EL PAQUETE
El cabo espacial Gordon no atinaba a entender cómo le habían convencido para emprender una tarea como aquella. Al inscribirse en la Academia, nunca cruzó por su mente tener que viajar al espacio.
Bueno, era obvio que si en el nombre del colegio, “Academia Espacial Hawkins”, se mencionaba así nada más, como de pasada, la palabra Espacial, alguna relación habría con tener que estar metido en una lata de sardinas, sin más materia en el exterior que millones de kilómetros de espacio muerto entre él y suelo firme y terregoso de algún planeta perdido.
Cierto era que aprobó con honores todas las pruebas físicas. Igualmente las pruebas mentales, dejando incluso algo perplejos a los examinadores al contar con respuestas inusuales para casi todo. No teniendo un sitio mejor para ponerlo, decidieron asignarlo a la astronave de carga más insignificante de toda la flota. Cosas como esa eran las que hacían al ejército una de las máquinas más estúpidamente funcionales del gobierno, y la razón principal por la cual quiso ser cadete. Nada en esa máquina parecía funcionar como debiera, por lo que ir al espacio era una posibilidad muy remota.
Pero helo aquí, caminando a través del gran pez del Capitán (nunca entendió eso de por qué llamarle Capitán al Capitán. Lo asociaba más bien con un barco. No una nave espacial. Pero en fin. Hacía mucho que había renunciado a tratar de razonar con lógica la lógica del ejército), en busca del Ingeniero de máquinas. Al no contestar en su puesto, mandaron a buscarle como perro rastreador, y eso hacía justamente. Suponiendo que la nave espacial tenía un área finita, y que no podía albergar muchos sitios de interés para un Ingeniero de máquinas, se dirigió hacia el área de embarque sin saber por qué.
Ahí, sentados justo detrás de contenedores que pesaban cientos de toneladas, halló a 7 hombres alrededor de una mesa pequeña, con naipes en las manos cada quien y una diversidad de objetos al centro: desde algunos billetes, monedas, hasta cosas tan insólitas que más de uno que no estuviera acostumbrado a observar una partida de naipes en una nave espacial de carga, creería: un ojo óptico, una mano mecánica, un diente de oro… Gordon aguardó solemnemente a que terminaran la partida para hablar con el hombre objeto de su búsqueda.
El aludido levantó la cabeza mientras hacía los últimos gestos de enfado por la derrota.
Gordon le miró escupir a una ventila de extracción de vapores, despidiendo ésta un poco de humo verde tras vaporizar el escupitajo.
Clancy le miró nuevamente, con una mezcla indefinida de emociones en el rostro.
Gordon transitó por varios pasillos, esquivando gente que andaba en sus asuntos. Dedicó algunos saludos militares de vez en cuando, llegando al puesto de mando pasados varios minutos. El Capitán estaba con 3 hombres más, mirando algunos mapas llenos de marcas, anotaciones, y números.