El Palacio Del Infierno.

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Me había levantado más temprano aquel día, aunque termine rendida pero estaba contenta pues tenía una buena información ahora, pero aquella escena donde me negaron rotundamente  todo me dejó tontamente  confundida y me habían inyectado más interés y quede más decidida a averiguar lo que estaba pasando. 
Me había puesto un vestido de tela mascota gris y un saco negro, zapatos de tacón de charol en punta, peine mi cabello y salí de mi casa colgando mi cámara en el cuello con rumbo al metro. 
Camine por el andén y subí con dirección a mi trabajo; Miraba mi reflejo por la ventana y recordé a aquel hombre en mi departamento, después de pensarlo la mitad del camino, la desconfianza había desaparecido pero lo que aún no comprendía es el porque me había proporcionado tanta información si tenía entendido que un policía no podía hablar ni dar detalles sobre su trabajo. 
Baje del metro, subí del subterráneo y cruce la calle. Justo ahí estaba un edificio estructurado de espejos con letras en lo alto que decían “El Informarte” sino por el ascensor y di los buenos días a la recepcionista y después llegué a mi sitio de trabajo. Mario llegó con apuro y debió seguir a se notaba cierto terror y preocupación en su rostro. 
Fruncí el ceño al mirarlo y me tomo del brazo, me llevo a una esquina y comenzó a murmurar — ¡Victoria ! — Exclamó  en susurro. 
— ¿Qué te pasa, Mario? — Pregunté desconcertada sin soltarme de su agarre — ¿Qué has hecho? ¿A dónde fuiste ayer? — Yo lo mire confundida mi boca se torció, preguntándome por dentro de que estos estaba hablando y de donde había sacado en que lugar estaba el día anterior. Trague saliva y comencé a titubear — A ningún lado. ¿Por qué? 
— Victoria  Riquelme —  Sentenció apareciendo de pronto la secretaria de Dueñas frente a nosotros,  ambos giramos a mirarla y continuo — El señor Dueñas quiere verte en su oficina — Mis manos sudaron y todos en el lugar me miraban extraño, toda la atención estaba en mi,  eso no me gustaba y comenzaba a incomodarme. Mario me miro con lamento y me soltó de a poco — ¿Para que? — Conteste por fin. La secretaria se encogió de hombros y di una bocanada de aire, le dediqué una última mirada a Mario — Ya voy…— La secretaria dio media vuelta y camine detrás de ella sin que nadie quitará la mirada de encima de mi. Acomode mi vestido y ella dijo — Pasa — Y volvió a su lugar. 
Trague saliva y abrí la puerta, Salvador Dueñas estaba sentado frente a su escritorio con cara de pocos amigos. Al verme  levantó las cejas molesto — Pase y cierre la puerta — entre de lleno a la oficina y obedecí — Siéntese — Obedecí. Me hablaba en tono golpeado, suspiro y comenzó a hablar — ¿En donde estuvo ayer? 
Lo mire con una ceja arqueada y los ojos bien abiertos. Trague saliva — Fui a los hospitales… 
— ¿Y después? — Me interrumpió  — A ningún otro lado — Contesté — ¿Qué está pasando? 
—  Fue a la castañeda — Afirmó molesto y mi presión se disparó. Comencé a titubear —  Yo… 
— Fue cuando le dije que yo le conseguiría la visita, pero ahora todo lo ha arruinado. 
— Pero… 
— ¡¿Cómo se atrevió a pararse ahí sin un permiso?! — Vocifero. 
— No creí que fuera tan malo. 
— ¡Pues lo es! — Exclamó en voz mas alta — No puede hacer ningún movimiento si yo no lo ordenó. 
— Discúlpeme, es que yo en verdad quiero hacer esto. 
— ¿Para que? ¿Qué es lo que quiere? ¿Créditos? ¿Fama? ¿Dinero? — Yo lo mire molesta y ofendida — Se equivoca, señor. Yo quiero encontrar la verdad, decir que no pasa nada en ese lugar es pecar de inocencia. 
— Si, pero no debió hacer eso sin comentármelo. 
— Perdóneme se me hizo fácil hacerlo, no creí que… 
— ¿Sabe en el problema que estoy metido  por ser usted mi empleada? 
— No…— Conteste sin importancia. 
— Esta suspendida del periódico — Soltó de pronto. 
— ¡¿Qué?! — Dije estupefacta. 
— ¡Una semana! — Grito. 
— Pero señor… — Me levanté  con rapidez y rudeza. El hizo lo mismo. 
— Y espero que en esos seis días  de descanso tenga en claro lo que quiere hacer con su vida y por supuesto el caso de la castañeda queda cerrado para todo el periódico. Es una orden — Mis ojos comenzaron a cristalizarse de furia y mi agitación se disparo. Trataba de mantenerme fuerte pero era casi inalcanzable. 
— Claro que se le descontaran los seis días  de suspensión y espero que cuando vuelva tenga la mente más despejada — Negaba con la cabeza y apuntó de soltarme en llanto — Recoja sus cosas, Riquelme. 
Sonreí incrédula y con los ojos llorosos, con la cara en alto sonreí aceptando mi derrota y di media vuelta para salir. 
Dueñas llamó a su secretaría y nos topamos en la entrada, le ordenó cerrar la puerta, pegué el oído a esta y Dueñas comenzó a hablar. 
—  Hable por teléfono al policía que me hablo esta mañana y dígale que Victoria  Riquelme está suspendida y que su trabajo está descartado. ¡Ah! Y también dígale que no vuelva a hablarme. 
— Si, señor — Contesto dócil. 
Quede boquiabierta y salí de ahí a toda prisa, llegue a mi escritorio, tome mis cosas y camine con prisa al ascensor — ¡Victoria ! — Grito Mario, me detuve a esperar el ascensor y llego de lado mío — ¿Qué pasó? — Pregunto. 
— Me suspendieron — Exclame con furia. 
— Pero… 
— Me tengo que ir, Mario — El ascensor se abrió y entre,  este cerro y deje a Mario confundido. 
Salí del edificio a paso veloz con enojo y detuve el primer taxi que se me atravesó. La molestia recorría todo mi cuerpo y le ordene al chofer llevarme al ministerio público más cercano. 
El tráfico me comenzaba a desesperar y molestarme más y más, el auto iba a vuelta de rueda y no lo podía soportar más. 
Había recorrido dos ministerios públicos sin resultados pues había olvidado su nombre sólo tenía de referencia el Cadillac negro. Si, el hombre del Cadillac negro, tome otro taxi e iba rumbo a otro más. Mientras miraba por la ventana trataba de recordar el nombre del sujeto porque al parecer describirlo físicamente no me estaba funcionando. El auto  estaciono frente al tercer y último ministerio público que recorrería ese estresante y agobiante día que había tenido. Había perdido los estribos totalmente y una y otra vez me culpaba, me recriminaba responsabilidad  de todo lo que había sucedido, de no ser que me decidí a contarle todo eso no me hubieran suspendido de mi trabajo. Entre al lugar empujando la puerta con fuerza, caminaba sin rumbo mirando cada uno de los rostros que me iba topando en el camino pero ninguno era el hombre que buscaba. Mi agitación comenzó a acelerará cada segundo que pasaba y la euforia no se detenía. Me acerqué a una tipo recepción sin importarme si hubiese una fila en ella, golpee la madera con el puño cerrado y el hombre detrás de este salto del susto — Necesito hablar con uno de sus hombres — Exclame con el rostro enrojecido. 
— ¿Discúlpeme? — Dijo con las cejas juntas sacado de quicio. 
Mi cabeza  por fin se iluminó — ¡Con Ricardo! — Grite — ¡Es Policía! 
El hombre me miro como si estuviera loca, ofendido dijo — Baje voz, señorita… ¿Ricardo que? 
Me quedé callada, rasque mi frente de nervios y comencé a titubear. No sabía su apellido — ¡Ricardo, el del Cadillac negro! Es policía lo necesito, es urgente. 
El hombre se quedó pensativo  y a pesar de mi comportamiento altanero me respondió con una sonrisa al charlar en secreto con un hombre detrás de el, después de segundos se acerco a mi — Gama — Aseguró aún sonriente — El agente Ricardo Gama. 
— ¿Dónde está? — Pregunté altiva. 
— Justamente va caminando por el pasillo de la derecha — Me señaló con el dedo índice y gire la cabeza e iba caminado por el pasillo, apresure el paso y suspire fastidiada. Llegue  hasta el — ¡Oye! — Grite. Este giro y abrió los ojos como platos al verme. Después de esto mi palma se impactó en su mejilla causando una sonora bofetada. 
El disgustado y con ojos de asesino me tomo por el antebrazo y me sacudió  — ¿¡Qué te pasa?! — Exclamó sin soltarme. 
— ¡Suéltame! — Grite causando más tensión y atención de segundas personas. Este me soltó y lo mire furiosa. 
— ¡¿Por qué?! — Grite. 
— ¿Te das cuenta que este es un ministerio público? 
— No me cambies el tema ¡Maldita sea! ¿Por qué lo hiciste? 
— ¿Qué cosa? — Respondió fingiendo demencia. 
— ¡No te hagas pendejo! — Grite — Sabes muy bien de lo que hablo. 
Su rostro mostró derrota al ver que el  fingir no estaba funcionando. Me tomo del antebrazo está vez sin tanta fuerza y me llevo hasta el final del obscuro pasillo — No lo hice para dañarte — Sentenció — Lo hice por tu bien. 
Fruncí el ceño — ¿Mi bien? ¡Me suspendieron de mi trabajo! 
— Mira, te estas metiendo en algo turbio, mejor ya para aquí. 
— ¡Cállate! — Levante el brazo para abofetearlo una vez mas pero me detuvo apretándome la muñeca dolorosamente. 
— ¿Sabes que es delito agredir a un agente policial? ¡Puedo remitirte ahora mismo por agresión si quiero! — Su amenaza me hizo molestarme y reí sarcástica — ¿Ah, si? Yo pondré una denuncia en tu contra. 
El se rio burlón — ¿Bajo que cargos? 
Titubee unos segundos — ¡Abuso de confianza! 
Río de nuevo — ¿Qué? 
— Me sacaste toda la información para después ir con mi jefe. 
— Ya te dije que lo hice por tu bien. 
— ¡Apenas me conoces, idiota! — Exclame — Si no me sueltas voy a gritar. 
Y lo hizo, me soltó pero aún sentía su mano apretándome la muñeca. Daba bocanadas de aire, me tome la cintura con ambas manos y dije — Aléjate te mi — Y di media vuelta para salir definitivamente  de ahí. 
— Victoria. 
Al oírlo pronunciar mi nombre me detuve y algo revoloteo en mi interior pero no gire a mirarlo. Escuche sus pasos acercándose a mi y tomo mi brazo. Me zafe rápidamente de el. Me aleje unos pasos y gire por fin a enfrentarlo — Déjame llevarte a tu casa — Dijo. 
Yo arrugue la cejas y conteste llena de enfado — Tú y tu cadillac se pueden ir a la mierda. 




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