La noche anterior durmió entre los brazos de Jungkook, quien en todo momento le susurraba palabras de cariño, repitiendo infinidad de veces, todo estará bien, aquí estoy. Su hijo se había marchado, dejándolo en esa inmensa casa y se encontraba solo, luego de que el pelinegro tuviera que irse a casa con urgencia, dejándolo aún más solo.
Todo tipo de pensamiento cruzaba por su cabeza. Ahora que le había confesado a su hijo lo que sentía por Jeon, sentía un peso menos encima suyo. Pues ahora solo quedaba confesarle la verdad sobre quienes eran sus verdaderos padres.
Suspiraba solo en pensar en cómo lo diría, definitivamente no tenía nada controlado.
No había mensajeado con Yoongi, pero Hoseok si le había enviado un mensaje, contándole lo mucho que lloro el menor la noche anterior y lo mejor que se sentía esa mañana. Ante aquella noticia sintió alivio, esperaba que de alguna manera su hijo pudiera entenderlo y respetar sus sentimientos, además de su propia felicidad.
La situación con Jungkook era un poco ambigua, pues bien sabía perfectamente que le gustaba el menor, sentía que era demasiado pronto para "formalizar" su relación. Porque se sentía bien como estaban, sin etiquetas, simplemente compartiendo tiempo juntos y siendo felices. Como cambiaban las cosas en un instante ¿cierto? Parecía como si la visita de su madre había traído a su familia cierto desorden, ciertos sentimientos del pasado...
Park Jimin nunca fue exigente, porque al contrario se conformaba con las cosas mínimas que le daba la vida. Cuando era niño solía atesorar un lindo oso de peluche, era como su tesoro más grande. Un día cuando su padre pensó que aquel comportamiento era demasiado "afeminado", su oso de peluche desapareció y fue en ese momento que entendió que su familia no quería su felicidad, al contrario, querían que él, fuese y actuara como se le ordenaba. No fue hasta que conoció a Joy, que pudo empezar a salir de su zona de confort, pues la pelinegra era un alma libre, contagiándolo de buenas vibras, enseñándole a arriesgarse aun si tenía miedo, pero desafortunadamente al morir ella, quizá esa parte de Jimin también lo hizo.
Era increíble como los traumas del pasado seguían afectando su estabilidad emocional, a sus 35 años, un hombre hecho y derecho ¿Asustado por elegir su propia felicidad? Nunca fue exigente y siempre se conformaba, pero quería a Jungkook en su vida y por él, sería capaz de arriesgarse. Podían tener la libertad de tomarse las manos en las calles, besarse sin importarles las miradas, tener citas sin tener que ocultar su paradero e incluso postear las infinitas fotos que se habían tomado juntos.
Estaba eligiendo su propia felicidad.
Ya era hora.
...
— ¿Crees que podremos acortar la coreografía? —preguntó observando a sus alumnos— Siento que estamos fuera de tiempo al final, si cortamos uno o dos pasos, quedaría perfecta.
— Si así lo quieres no tengo objeciones —Hoseok respondió.
— ¿Cómo está Yoongi?
— Está bien, creo que ya va siendo el momento de que hablen —el castaño se levantó de la silla— Lo llevaré a tú casa hoy, es hora de que la pequeña familia se reúna de nuevo.
— Gracias por cuidarlo esta semana, Hobie.
— No tienes que agradecerme, pero debes prometerme una cosa —dijo cruzándose de brazos— De ahora en adelante, sea lo que sea, no me lo ocultes.
— Lo prometo —el rubio sonrió.
— Bien, hablaré con los chicos —finalizo yendo hacia el grupo de bailarines.
Una semana transcurrió desde que su hijo se había ido de casa, claro que todos los días sin falta, su mejor amigo le estaba diciendo como se encontraba el menor. Haciéndolo sentir menos angustiado. Tuvo las mejores noches con la compañía de cierto pelinegro, quien realmente se había esforzado dándole apoyo, haciéndolo olvidar la situación por unos momentos, no habían tenido sexo en toda la semana y es que no se sentía con los ánimos suficientes y Jungkook, respetaba eso.
Por eso no podía evitar sentir demasiado por el menor, tenía pensamientos maduros a pesar de su edad, lo que se le hacía demasiado atractivo. Lo hacía reír en cuestión de segundos y le fascinaba dormir entre la comodidad de los brazos del pelinegro.
Hoseok se encargaba de conversar con sus alumnos, practicaban la coreografía que se presentaría a fin de año, en el evento de beneficencia que organizaba la academia y todo debía salir a la perfección. Se encontraba de pie en las gradas del salón de prácticas, supervisando de lejos los movimientos que su mejor amigo y colega le explicaba a los alumnos.
¡click!
El sonido de una cámara hizo que su cabeza se girara hacia esa dirección, encontrándose con un chico que sostenía una cámara en sus manos, apuntando hacia su dirección.
— Oh disculpa ¿Te asuste? —pregunto apenado.
— ¿Quién eres? —Jimin observo al desconocido con curiosidad.
— Soy el encargado de capturar en imágenes todo lo sucedido en el evento que realizará la academia en diciembre, soy Kim SeokJin —respondió extendiendo su mano.
— Pero apenas estamos en la etapa de ensayos —comento con diversión.
— ¡Claro! Solo que debo tomar un antes y el después —murmuro nervioso.
Chico alto, cabello castaño oscuro, labios gruesos ¿De dónde había salido este chico? — ¿Y por qué me has tomado una foto a mí?
— No pude evitarlo. No todos los días te encuentras a un ángel —el castaño respondió mirándolo fijamente— ¿No te gustaría ser modelo?
— No, gracias.
El rubio aguanto la risa ante aquella pregunta. ¿Modelo? Ni en sus más oscuros deseos, no tenía confianza en su cuerpo como para ser modelo, además era demasiado mayor para esas cosas, las arrugas en su rostro no le permitirían hacer un buen trabajo. —No me dirás tú nombre —dijo acercándose al rubio.
— Soy Jimin.
— Hasta tú nombre es perfecto ¿No es increíble? —pregunto sonriente.