El Palacio Del Infierno.

Parte III; Serendipia.


Llegando a casa, tome el teléfono y me decidí a llamar a mi hermana Marcela y quedar de vernos para platicar todo lo que había sucedido. 


Mi hermana era dos años mayor que yo y era enfermera en uno de los hospitales más costosos de la México, había escuchado comentar que la enfermería para ella ya no era suficiente y regresaría a la escuela para convertirse en medico. Marcela portaba un uniforme tan blanco con el cielo, siempre pulcra y con el cabello recogido que adornaba perfectamente la cofia en su cabeza. 


Le había contando todo, de principio a fin, ella sólo negaba con la cabeza de un lado a otro y dijo - Primero que nada, Victoria, estuvo mal que aceptaras ir con ese hombre y ahora mira en el lío que te metió.


- Si, fue error mío, pero estaba desesperada - Dije mientras el humo del cigarrillo salía por la nariz - Pero si te conté esto es porque quiero preguntarte algo...


- ¿Qué? - Pregunto dándole una fumada a su cigarrillo.


Trague saliva - ¿Qué sabes de psiquiatría?


Ella se encogió de hombros y arrugo la boca - Muy poco en realidad, sólo teoría.


De pronto saque mi libreta y pluma.


- ¿Hay algún tipo de signo o síntoma para diagnosticar una enfermedad o trastorno mental? - Marcela apagó su cigarrillo y lo lanzó a suelo - Si, quizá sentimiento de tristeza o desánimo, capacidad reducida de la concentración, sentimiento de culpa, desconexión de la realidad, como no se, el delirio; alucinaciones auditivas o visuales, paranoia, ansiedad extrema... bueno hasta el abuso de algunas drogas o alcohol. 


- Entiendo, ¿Tienen que tener algún tipo de grado para ser recluidos en un manicomio?


- Si - dijo con firmeza - Las personas que presentan algún tipo de desconexión con la realidad deben ser ingresados a esos lugares, ya que pueden ser peligrosos.


- ¿Peligrosos? - Pregunté ceñuda. 


- Ajá, como no distinguen la realidad de su delirio pueden llegar a herir o hasta matar a una persona sin querer hacerlo, la mayoría de esos casos se les mantiene siempre sedados para que estén pasivos, pueden llegar a dañarse así mismo incluso. 


- ¿Esa es la razón por la cual acuden a la camisa de fuerza?


- Así es. Pero por supuesto un médico de este hospital no podría diagnosticar una enfermedad mental, tendría que ser un especialista en psiquiatría o psicología.


- Entiendo, que complicado. 


- La mente es lo más complicado de entender, Victoria. 


Sonreí y subí ambas cejas - Eso veo. 


- Así que no podrás entrar a ese manicomio nunca...a menos que estés loca - Bromeó sonriendo de esquina a esquina. 


Me quedé callada unos segundos pensando la idea tan trastornada que acababa de tener. Mis ojos estaban en mi libreta pero en realidad mi mirada estaba perdida en mis pensamientos. 


- Eso es... - Dije en murmuró.


- ¿Qué? - Pregunto arrugando el ceño. Al parecer mi murmuró no fue tan bajo.


- Nada...es que quizá si estoy loca... - Afirme mordiendo la parte inferior de mi bolígrafo. Marcela quito radicalmente la sonrisa en su rostro y se puso totalmente sería.


- ¿Qué? 


- Nada... Yo me entiendo. Me levanté de la silla y le plante un beso en la mejilla - Me dio mucho gusto verte, pero ya me tengo que ir - La besé en la mejilla otra vez y di media vuelta para irme. Marcela me detuvo en seco tomando mi mano.


- Victoria... 


Yo gire a mirarla, seguía sería - Cuídate - Me dijo con el ceño preocupado. Sonreí para romper tensión y contesté - Siempre. 


Marcela me soltó y salí del restaurante camino a casa.


El sonido de la goma de mi lápiz contra el escritorio retumbaba por todo mi departamento. Tragaba saliva de mas que producía, suspiraba y mire al techo pensando cada una de las palabras que me había dicho Marcela, una tras otra impactaban en mi cabeza y de tan sólo pensarlo más a fondo me recorría un escalofrío enorme por todo el cuerpo. 


"A menos que estés loca" 

 

Deje caer mi lápiz en el escritorio, y entrelace mis dedos en mi cabello y suspire convencida. Si, definitivamente era una idea buena pero demasiado descabellada, me levanté del escritorio y me quite la ropa, abrí el agua tibia, mi cuerpo se estremeció por el contacto del agua en mi piel caliente. En menos de lo que pude darme cuenta resbale y mi frente fue a dar contra una de las llaves del agua, la sangre de color rojo brotó rápidamente de mi piel, el agua y la sangre se combinaban en el suelo e iban directo a la perderse por la coladera, un mareo me invadió y quede sentada con la cabeza recargada en el azulejo de la pared de la ducha. Sonreí al pensar de nuevo mi proposición y salió de mi boca de pronto. 


- Si... estoy loca...

 




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