El Palacio Del Infierno.

Parte XV; El Vuelo Del Cuervo Y Las Flores Marchitas.

— Coman — ordenó Soledad mientras observaba el plato frente a mí. El apetito paulatinamente se convertía en una nula búsqueda de algo verdaderamente comestible. 
El remedo de comida constaba de tortillas de maíz remojadas en agua sucia. Jugaba con la cuchara impactándola levemente contra el agua. 
— ¿Qué es esto?— dijo con el entrecejo arrugado, una mujer de lado mío.  
— Comida — Contesto Soledad mirándose las uñas.  
— ¿Qué es esto? — Pregunto de nuevo, pero ahora dirigiéndose al hombre frente a ella. Él, revoloteo los ojos y respondió con el bocado en la boca a medio masticar — ¿Qué no oíste? ¡Comida, idiota! — Exclamó.  
— ¡No lo quiero! — Grito acalorando la situación dejando de lado el plato. Dejé caer la cuchara a un lado, talle mi mejilla con la palma de mi mano y el hombre se río mientras tragaba las tortillas de un solo bocado.  
— ¡Trágatelo!  
— ¡Quiero chilaquiles verdes! — Vocifero golpeando la mesa. Apreté los ojos y tense la mandíbula al recordar aquel platillo, y rápidamente convertir mi boca en agua. Evocando con dificultad  lo bien que se sentía tener entre la lengua y el paladar una buena comida. Carraspee la garganta al notar los puños de la mujer, llenos de energía agresiva que temblaban deseando desbordarla de una buena vez, mire de reojo a Soledad y no mantenía  contacto visual a la situación, portaba en los dedos una lima y se limaba las uñas sin importarle nada.  
— ¡No hay, estúpida! — grito el hombre escupiendo fragmentos de tortilla azotando las palmas en la mesa. La mujer apretaba los puños temblorosos esperando el momento de desbordar la vigorosa agresividad que trasmitía dichos puños y entre los dedos portaba el tenedor chueco y oxidado. Los vasos se voltearon derramando el líquido por la superficie, la mujer se levantó de la mesa con arrebato e impulso elevó el brazo y lo dejó caer apuñalado el dorso de la mano del hombre con el tenedor. Abrí los ojos horrorizada mientras el hombre vociferaba un grito estruendoso de desesperado dolor. Aún los picos del tenedor estaban  enterrados en su mano, la mujer sonreía y con nervio tomó el artefacto y lo saco de su mano, produciendo un sonido nauseabundo dejando a la vista las incrustaciones profundas color carne viva derramando sangre a mares por los agujeros. Cubrí mi boca con un vigoroso mareo, dejé de lado la comida frente a mí y el aire se escapó de mi torrente. Todos reían, aplaudían y seguían una salmodia que ignoraba, pues un zumbido me había ensordecido. La sangre comenzó a combinarse con el agua derramada en la mesa. Soledad reía con meticulosidad pero no demasiada pues lo noté rápidamente, la indignación me inundó al verla tan simple riéndose de la situación. Yo simplemente me había quedado estática y asqueada.  
Después de unos minutos, Soledad suspiro aún sonriente y llamo a Mudo, el cual aprecio rápidamente para llevarse a los implicados.  
— ¡Ya cállense! — grito Soledad. Todos lo hicieron, sacudí mis pensamientos y salí hasta el jardín y tomar aire. Me parecía increíble que a pesar de estar ya algún tiempo ahí, aún seguían horrorizándome la mínima paz que me permitía el escaso tranquilo entorno, pero es que, todos los días era un suceso nuevo errático y tétrico, ningún día era como el anterior. El recuerdo de los que observaba se iban rápidamente, tomé aire y trate de tranquilizar la taquicardia que mi pecho oprimía y el temblor incontrolable de mis manos me hacía sentir que me derrumbaba. La escena de sangre salpicando la mesa y las incrustaciones caladas y profundas las veía cada vez que parpadeaba. 
Salí de ese recuerdo al ver el bullicio de personas que prontamente se formó con las cabezas elevadas mirando y señalando con el dedo índice hacia el cielo, junte las cejas y gire ver qué tanto llamaba su atención, los rayos del sol centelleantes con rapidez me deslumbraron los ojos y los abrí con horror al notar a una mujer parada en el borde de lo más alto de la construcción. Con las manos elevadas pareciendo levantar el vuelo al igual que un ave, los gritos velozmente me aturdieron los tímpanos. Coloque mi palma en la frente protegiéndome del sol y reconocí el rostro de aquella mujer en bata blanca, su desnudez se transparentaba por la brillantes del sol. La taquicardia que anteriormente me torturaba se intensificó. 
— ¡El momento ha llegado! — gritó tan fuerte que su voz produjo un horrido eco, mientras los espectadores estábamos simplemente mirando — ¡El cuervo quiere volar!  
— Jesucristo— Musite con suplicio interno. 
— Solo así seremos libres — Vocifero con menos intensidad. El jardín de las Flores estaba por saltar al vacío.  
— ¡No! — grité mientras la miraba con los dedos totalmente sin control. Gire a los lados mirando por donde lograr subir y detenerla pero la cantidad de personas a mi alrededor se había duplicado en tan solo unos segundos. La mujer dio un paso más para quedar justo al filo de la casa, justamente de un lado del reloj. 
— Quédate quieta, quédate quieta…— Musite nerviosa. El torrente de personas me impedía el paso y el corazón estaba por salirse disparado de mi pecho desgarrándome la cavidad cardíaca, baje la mirada con los ojos apretados adoloridos por el sol y con velocidad, subí la vista elevando la cabeza de nuevo . La mujer dio un suspiro levantó los brazos aún más alto y se decidió a saltar con una altura mortal y un pavimento frío y macizo esperándola abajo, por más que quise cubrir mis ojos, el mero acto de saltar me había petrificado y el morbo escondido me hizo quedarme inmóvil  y atenta de su salto y enseguida de su aterrizaje, Azotó su cuerpo, se escucho un golpe  hueco, seco y al mismo tiempo como si de un costal lleno de huesos impactara en el pavimento. El crujido de los huesos romperse me heló la sangre y me ensordecido totalmente por un momento, la rodilla derecha había quedado doblada en un ángulo inverosímil, cegada por la tibia sangre que le corría  por la cara y el cráneo destrozado me había llenado de un sentimiento nauseabundo y perturbador. Cayó boca abajo y encima de su brazo derecho, la caja torácica se había roto al igual que un pedazo de cristal hecho trizas. Solté un suspiro y prontamente creí que gritaría trastornada de horror, pero no fue así, simplemente me quedé disociando y largos minutos después reaccioné sintiendo la boca torcida y húmeda, lo que vi después junto al cuerpo destrozado me hizo comprender  que había vomitado, pero aún no  había recordado  en que momento paso, lo que me humedecía  los labios no eran más que  rastros de vómito escurriéndome hasta el suelo. Sonrisas y gestos de terror estereotipados en los rostros de los demás me habían convertido en un manojo de  comportamientos temblorosos mientras el piso se llenaba aún más de sangre y coágulos, sostenía mi mano con la otra mientras un lacerante asco me invadía la garganta y solo me permitió dar unos pasos hacia atrás. El cuerpo había caído a mis pies y mi bata había quedado salpicada de su hemorragia craneal, el color tenue y rosado del cerebro salía a la vista y mi conciencia seguía diciéndome »Sal de ahí « pero mi sistema periférico no reaccionaba y no podía  moverme. Estaba impotente respecto a movilidad, como una estatua, solo mis cuencas se movían de un lado hacia otro sin dejar de mirra el remedo de cuerpo que era ahora, sus pómulos abollados  habían destrozado la mandíbula y rompió  los dientes del lado derecho. 

Cerré los ojos con profundidad y horas más tarde desperté en mi habitación, tendida en el catre boca arriba, trague saliva amarga y por un  momento me pregunte que había sucedido  anteriormente, pero mi mente estaba en blanco respecto a lo pasado, volví en sí lentamente, estaba lánguida, evoque la  trágica situación que me  había llevado a un estado de conmoción y trauma, rápidamente lo disipe, sentí un dolor pesado pero leve en el costado, el cabello enredado y pegajoso por el vomito me cubrían la cara y sentí que el pecho se me incrustaba en mi interior produciendo un gemido. Supuse que no había estado mucho tiempo sin conocimiento porque lo volví a recordar con pavor como un choque eléctrico en mi cabeza, saltando de miedo en el mismo sitio; Ese silbido en los oídos y quedarme estúpidamente estática a un lado de un cuerpo destrozado, mi mente retrocedió otra vez mostrándome con imágenes claras y precisas el momento en retrospectiva nauseabunda y lamentable. Me enderece y suspiré de fastidioso temblor en las manos. 
Mi perspectiva ahora era que había caído desmayada por el shock y me habían llevado inconsciente hasta ahí. Tenia  una cinta quirúrgica pegada en el antebrazo, la arranque produciéndole un dolor espontáneo, y con esa misma espontaneidad se fue dejándome solamente picazón pasajera. Había un moretón fresco todavía y en medio de este un pinchazo; me habían inyectado algo. La puerta se abrió causando el acostumbrado sonido metálico, Soledad se apreció y me miró con una sonrisa macabra.  
— ¿Cómo te sientes? — Me levanté, y volví a sentarme en la esquina del catre.  
— Ella...ella saltó — Titubee aún sin poderlo creer y rogando que ese recuerdo se marchara.  
— Ajá — Contesto acercándose a mi, tomando mi temperatura con la palma de su mano.  
— Pero... 
— Las tendencias suicidas son frecuentes entre los enfermos mentales. Muy pocos logran llevarlo a cabo — Dijo alejando su mano de mi, se encogió de hombros y siguió — No es nada en particular, nada que no haya visto antes.  
La mire sin poderlo creer y con los ojos apunto de desbordar lágrimas.  
— Pero al parecer contigo no fue así, ¿Verdad?  
— No — respondí — Nunca había visto nada así.  
Soledad volvió a encogerse de hombros — Ya  había tardado en pasar algo como eso. Te acostumbraras.  
— No creo que pueda acostumbrarme a algo como eso, por mucho que lo vea — me levanté del catre. Soledad suspiro.  
— Te sorprenderías al enterarte de lo que la mente es capaz de acostumbrarse. 
Negué con la cabeza, pase saliva y señale mi antebrazo pinchado — ¿Que me inyectaron? 
— Tranquilizante, te fuiste.  
— ¿Que?  
— Si, te fuiste por la impresión, te desmayarse — Confirmo mi teoría y a eso agencies el dolor en el costado — Vomitaste, pero ya te estabilizamos. Probablemente no recuerdes nada — dijo sin importancia dando la vuelta para salir.  
— Lo recuerdo — Interrumpí su paso y volteo a mirarme — Todo — recalque. Soledad subió una ceja y profundamente sabía a lo que me refería. Tomo una bocanada de aire y dijo — Más vale que te controles, sino tendré que drogarte todo el tiempo y acudir a la camisa de fuerza, No quieres eso, ¿A que no?  
Negué con la cabeza rápidamente 
—Estaré bien. 
»¿Deveras, Victoria? « Me pregunté  
— Bien — Sonrío y se sacó del bolsillo de su uniforme una píldora ovoide  color azul. 
— Tómatela.  
— ¿Qué es?  
— Diazepam — Afirmó — Te ayudará a dormir. 
— No lo necesito — La devolví a su palma 
—  Y relajarte. Te hará olvidar un poco todo el impacto que has tenido tu hoy. 

Recordé el suicidio del jardín de las Flores y el apuñalamiento con el cubierto de la mañana. La mire derrotada y recibí de nuevo el fármaco. Abrí la boca y lo tragué a secas  con dificultad raspándome la garganta.  
— ¿Puedo ver? — pregunto. Revolotee los ojos y abrí la boca, ella asintió cerciorándose que en realidad la había ingerido.  
— Buenas noches, Victoria. 
La mire con hastío escondido y cerró la puerta causándome un brinco por el estruendo. Trague saliva y volví a tenderme boca arriba en el catre sin poder olvidar lo sucedido.  Todo; desde el principio hasta el final del día había sido algo muy fuerte que digerir y de ninguna manera podía olvidarlo, pero al pasar de los segundos, un sentimiento tranquilidad me invadió infinitamente, comencé a  sentirme como en las nubes y el catre está vez me parecía bastante cómodo, espete una burda sonrisa sin saber el porqué y cerré los ojos lentamente.  
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Chilaquiles; Platillo típico mexicano elaborado a base de trozos de tortilla de maíz  fritos o tostados bañados en salsa de Chile verde o roja, complementados con crema, queso y cebolla.  Puede ir acompañados con ingredientes extras como huevo, pollo, carne asada y queso manchego.  



 




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