El Pacto Oculto.

Capítulo 70: El Precio de la Libertad.

El resplandor de la explosión de Exo-9 se desvaneció en el vacío del espacio mientras la nave se alejaba a toda velocidad. Nos quedamos en silencio, observando cómo los últimos restos de la estación flotaban sin rumbo, reducidos a escombros.

Yo debería haber sentido alivio.

Habíamos ganado. AtlasCorp estaba realmente muerto. Umbra Omega había desaparecido.

Y sin embargo, todo lo que sentía era un inmenso vacío.

Me hundí en el asiento, agotada. Mi mente estaba en calma por primera vez en mucho tiempo. El eco de la red había desaparecido, los fragmentos de código en mi cabeza ya no susurraban en la oscuridad.

Pero eso solo dejaba una pregunta sin respuesta.

¿Quién era yo ahora?

Pasaron horas antes de que alguien hablara.

Leah estaba en la cabina de mando, asegurándose de que ningún rastro de AtlasCorp nos siguiera. Alfio estaba sentado a mi lado, observándome de reojo cada tanto, como si temiera que desapareciera en cualquier momento.

—¿Cómo te sientes? —preguntó en voz baja.

Tuve que pensarlo por un momento.

—Vacía —admití finalmente—. Como si hubiera pasado tanto tiempo luchando que ahora no sé qué hacer sin una guerra.

Él asintió, como si entendiera exactamente lo que quería decir.

—Nos pasa a todos. Cuando la pelea termina, la pregunta es… ¿y ahora qué?

No tenía respuesta para eso.

—Tienes razón —susurré—. Pasé años definiéndome por esta lucha. Por querer destruir AtlasCorp. Por querer deshacer lo que hicieron conmigo. Ahora que se acabó… ¿qué queda de mí?

Alfio tomó mi mano y la apretó suavemente.

—Queda Margaret Smit —dijo con una leve sonrisa—. Y eso es suficiente.

Su sinceridad me tomó por sorpresa.

Lo miré, sintiendo el peso de cada momento que habíamos compartido. La primera vez que nos enfrentamos. Las veces que casi nos mataban. Las veces que él fue la única persona en la que podía confiar.

Mi corazón latía con fuerza.

—¿Y tú? —pregunté—. ¿Qué harás ahora?

Él se encogió de hombros.

—Nunca fui bueno haciendo planes. Solo sé que no pienso perderte ahora que tenemos una oportunidad de algo más.

Sus palabras hicieron que mi pecho se encogiera.

Algo más.

Un futuro.

No sabía cómo se sentía eso.

Pero estaba dispuesta a averiguarlo.

Aterrizamos en un pequeño planeta en los límites del sistema Solaris. Un lugar sin nombre, sin registros, sin historia. Solo un refugio temporal mientras decidíamos qué hacer después.

Mientras Leah revisaba el estado de la nave, Alfio y yo nos alejamos del puerto y caminamos entre las ruinas de lo que parecía haber sido una antigua ciudad.

—Nunca me imaginé llegando hasta aquí —dije, rompiendo el silencio.

—¿Hasta dónde? —preguntó él.

—Hasta un punto donde pudiera simplemente… estar. Donde no tuviera que luchar por sobrevivir cada día.

Alfio se detuvo y me miró con seriedad.

—Entonces aprende a hacerlo.

Lo miré, sin estar segura de cómo responder.

Él sonrió de lado y se giró hacia el horizonte.

—El universo es grande, Margaret. No tienes que saber qué hacer con él hoy. Pero lo importante es que tienes la oportunidad de decidir.

Lo observé en silencio, sintiendo cómo el peso de mi pasado se hacía más ligero.

Por primera vez en mucho tiempo, no tenía miedo del mañana.

—Tal vez podamos decidirlo juntos —dije.

Él me miró sorprendido por un momento, antes de que su sonrisa se suavizara.

—Me gustaría eso.

Esa noche, mientras observaba las estrellas desde la nave, supe que el pasado nunca desaparecería del todo. Siempre habría cicatrices, recuerdos, preguntas sin respuesta.

Pero por primera vez, eso estaba bien.

No tenía todas las respuestas.

Pero tenía algo que AtlasCorp nunca pudo quitarme.

Libertad.

Y con eso, todo era posible.

Fin.




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