El papá de Louis

~2~

Catherine sonrió mientras observaba cómo Reinhold equilibraba con cuidado la bandeja con el té y los scones. El hombre estaba realmente comprometido con su misión de no dejarla mover un solo dedo. Y ella, sinceramente, no iba a quejarse.

Se acomodaron en la pequeña sala entre cajas medio cerradas y cojines fuera de lugar, y Catherine suspiró con alivio al dar el primer sorbo de té.

Reinhold lo probó con expresión seria, como si estuviera evaluando una receta finalista para su próxima carta. Dio un segundo sorbo, ladeó la cabeza y sentenció con solemnidad:

—Bueno... claramente el té inglés es superior.

Catherine soltó una risa.

—Te lo dije.

Él sonrió, satisfecho, y tomó otro sorbo. Catherine lo observó con una mezcla de incredulidad y ternura. Nunca, ni en sus más extravagantes sueños de embarazada con antojos y pies hinchados, se habría imaginado compartiendo un té con Reinhold Beckmann.

Lo admiraba. No de esa forma melodramática de estrella de cine, pero sí con genuino respeto. Admiraba cómo había llegado de Alemania a Francia con lo justo y cómo, a base de talento, dedicación y mucho azúcar, había construido una red de panaderías que ahora se extendía por Francia, España y Bélgica. No era solo un pastelero brillante; también era un tipo amable, atento, y por alguna razón, estaba allí ayudándola a sobrevivir el caos de su mudanza.

El teléfono vibró sobre la mesa de centro. Catherine lo miró de reojo. Un mensaje de Maya. Lo abrió con resignación.

Maya: Apenas llegues tenemos que ver tu vestido. Ya sabes que no podemos dejarlo para último momento.

Por supuesto. Porque ser su dama de honor no era suficiente castigo. Catherine no entendía por qué Maya insistía en incluirla siempre en todo. Tal vez era por competencia, tal vez por masoquismo, tal vez porque sus madres aún no superaban aquella fantasía de que serían “como hermanas”. Y, claro, Catherine sospechaba que Maya iba a vestirla con algo tan feo como para que todo el salón recordara que una de sus damas era una embarazada con mal gusto.

No respondió al mensaje.

—¿Todo bien? —preguntó Reinhold, notando su expresión.

—Más o menos —admitió, dejando el teléfono a un lado—. ¿Me juzgarías mucho si te dijera que estoy pensando en conseguir un papá falso para mi hijo?

Reinhold parpadeó.

—¿Cómo que conseguirle un papá?

Catherine suspiró y tomó otro sorbo de té.

—Para resumir: tengo una prima que se va a casar. Nos llevamos... bueno, mal. Pero por alguna razón siempre terminamos involucradas en la vida de la otra. Seré su dama de honor, y ya había confirmado que iría con mi novio. Y a la vista está que no tengo novio, así que Maya se va a regodear en mi desgracia. Porque ella, claro, conoció al amor de su vida hace dos años, se casa con él y probablemente tenga hijos perfectos en una casa perfecta con un perro perfecto. Porque Maya siempre hace todo perfectamente insoportable. Y por eso quiero un papá para Louis, para aparentar que mi vida es igual de hermosa aunque no tan perfectamente programada.

Reinhold tomó un scone, lo mordió con tranquilidad y dijo:

—Los scones están exquisitos.

—Gracias —sonrió ella, agradecida por el cambio de tono.

—Y en cuanto a lo de conseguir un papá para tu bebé… no te voy a juzgar. Sé lo que es querer evitar el comentario innecesario de un familiar.

Catherine lo miró con curiosidad. De Reinhold se sabía mucho: su trayectoria, sus estudios, sus logros… pero de su vida personal, nada. Ni una palabra sobre su familia. Decidió no indagar.

—¿Y de dónde vas a sacar un novio falso y papá de apoyo?

—Ese es el problema. No tengo idea. Se lo pedí a Timothée, pero me dijo “cariño, soy muy gay, nadie se lo va a creer”.

Reinhold soltó una carcajada.

—¿Tim? ¿El de la clase?

—Ese mismo.

—Tiene novio, además.

—Ya lo sé, pero yo no necesito que me besen. Con un par de abrazos y gestos dulces basta para que mi familia se trague la historia.

Hubo una pausa. Reinhold la miró con una sonrisa ladeada.

—¿Puedo postularme?

Catherine lo miró, incrédula, y soltó una carcajada.

—¿Qué?

—Serán como vacaciones, además me gustan las bodas, hay buena comida, música… y soy buen bailarín. Lo daría todo en la pista.

—Jamás he visto que un alemán baile bien.

—Eso fue muy ofensivo.

—Perdón, pero no lo sé… Dios, estoy desesperada. Si lo repites una vez más, aceptaré.

Él levantó su taza de té con una expresión traviesa.

—Catherine, me encantaría ser tu novio y el papá de Louis… aunque sea temporal.

Ella se rio de nuevo, incrédula.

—En serio, si haces esto, te deberé una enorme. Te juro que después te devolveré el favor, lo que necesites.




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