Lo sé. Si algo te preocupa, deberías decirlo.

Ella dudó por un momento, pero finalmente dejó escapar un suspiro.

—Es Alex. No sé si confiar en él. Ha hecho mucho por el equipo, pero siento que hay algo que no nos está diciendo.

No era exactamente una revelación sorprendente. Yo había sentido lo mismo desde el principio, pero escucharla decirlo hacía que la preocupación se sintiera más real.




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