El Pacto Oculto.

Capítulo 63: Bajo la Sombra de Kryon

Narrado por Margaret

El rugido de los motores de la nave resonó en mi pecho cuando descendimos sobre la superficie árida de Kryon. El aire denso y cargado de polvo opacaba la visión a través del parabrisas de la cabina. Alfio, a mi lado, ajustaba los controles con precisión, su expresión endurecida por la concentración.

—La señal del campamento está a tres kilómetros de aquí —dijo, revisando su pantalla—. Tenemos que movernos rápido antes de que nos detecten.

Asentí, sintiendo el peso de mi mochila contra la espalda. Cada paso que dábamos en este planeta era un riesgo, pero detenernos no era una opción. Nos esperaba una fortaleza de mercenarios con una de las claves del Protocolo Fénix. Y si fallábamos, AtlasCorp daría su siguiente golpe.

Bajamos por la rampa de la nave, sintiendo el suelo rocoso ceder bajo nuestras botas. La atmósfera de Kryon era densa, con un leve tinte rojizo que le daba al cielo un aspecto crepuscular constante. Ajusté mi visor para mejorar la visibilidad mientras Alfio revisaba su arma.

—Sigamos por esta cresta —indicó él, señalando una serie de formaciones rocosas que nos darían cobertura—. No podemos permitirnos un enfrentamiento directo.

Nos movimos en silencio, avanzando entre los escombros de lo que alguna vez debió ser una ciudad o una base abandonada. Los restos de edificios destruidos eran testigos de que Kryon había sido un punto estratégico en el pasado, antes de convertirse en un refugio para mercenarios y traficantes de tecnología.

A medio camino, nos detuvimos al escuchar voces. Alfio levantó una mano, indicándome que me quedara quieta. Me agaché detrás de una estructura metálica oxidada mientras él activaba su escáner.

—Dos guardias patrullando el perímetro —susurró—. Puedo encargarme de ellos.

Negué con la cabeza y le indiqué que esperara. Había otra forma. Saqué un pequeño dispositivo de mi mochila, una esfera negra del tamaño de una naranja. Era un emisor de pulsos electromagnéticos de corto alcance. Lo activé y lo rodé hasta donde los guardias estaban conversando.

El destello azul fue casi imperceptible, pero el efecto fue inmediato. Sus dispositivos se apagaron, y ambos se tambalearon cuando sus visores se oscurecieron. Aprovechamos la confusión para avanzar con sigilo, dejándolos atrás antes de que pudieran reaccionar.

Cuando llegamos a una colina que nos daba vista directa al campamento, mi estómago se tensó.

—Esto no es una base improvisada —susurré, observando la instalación fortificada—. Es un maldito búnker.

Desde nuestra posición elevada, podíamos ver torretas de vigilancia, drones patrullando y al menos una veintena de mercenarios bien armados. Acceder a la clave iba a ser más complicado de lo que habíamos pensado.

—¿Alguna idea brillante? —preguntó Alfio, mirándome con una sonrisa irónica.

Tomé un respiro, analizando nuestras opciones.

—Sí —respondí—. Necesitamos una distracción.

Nos alejamos lo suficiente para preparar el ataque sin ser detectados. Encontramos un viejo generador abandonado cerca de las ruinas. Aunque parecía en mal estado, aún tenía suficiente energía para provocar una sobrecarga.

—Si lo reactivamos y lo sobrecargamos, generará una explosión lo suficientemente fuerte como para llamar su atención —expliqué mientras trabajaba en los controles oxidados—. Eso nos dará la oportunidad de infiltrarnos.

Alfio me miró con una mezcla de aprobación y preocupación.

—Solo asegúrate de que no nos mate a nosotros también.

Conecté los cables y programé la sobrecarga con un temporizador de tres minutos. Luego corrimos hacia una posición segura.

La explosión retumbó en el aire segundos después, enviando una columna de humo negro al cielo. Desde nuestra posición, vimos cómo los mercenarios abandonaban sus puestos para investigar.

—Es ahora o nunca —dije, ajustando mi visor.

Nos deslizamos entre las sombras, aprovechando la confusión. La cerca perimetral tenía un punto ciego que identificamos en nuestro escaneo previo. Con una carga de plasma, abrimos una pequeña brecha y nos deslizamos al interior.

El ambiente dentro del búnker era más tecnológico de lo que esperaba. Paneles de control iluminaban los pasillos, y el sonido de los servidores trabajando llenaba el aire con un zumbido constante. Nos movimos con rapidez, siguiendo el mapa que Leah había descargado antes de la misión.

—La sala de servidores está al final del pasillo —susurré—. La clave debería estar almacenada allí.

Nos acercamos con cautela, pero antes de llegar, una alarma se activó. Maldije en voz baja. Nos habían detectado.

—Nos quedan pocos minutos antes de que nos rodeen —dijo Alfio, levantando su arma.

No teníamos más opción que seguir avanzando. Derribamos a los primeros guardias que intentaron bloquear nuestro paso y forzamos la puerta de la sala de servidores.

Los monitores parpadearon al detectar nuestra presencia. Me acerqué a la terminal principal y conecté mi dispositivo de acceso.

—Voy a extraer la clave —informé, con los dedos volando sobre el teclado—. Necesito un minuto.

—No creo que nos den un minuto —respondió Alfio, disparando a los mercenarios que intentaban entrar—. ¡Date prisa!

Los códigos comenzaron a descargarse en mi dispositivo, pero la transferencia era más lenta de lo esperado.

—¡Vamos, vamos! —murmuré, mirando la barra de progreso.

Los disparos resonaban a mi espalda mientras Alfio cubría la entrada. Finalmente, la descarga se completó.

—¡Lo tengo! —grité.

—Entonces salgamos de aquí.

Corrimos por el pasillo, esquivando disparos mientras la alarma seguía sonando. Logramos llegar hasta la salida, pero justo cuando nos acercábamos al perímetro, un dron de seguridad bloqueó nuestro camino.

—¡Al suelo! —gritó Alfio.

Nos lanzamos a un lado mientras el dron disparaba una ráfaga de energía. Sabía que no podríamos enfrentarlo con nuestras armas estándar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.